TODO IRÁ BIEN
Armani es diferente
Nos dio la calidad de los tejidos, la elegancia de la sobriedad
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Iniciar sesiónGiorgio Armani creó la elegancia del hombre moderno. Nos permitió vestir bien y ser presumidos sin hacer el ridículo. Nos enseñó una manera de estar en el mundo, nos culturizó. Muchos en los 90 o en los 2000 comprábamos sus chaquetas como quien acude ... a una conferencia o lee un libro. Armani cosió la Civilización. En 1995 me encontré a Serrat en Armani Barcelona, cuando todavía estaba en Ganduxer con plaza Wagner. Iba a comprarse un traje para su siguiente gira y le pregunté si no era contradictorio aquel lujo con los discursos colectivistas que daba entre 'Lecciones de urbanidad' o 'Disculpe el señor'. Y me dijo: «Es que Armani no es lujo, Armani es diferente».
Serrat ha sido siempre un poco cínico pero tenía razón en que Armani era algo más que ropa cara. Sobre todo en la colección de la etiqueta negra, había siempre una intención artística, intelectual, detalles que te hacían sentir mejor explicado. Durante muchos años Armani fue la única tienda en Place Vendôme que no era una joyería. Armani fue 'diferente', sí. Y en su diferencia aprendimos a ser.
Y no sólo fue decisivo para el hombre. También para la mujer, aunque de esto se habla menos. Para la mujer trabajadora, a la que se exigía que en la empresa rindiera como ejecutiva incluso mejor que los hombres, además de ocuparse de sus hijos y su marido. Mi abuela decía que ella y Armani eran los dos que más hicieron por la mujer: Armani porque en su traje-chaqueta negro, las mujeres podían trabajar y luego ir a cenar sin pasar por casa a cambiarse; y ella porque con Semon, una mujer podía trabajar y si luego tenía una cena en casa con su jefe, o el de su marido, no tenía que pasar toda la tarde cocinando. Son frases que hoy parecen trasnochadas y machistas pero que entonces comprendían la verdad.
Pasados los años Armani cerró su tienda emblema en Barcelona y aquellos días Carlos Martorell se encontró a mi abuela en el aeropuerto y al preguntarle cómo estaba le respondió: «Qué quieres que te diga, Carlos, desde que Armani ha cerrado en Barcelona que no me acabo de encontrar bien».
Armani nos dio la calidad de los tejidos, la elegancia de la sobriedad y la tranquilidad de saber que aunque no entendamos de moda, con algo suyo quedamos siempre bien. Estaba tan seguro de su obra que instruía a las dependientes en que dijeran a los clientes que se probaran las prendas. Que no sólo las miraran o las tocaran. «Provi, provi», decía. Y era cierto que muchos como yo, probando, no pudimos resistirnos a su talento y a su luz y acabamos gastando muy por encima de lo que guardaba proporción con la realidad de nuestra economía.
Armani murió el jueves pero hace tiempo que su elegancia no es ya nuestra estética. En la muerte de genios que han marcado tanto nuestra vida es imposible no empezar a ensayar nuestra propia despedida.
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