siempre amanece
Sánchez resignifica los huevos
España tenía los huevos y la cruz más grandes de la cristiandad y con ambos quiere terminar Sánchez
El tonto de la Vuelta Ciclista
En contra de los de Madrid
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Iniciar sesiónEl Gobierno de España, que como queda visto siempre está a los verdaderos problemas de los ciudadanos, ha presentado una campaña para «resignificar los huevos», además del Valle de los Caídos. España tenía los huevos y la cruz más grandes de la cristiandad y con ... ambos quiere terminar Sánchez. Ahora pretende «sensibilizar, especialmente a los hombres, sobre su necesaria implicación en los cuidados y en la lucha contra las violencias contra las mujeres». El camino argumental de la izquierda discurre por la cuesta debajo de un odio al hombre que, con los años, ha cristalizado poco a poco en el señalamiento del testículo como origen de los males. Se trata de, para alcanzar la igualdad, elevar los ovarios y machacar los huevos, ridiculizarlos, abstraerlos de sus valerosas virtudes, aboyarlos con un gubernamental martillo publicitario. Pretenden borrar todo el resto del macho, de la testosterona, una hormona que ahora está maldita, para que los hombres de este bendito país abandonemos la masculinidad tóxica y mutemos en un cantante de Eurovisión. El Ejecutivo ha llegado a esto después de siete años de gobierno socialista porque, como reza el dicho, a capar se aprende cortando cojones.
Aquí tenemos en las vallas dibujados unos huevos, al fin, bien resignificados porque se comprende que los de antes eran unos huevos malentendidos, sobredimensionados. En la imagen de la campaña aparece un huevo cascado –nada hay más frágil en el hombre que el huevo, trasunto del talón de Aquiles– en un dolor testicular que se siente solo con verlo, y comunica con gran efectividad que estamos ante una campaña para romper los huevos a la gente, que es uno de los propósitos de Moncloa como se ha visto en todo este tiempo.
Mi Españita eunuca se echa las manos a la bragueta para protegerse ante semejante arrebato un poco como los jugadores de la barrera en un tiro libre, y teme aquí la castración gubernamental por la que un país con menos huevos sería un país mejor.
Por la A6, entre los pinos de Moncloa, va Ana Redondo a caballo con una pica de la que cuelga el trofeo de las partes de este país alanceado, como en el toro de Tordesillas que nos quitaron los animalistas y que cambiaron por campañas de sensibilización a la ciudadanía que tocan fibras muy profundas de este pueblo y abordan sin cautela un tema que puede llegar a ser dolorosísimo. La relación con los huevos de la nación española siempre ha sido curiosa e irracional, pero vertebral a la hora de explicar lo que somos y por qué lo somos. No se puede entender España sin el huevo, desde el huevo de Colón a la tortilla de Betanzos en la que se disocia el huevo de la patata como si estuvieran enfadados. Viene la ministra Redondo a poner orden en la relación con los huevos de un país en el que un huevo es mucho y tres cojones significa que no importa nada.
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