TIRO AL AIRE
La no ejemplaridad
El objetivo es el objetivo y no importa si para llegar a él hay que hacer justo eso que piensas que no habría que hacer
El embrujo de la Puerta de Alcalá
Presidente, ¿no siente miedo?
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Iniciar sesiónMiren, ahora sí ha llegado el momento de compadecer a Sánchez. Por muy duro que nos parezca, el presidente de España ya está en esa pantalla. Es justo ahora, cuando él no pide compasión, cuando más la necesita. La demandó en directo con aquel ... juego epistolar. Pero entonces no le hacía falta. Era un truco. El político se transformó en marido enamorado para revestirse de humanidad. Ahora sabemos que no había ninguna. Una vez destapado el pastel de la verdadera situación judicial de Begoña Gómez ratificamos que era todo estrategia. A todos nos engañó, incluso a los que creíamos que no nos estaba engañando. Qué listillo.
Pienso en quienes sí le creyeron, quienes ciegamente no vieron su estrategia sentimentalista, de los voceros de Ferraz a otros llorones. Pienso en esos que le alabaron la valentía de defender en público a su mujer o el honor de su mujer –¿o no será su propio honor a través del honor de su mujer? Como si fuera nuevo. O sobre todo, como si fuera feminista hacerlo.
Pienso en todos esos que no le creen capaz de mentir o de aprovecharse del poder o de hacer lo que haga falta. En los sanchistas de verdad, alguno habrá. Pienso en quienes creen que Sánchez puede ser un ejemplo ahora que, de la amnistía a la carta, ha perdido toda ejemplaridad.
Este palabro como antiguo, la ejemplaridad, es un valor demodé, me dirán. Y sin embargo, cuando todo está destruido es lo último que nos queda. El confiar en que hay alguien que sí que está ahí. Que sí que vale. Que sí que sirve. Que no nos engaña.
Sánchez se consagra estos días como director de cine imprevisible. Ese que, ante un problema irresoluble, hace justo eso que sabes que no puede pasar. Eso que hasta tú has pensado: «No será capaz». Él lo es. Lo mismo le da que no sea verosímil o que sea una injusticia o una crueldad. Simplemente, lo hace. Porque le va bien. Y al final parece que da igual. Algo de sorpresa por el giro de guión, por la falsedad, por lo que sea, y ya. Un poco de murmullo pero todo sigue. El político consigue lo que quería y ya está.
Por el camino eso sí, se va desprendiendo de toda ejemplaridad. Qué más da, siempre estuvo sobrevalorada. ¿Lo que se enseña en el colegio y en muchas casas de no mentir, ser honestos, respetar a los otros…? ¡Patrañas! Los objetivos se consiguen con estrategias y lo mismo da que sean limpias, oscuras, tramposas o vendan a quien haga falta por el camino.
El objetivo es el objetivo y no importa si para llegar a él hay que hacer justo eso que piensas que no habría que hacer. Algo así como el fin justifica los medios. Hay quien dice que precisamente en eso Sánchez es, al menos, un político original. No, ahí tampoco gana. No sé por qué me suena que hay algún tipo que ya dijo algo parecido. Pero estaré enfangando.
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