café con neurosis

«Malditos aquellos que...»

Malditos sean los que manosean la virtud, diciendo que la construyen a través de la necesidad

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«Malditos aquellos que con sus palabras defienden al pueblo y con sus hechos los traicionan» , dijo Benito Juárez, un mexicano de origen indígena y muy pobre, que llegó con su esfuerzo y su empeño a la Universidad, a la abogacía y a la presidencia ... de su país, a mediados del siglo XIX. Malditos sean aquellos que dicen en las campañas electorales todo lo contrario de lo que hacen al llegar al poder, y usan la mentira con la frecuencia con que los demás desayunamos, demostrando el desprecio que sienten a quien les vota, y la creencia de que pueden burlarse de ellos de manera constante.

Malditos sean quienes convierten la explicable emotividad y apego a las costumbres locales de un territorio en una especie de religión laica, que creen que les transforma en seres superiores a los de otras tierras, cuando nunca la tierra proporcionó jerarquía y reconocimiento a ningún ser humano, sino el mérito, el talento, el trabajo y la virtud. Malditos sean los que manosean la virtud, diciendo que la construyen a través de la necesidad, confundiendo la necesidad de sus egoísmos en beneficio colectivo, sin reparar en el daño que causan a millones de personas, y las divisiones profundas que provocan en las sociedades que gobiernan.

Malditos sean aquellos gobernantes que se empeñan y azuzan el maniqueísmo, la estúpida división en buenos sin tacha y malvados irrecuperables a los que habría que suprimir, convirtiendo palabras nobles, como progreso y progresismo, en pasaporte para cometer tropelías e injusticias. Malditos sean aquellos a los que la injusticia no les quita el sueño, aunque sea presionando, insultando a los magistrados, interviniendo en sus nombramientos, o convirtiendo sus sentencias justas en errores que convierten a los jueces en prevaricadores.

Y malditos sean también aquellos jueces con biografías limpias hasta que el sectarismo ideológico les lleva a convertirse en criados de los políticos. Y malditos sean aquellos políticos, de cualquier partido, que ante el disparate y el claro atropello a la igualdad de los ciudadanos asienten como bueyes al enorme desatino y son esclavos de la nómina, llenándose de indignidad, porque el poder y los sueldos se acaban, pero la memoria de la ruindades, cometidas o permitidas, siempre perdura.

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