Trampantojos

La edad de la inocencia

Quién sabe si ya estamos en el punto de mira de las lanzaderas de muerte nuclear de Putin, pero nosotros celebramos la primavera

Tiempo curioso el que nos ha tocado vivir. Quién sabe si ya estamos en el punto de mira de las lanzaderas de muerte nuclear de Putin, pero nosotros celebramos la primavera. Quizás sea una forma deliberada de gozar de la vida, un hedonismo inevitable para ... no rendirnos al pesimismo. O una cuestión de supervivencia porque la muerte está aquí al lado y hay que aprovechar los instantes de felicidad.

Más que la primavera ha irrumpido el carpe diem de salvación. Un derroche de vida que se derrama en las páginas del calendario, porque da miedo asomarse a los días que serán. Será que somos hijos de la edad de la inocencia o es que no queremos mirar de frente al futuro. Allí hace frío y está habitado por sombras: «Vendrá la muerte y tendrá tus ojos», escribió Cesare Pavese.

La guerra está aquí al lado, pero nos enredamos en la deliciosa confusión del ahora mismo, del goce de la vida, de la risa fácil. Crecí en los últimos coletazos de la Guerra Fría y en ese tiempo de furia congelada imaginábamos el lugar en el que se guardaba el botón rojo. Dibujábamos una sala a medias entre la cabeza de control del robot Mazinger Z y la nave espacial de '2001: Odisea del espacio'. Yo siempre pensaba que ese botón rojo estaba muy poco protegido y que seguro que algún día llegaría un dirigente bromista con poca paciencia y lo pulsaría. Aquí lo tenemos ya en su versión más perversa.

Ese botón rojo está otra vez aquí. Por eso corremos a refugiarnos en la luz de las ciudades felices. Por ejemplo, en esta Sevilla en la que los relojes corren con un tiempo dislocado e imposible. La guerra está aquí al lado, pero elegimos vivir los últimos instantes con un simulacro de alegría. Como aquellos que en tiempos de las epidemias de peste salían a gozar de la vida olvidando las precauciones del contagio. Qué más daba ya, si sabían que morirían. Bailaban como en esas danzas de la muerte de la Edad Media disfrutando de los placeres de la vida breve. Aunque supieran que todo eso escondía un mensaje moralizante: olvídate del presente y prepárate para la vida eterna si no quieres condenarte a una eternidad en el infierno.

Y si nos remontamos más atrás en el tiempo, nos encontramos con el Jardín de Epicuro donde se podía olvidar el destino, la muerte y la venganza de los dioses. Un buen retiro para olvidar el botón rojo y refugiarse en la literatura rusa de Tolstoi que podría redimir a sus paisanos.

En esta Sevilla de luces prodigiosas recuerdo a Alfonso Grosso y su novela 'Florido mayo' con la evocación de una Sevilla -la Ciudad Fluvial- que es un mapa del paraíso para el goce de los sentidos. Una ciudad «que huele a rosas, a lejía, a humo de leña húmeda, a cuaresma y a tormenta de marzo». Y donde asoma ese goce del instante en una escena memorable en la que aparecen los toros que mataron a diestros históricos como El Espartero mientras alguien brinda por la vida: «Brindemos con cazalla, hermano, que mañana moriremos».

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