TIRO AL AIRE
Begoña en la carpa de Sánchez
No basta con criticar o prometer no echar a nadie más a los leones. Es necesario no tener leonesa
La no ejemplaridad
El embrujo de la Puerta de Alcalá
Begoña Gómez ya ha sido condenada a la pena del telediario. Ningún código jurídico recoge esta sanción y, sin embargo, no hay famoso –no importa el ámbito– que pueda escapar de ella.
La seguimos llamando pena del telediario pero sería igual de correcto decir pena ... de las redes sociales. Más rápidas que la pólvora, no dan ni un minuto de tregua. Velocidad inversamente proporcional a la del sistema judicial. Sin posibilidad de defensa alguna, esta pena se expande como una 'fake news' siéndolo o sin serlo, eso es algo que nunca se sabe hasta el final. Ese momento en el que, a veces, ya es tarde.
Con Begoña Gómez no se ve el final, aunque hay quien lo anticipa, y eso que ella aún no ha dicho esta boca es mía. Menos mal que ya hay fecha para que hable donde hay que hablar, que es ante el juez, no en el Congreso o el Senado, donde se ha llamado a hablar a otros. Y sin embargo ya andan diciendo por ahí que qué velocidad, qué menudo momento. ¿En qué quedamos?
De la pena de la tribuna del orador es de la única que se ha librado Begoña Gómez. Hay que alegrarse. Ojalá el caso de la inquilina de La Moncloa sirva de ejemplo para poner fin a la pérdida de tiempo y dinero público, así como a la intromisión en la otra pata del Estado –la Judicial– en la que se entretiene nuestro Legislativo.
Nadie debería pasar por una pena ni por la otra. Pero, ¿quién para esto? No hay partido que no se frote las manos cuando el personaje echado a los leones es del equipo contrario pero, ay, cuando te toca en tus carnes. Entonces se activa la defensa-ataque: todos son bulos y medios malignos. Para acabar entonces con la pena de telediario hay quien se propone liquidar los telediarios. Eso sí, de forma selectiva. Sólo los que no le gustan.
Pero, ¿qué pasa con las filtraciones?
En este gran juego de la 'selección de las especies' en el hábitat judicial no todo el mundo se mueve igual. Mientras que la mayoría de los periodistas nos llevaremos a la tumba quién nos contó qué, muchos políticos sólo critican las que les molestan. Bienvenidas siempre las que les interesan.
Lo mismo ocurre con las llamadas denuncias falsas. ¿Lo son todas las que no acaban en condena?
El caso de Begoña Gómez podría hacernos reflexionar sobre esto.
Para no hacer un circo político con la Justicia solo hay un camino: renunciar, uno a uno, a los números de malabares mortales. No basta con criticar o prometer no echar a nadie más a los leones. Es necesario no tener leones. Para que no haya circo político tampoco sirve prohibirle al público que no cuente el espectáculo. Es tan sencillo o tan difícil como no hacer un circo de la política. Es la única forma de asegurar que ninguno de los tuyos será devorado por el espectáculo de fieras que has montado si un día, por lo que sea, cae en tu carpa. Sí, para salvar a los tuyos hay que salvar también a los otros.