TIRO AL AIRE
Resaca de apagón
¿Dimitir? Todo lo contrario: férrea defensa del mal hacer, del mal comportamiento. Porque aunque no lo digan, lo saben
El 'iberataque'
Balas éticas, mentiras estéticas
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Iniciar sesiónEs un fenómeno que se observa sin tapujos en los niños pero que también se da en los adultos: una inmensa felicidad tras recuperarte de una enfermedad. Es salir de la fiebre, los mocos, la tos y los estornudos –o cosas más graves– y darle ... ferozmente las gracias a la salud. Al par de días se te olvida –la das por hecho–; pero esas primeras horas de recuperación ¡cómo son de dulces! Un regalo de los cielos. Nos ha ocurrido lo mismo con el apagón –de la luz y de la wifi, el informativo es otra cosa–. Al día siguiente estábamos maravillados de poder contactar al instante y saber dónde están nuestros hijos, nuestros padres o a qué hora pasa el autobús. Lo de volver a trabajar es otro asunto. Tampoco desprecio los buenos y sociales momentos off technology, pero quienes viven a partir del cuarto piso saben de qué hablo.
Ahora, hay quien no está sintiendo en sus carnes esos los deliciosos momentos de vuelta a la normalidad. A la salud, a la energía y la conexión. No. No son uno ni dos ni tres. Tampoco cobran el salario mínimo. Son cada vez más quienes después de un susto en España en vez de respirar aliviados saben que debían haber actuado de otra manera. Cada vez más quienes en vez de dar la cara y ponerse a gestionar en directo danas y apagones, se esconden entre la multitud como si fueran uno más. Pero no lo son. Son los encargados de estar ahí cuando todo se estropea, cuando sucede lo inesperado. Cuando el agua nos pasa del cuello o los fusibles se funden.
Todos esos hoy no disfrutan de la recuperación de la normalidad. Más bien sufren unas resacas interminables que les deben nublar la cabeza y, por eso, imagino, no reconocen cuáles eran y son sus responsabilidades. Se comportan como si no fuera con ellos. ¿Dimitir? Todo lo contrario: férrea defensa del mal hacer, del mal comportamiento. Porque aunque no lo digan, lo saben.
Como todos los que hemos sufrido resaca: no hay que irse muy lejos ni ser muy analítico para reconocer que de haberte comportado de otra manera hoy la cabeza dolería menos. Todo daría menos vueltas.
Quienes padecen estos días la resaca del apagón no están como usted y yo alegrándose de que funcione la lavadora, la tostadora y el semáforo. Están pensando en cómo hacer para que si otra vez la lavadora, la tostadora o el semáforo dejan de funcionar no vuelvan a señalarlos a ellos. Como cuando eres joven y no quieres que se te noten los ojos llorosos y la presión en la sien. Nada de mostrar arrepentimiento. Al contrario, todo chulería. Lo volvería a hacer igual. Aunque por dentro sepas que anoche te pasaste. Tus neuronas te lo están recordando. Pero disimulas.
Lo que algunos no se dan cuenta, o será que les va la silla en ello, es que su resaca no es unipersonal. Sino, en este país, cada vez más, institucional.
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