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Arma y padrino

La realidad es orteguiana

Algunos piden el Nobel de la Paz para Sánchez y desprecian a Diego González, un médico que salva vidas

No te mientas

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Rebeca Argudo

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A veces la realidad se empeña en ponerle las cosas difíciles al gran Juan Carlos Ortega y, de tan involuntariamente cómica, acaba con toda posibilidad de ser parodiada. Yo creo que Ortega, si no fuera tan buenísima persona como es, podría denunciar a Dios por ... competencia desleal y plagio: la realidad ya es orteguiana. En el último episodio, al mismo tiempo que algunos piden el premio Nobel de la Paz para Pedro Sánchez, los mismos (o muy parecidos) desprecian con palabras gruesas a un señor, Diego González Rivas, conocido por desarrollar técnicas revolucionarias de cirugía torácica mínimamente invasivas y por su implicación humanitaria en países subdesarrollados. Las razones para lo primero provocan risa; las razones para lo segundo, tristeza. La ocurrencia, hasta donde yo sé, partió del ministro de Política Territorial y Memoria Democrática, Ángel Víctor Torres, que es un poco como si yo pido el premio desde aquí para mi jefe. Lo gracioso (gracioso de risa nerviosa, de susto por cómo están las cabezas; no gracioso de ingenioso y jocoso por fascinantemente irónico) es que haya quien se lo ha tomado en serio, empezando por él mismo, y hasta una recogida de firmas online para oficializar la candidatura podemos encontrar. Incluso algún procaz artículo justificatorio, que bordeaba peligrosamente lo sicalípticamente servil, hemos podido leer en la hoja parroquial (y digital) del sanchismo. Venido arriba el autor del encomio, escrito con tanta deficiencia técnica como entusiasmo fanatizado, llegaba a comparar al ínclito (y futuro laureado) con Nelson Mandela (sin exagerar) y lo describe como «el político más influyente del momento en los cuatro puntos cardinales del planeta» (también sin exagerar). ¿Cómo podría no ser concedido el Nobel de la Paz a alguien así? Lo que no se entiende es que se cambie, incluso, el nombre y a partir de ahora se entregue el Sánchez de la paz todos los años. Al mismo tiempo, y sin solución de continuidad, las razones para despreciar y denigrar públicamente a un médico que dedica su vida a operar en lugares inhóspitos del planeta a quien más lo necesita, salvando vidas y poniendo la suya al servicio de la ciencia y la salud, son también de peso: votó al PP en las últimas elecciones. Como lo leen. Y para acabar de arreglarlo, y de manera desprejuiciada, dijo que Feijóo le parecía un gran político. Así que, claro, si se pone en la balanza de lo hecho por el prójimo a un señor que salva vidas de manera altruista pero vota al PP y un señor que se ha dedicado con esmero a levantar un muro entre españoles pero, no es que vote al PSOE, es que es el PSOE, pues está claro que la cosa sale a Sánchez candidato al Nobel de la Paz y González Rivas candidato a la ejecución social pública (justicia social se llamaría si votase a la izquierda o, al menos, disimulase). Y, claro, yo así no puedo evitar escuchar en mi cabeza cómo la vida presente es narrada por un locutor omnisciente con la voz de Juan Carlos Ortega, de tan delirante que parece a veces.

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