andalucía, de cine
Camareros
En el supuesto vergel del sector servicios se ha renunciado a cualquier voluntad de dignificar un empleo tan vital para nuestra economía como la medicina para nuestra salud
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Iniciar sesiónSacando a pasear su tan proverbial como angosta concepción de la realidad, la izquierda oficial andaluza ha saludado la propuesta del sector hostelero gaditano de traerse camareros de Marruecos como cualquiera podría imaginarse. Si puedes demonizar a un patrón, para qué dar lugar a una ... reflexión profunda. Teniendo a mano el catón de la demagogia marxista, de qué intentar aproximarse al problema.
Mucho mejor la andanada. Los empresarios del sector, todos, son unos malditos explotadores. Capitalistas que mantienen sojuzgada a la clase trabajadora. Para la podemia recalcitrante, la solución está clara: si se ofrecen sueldos dignos y se respetan los horarios, aparecerán empleados para la hostelería hasta debajo de las margaritas. Resuelto el problema, miran hacia la barra. Niño, te pedí dos cervecitas hace un rato y aquí me tienes con el gaznate seco.
Tener que traer mano de obra de Marruecos a la provincia con peores índices de paro, es verdad, parece cosa paradójica. Pero a nadie le extraña ya la nacionalidad de quienes recogen la fresa. Es cierto, también, que durante largo tiempo muchos dueños de establecimientos se han aprovechado de sus empleados. Pero precisamente por la cuenta que les trae, la gran mayoría de los empresarios hosteleros obran ya como han de hacerlo. Y firman convenios colectivos que en Andalucía están a la vanguardia nacional. Piratas seguirán existiendo; que se denuncien.
Pese a ello, el déficit de trabajadores que padece el sector es un problema ya estructural. Si le añadimos el adjetivo «cualificados», estamos ante un verdadero drama. Y aquí, al margen de populismos y conclusiones facilonas, radica una de las principales causas de lo que ocurre: abandonadas durante más de una década las antaño pujantes escuelas de hostelería, en el supuesto vergel del sector servicios se ha renunciado a cualquier voluntad de dignificar un empleo que es sacrificado —como tantos otros—, pero resulta tan vital para nuestra economía como la medicina para nuestra salud. Y si aquí, pagando lo razonable y atendiendo a la jornada, no se encuentra quien lleve la bandeja con gusto, habrá que buscarlo donde sea.
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