la suerte contraria
Manual de polarización
El sentir de la calle ya lo tengo, soy parte de ella. Pero de la prensa espero algo más que cuñadeces
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Iniciar sesiónUn tema pasa desapercibido, nace muerto y se configura apenas como una anécdota en los medios de comunicación hasta que alguien decide que puede hacer uso político de él. El lugar para hacerlo es Twitter, una cloaca de 'fake news', linchamientos, basura, radicales, ... fanáticos, dogmáticos y periodistas en busca de temas.
Porque el periodista ya no sale a la calle a mirar qué pasa, ya no pregunta, no observa la realidad a través de su propia experiencia ni intenta analizarla con sus claves, referencias, conocimientos y sensibilidad. Ya no mira el mundo con sus ojos sino a través de una pantalla, que es un velo manchado. Los que han decidido hacer uso político del tema marcan posición, tocan a rebato, programan la maquinita de la indignación y arrastran lanarmente a sus cafres, provocando una reacción opuesta en los cafres de enfrente. Arquímedes 2.0: «Todo cafre sumergido en una noticia experimenta una fuerza dogmática equivalente al peso del volumen del dogmatismo que lo ha indignado».
Y no pasaría nada, son solo pseudónimos irrelevantes, entornos desprestigiados, barras de bar, golpes en la espalda, eructos. El problema es que todo eso lo leen los periodistas, que caen en la trampa de quienes han querido utilizar el tema políticamente y, en lugar de ver la jugada y seguir con su agenda independiente obviando a los voceros del 'agit prop' que quieren manipularlos, llevan el tema al periódico, a las radios y a las teles, pasando a formar parte del juego del manipulador y dando su opinión, que creen libre, pero que está contaminada por el cacareo 'low cost'.
Y se fanatizan en su espejismo de libertad. De este modo, la prensa cree recoger el sentir de la sociedad y entiende que hace algo honorable al llevar la conversación de la calle al medio. Pero, en primer lugar, la conversación de la calle nos debe importar poco, yo leo un periódico para huir de los lugares comunes de la calle e intentar adentrarme en planteamientos más elaborados, sutiles y sofisticados. El sentir de la calle ya lo tengo, soy parte de ella. Pero de la prensa espero algo más que cuñadeces. Y, en segundo lugar, el propio planteamiento es erróneo: el medio no recoge un tema de la calle, sino que lleva a la calle un tema que solo existía en Twitter. Y, además, lo hace porque alguien así lo ha querido para obtener rédito político. Esa persona gana la partida. No tiene un medio, no tiene altavoz, no tiene prestigio ni tampoco autoridad. Pero no le hace falta, es capaz de colocar en los medios el tema que quiere y cuando quiere. No es tan importante el que influye sino el que influye al que influye. Son pocos, pero obligan a marcar posición en los periodistas, tertulianos y columnistas de su espectro, so pena de muerte civil. Y, lo que es más triste, son capaces de marcar posición en los de enfrente, que se limitan a oponerse a lo que digan los primeros, sin entender que están, así, entregando su libertad a un algoritmo. Es triste, pero esto es todo. Sigan linchándose en paz.
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