CAFÉ CON NEUROSIS
La burda ingratitud
Cuando vea la insultante ausencia de Juan Carlos I, recordaré la ingratitud del pueblo británico con Churchill, del pueblo alemán con Bismarck y del pueblo francés con De Gaulle
Asimetrías (22/10/2023)
Me gustaría creer (15/10/23)
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Iniciar sesiónMañana sentiré bastante vergüenza, como español, como gozoso diputado en las Cortes Constituyentes de 1977 y como ciudadano de la Unión Europea. El principal protagonista de la conclusión de la dictadura, y la traída de las libertades -gracias a las cuales los groseros diputados ... comunistas y nacionalistas podrán ausentarse de sus escaños- el hombre que dio el testigo a su hijo Felipe VI no podrá estar presente en la solemne jura de la Constitución Española de su nieta.
Y recordaré, con melancolía, los sabios comentarios de Santiago Carrillo a la salida de una comisión de Defensa, donde me confesó que estaba convencido de las intenciones del golpe de Estado de la operación Galaxia. Porque hubo cuatro intentos de golpe de Estado, ¡cuatro!, el último de los cuales tenía ya muy avanzada la construcción de un túnel bajo el que se iban a colocar explosivos suficientes para reventar los cuerpos y las vidas de Juan Carlos I, la Reina Sofía y el presidente del Gobierno Felipe González. Ya hay dos generaciones de españoles que creen que sólo existió el del 23 de febrero de 1981, y sólo los más viejos recordamos, con emoción, el momento en que apareció en la pantalla Juan Carlos I, ataviado con el uniforme de capitán general de los Ejércitos, mandando que los tanques volvieran a los cuarteles, y los violentos ocupantes del Congreso lo desocuparan (un amigo mío, hijo de un socialista que había tenido que huir a Francia, tras la guerra civil, me confesaría que se echó a llorar y se acordó de su padre, fallecido hacía poco).
Mañana sentiré vergüenza al rememorar a aquellos otros diputados agachados tras los disparos de los salvajes, y la gallardía de Adolfo Suárez, Manuel Gutiérrez Mellado y Santiago Carrillo, que se negaron a tirarse al suelo y se mantuvieron sentados o en pie (el teniente general Gutiérrez Mellado, vicepresidente del Gobierno, confesaría que, cuando lo empujaron para tirarlo al suelo, se agarró fuerte al separador del pupitre, porque si lo derribaban no lo tiraban a él, sino a la dignidad del Ejército, leal a la democracia, y a Juan Carlos I).
Cualquier persona mayor de doce años tiene experiencias de ingratitud. Según el diccionario de la Real Academia Española se define como «el olvido o el desprecio a los beneficios recibidos». Decía Voltaire que el agradecimiento tiene poca memoria y que la ingratitud es el peor de los crímenes. Mañana, cuando vea la insultante ausencia de Juan Carlos I, recordaré la ingratitud del pueblo británico con Churchill, del pueblo alemán con Bismarck y del pueblo francés con De Gaulle. Y por eso quiero lanzar este grito de palabras, esta protesta sin consecuencias, porque no quiero ser cómplice de la indiferencia del pueblo español ante esta burda, egoísta y miserable ingratitud.
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