Perdigones de plata
Dimitir en Japón
En aquella tierra no toleran las chanzas con las cosas del comer, crudas o no, y el desacato se paga
La visita
Bajo el cielo
Tendremos que posar nuestra mirada hacia lejanías asiáticas para observar que todavía algunos gerifaltes son capaces de dimitir. En Japón, mismamente, acaba de hacerse el harakiri espiritual el ministro de Agricultura por una bromita que murmuró a costa del arroz, producto que ha duplicado ... su precio en el país de los terremotos, los samuráis y las geishas. En aquella tierra no toleran las chanzas con las cosas del comer, crudas o no, y el desacato se paga.
Japón es hoy un destino muy anhelado por la viajera turistada española. Uno respeta barbaridades el acusado sentido de la responsabilidad nipón. Sé poco de sus costumbres. Apenas un par de fruslerías, un par de tópicos, como quien dice. Pero recuerdo que, allá por el 1582, en Filipinas, los Tercios españoles le propinaron una soberana paliza a los piratas samuráis. Mucha katana homenajeada por Tarantino pero el acero toledano les afeitó sin piedad. Y la cocina japonesa, tan de moda, se me antoja harto respetable, incluso deliciosa, pero para lo demás, no para mí gusto rústico, que sigo prefiriendo las lentejas y la paella. Lo de las geishas, hoy, me temo que es un camelo para turistas bondadosos. Un español asistiendo a una 'performance' de dulces geihas debe de ser, intuyo, como un turista japonés visitando un tablao flamenco en Ponferrada amenizado por unos erasmus de Suecia disfrazados de lunares que zapatean empleando enorme voluntad para ganarse unas perras. De mi admirado Japón, desde luego lo que me apasiona es el rollo yakuza. Sus tatuajes corporales, multicolores, son obras de arte y, además, muy prácticos. Parece que vayas con el pijama siempre puesto, con lo cual no necesitas esa prenda en verdad algo cochina cuando el invierno. Y lo de cercenarse el meñique en señal de respeto al jefe cuando la has cagado, eso es insuperable. Si a ciertos fenómenos de nuestra corrala política les diesen a elegir entre la dimisión o lo de guillotinarse el dedito, escogerían fijo lo segundo. Y luego exigirían paguita por accidente laboral. No lo duden.