vivimos como suizos
Teresa
No sé, quizá a la Iglesia Católica lo de las reliquias se le ha ido completamente de madre
Cosas de bombero
Hechos radiactivos
Jessica Mitford publicó en 1963 'Muerte a la americana. El negocio de la pompa fúnebre en Estados Unidos' (Global Rhythm). Mucho antes de que Alan Ball creara 'A dos metros bajo tierra', la Mitford comunista, cosas de las etiquetas, ya aplicó al asunto de ... pagar por morirse el humor negro. Al contemplar las pirámides egipcias dijo aquello de: «He aquí una sociedad donde el negocio de la pompa fúnebre se salió completamente de madre». No sé, quizá a la Iglesia Católica se le ha ido de madre lo de las reliquias. Me alegro de que hayan abierto el sepulcro de Santa Teresa de Jesús en Alba de Tormes tras más de un siglo. Y de que la exposición dure hasta el 25 de mayo. Que podamos ver el cuerpo momificado de la santa casi cinco siglos después de su muerte. Bueno, la cara, porque el cuerpo ha sido muy repartido, como el Gordo de Navidad.
Soy muy partidaria de venerar a Santa Teresa. De leer a Santa Teresa. De adorar a Santa Teresa. De admirar a Santa Teresa. Cuando hablamos del papel irrelevante de la mujer en la Iglesia hablamos de que no puedan ser sacerdotes o cardenales. Ya saben lo que dicen las teólogas: antes habrá curas casados que mujeres sacerdotes. Pero importancia, vamos. De Hildegarda de Bingen a Teresa de Cepeda y Ahumada. Por citar solo dos mujeres.
La exposición de los restos de Santa Teresa tiene fines devocionales. Pero sale gente diciendo que mostrar su cuerpo es innecesario e irrespetuoso y pide que se le permita descansar en paz. ¡Que no es el negro de Bañolas! Es verdad que hablar de incorrupción es difícil. Y que las caras de Santa Teresa o de Santa Catalina de Siena (su cuerpo está en Santa María sopra Minerva, pero la cabeza se conserva en una capilla en Siena) pueden asustar. Según el estudio del antropólogo italiano Luigi Capasso, Teresa de Ávila tenía el pelo castaño, los ojos oscuros y el rostro sereno (sea eso lo que sea). La reproducción de la presunta Teresa me recordaba a Greer Garson. Por suerte, ni el señor antropólogo italiano ni el rostro expuesto en Ávila me quitan de la cabeza la cara de mi Concha Velasco.
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