EN OBSERVACIÓN
Te lo juro por Hamás
La secta de progreso exige ya el certificado de idoneidad antisemita
Postal 4: la turismofilia
Postal 3: la playa
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Iniciar sesiónAquella crisis constituyente que el entonces ministro Campo anunció en las Cortes antes de ponerse a ejecutarla desde el TC no comenzó en 2005, cuando de forma solemne la pregonó desde el banco azul, sino en el momento, ya lejano, en que a los diputados ... les dio por tomar posesión de sus actas a través de las más exóticas fórmulas de acatamiento constitucional, señal de que el régimen del 78 les resultaba extraño e incómodo, empezando por una Carta Magna que por edad ni siquiera habían tenido ocasión de votar y que no les valía. Como 'work in progress' progresista, valga la redundancia, nuestra Constitución no pasa hoy de ser un panfleto de artículo único y variable, según sople el viento que mueve las hojas volanderas que certifican el dinamismo social y documentan la inquietud de una mayoría –«Somos más», dijo aquel– en la que se integran solo quienes prometen lo que a los inspectores sanitarios de la pureza de sangre les sale de un día para otro de sus santos cojones. Ahora toca jurar contra Israel, en arameo.
A nuestra última representante en Eurovisión ni siquiera la invitaron a los tablaos del Orgullo Gay por no posicionarse contra el 'genocidio', a los ciclistas que corren la Vuelta a España los tachan de fascistas cuando no se meten en política (sic) y en vereda, a los actores que han pasado por el Festival de Venecia les han pedido en la puerta el certificado de idoneidad antisemita e incluso a Radiohead los miran de reojo en vísperas de sus conciertos en Madrid por no llamar asesino a Netanyahu. Si una sociedad desarrollada se suele regir por un texto constitucional más o menos consensuado, la integración en una secta viene determinada por la comunión con el dogma, que aquí varía –feminismo, ecología, vivienda– según pierde la hoja el árbol caducifolio del ahorcado y la demagogia. La fórmula es bastante más sencilla y se solventa con la adhesión a un manifiesto de temporada –el otro día nos enteramos de que en España tenemos más de mil artistas, muy por encima del Siglo de Oro– o con una respuesta condicionada cuando a uno le preguntan, ahora por lo de Palestina.
Para un pueblo como el judío, que aún espera que se cumpla la profecía y que como Hamás o Irán aplica los protocolos bélicos del Deuteronomio, ayunos del mensaje con que Cristo reconfiguró la Escritura, la aniquilación de Gaza quizá cuente con la bendición de Dios. Con la chusma que rodea a Israel hay que ser muy tonto para que se te aparezca la Virgen y que para más inri conciba a un Mesías. No está el horno para bollos. A los que van por ahí, como testigos de Jehová llamando al portero electrónico, pidiendo el carné palestino les da lo mismo lo que pase o deje de pasar en Gaza, como en su día en Irak, cuando el 'No a la guerra'. Su trinchera es otra y está aquí.
El sectarismo tiene un componente endógeno, que responde a lo de «Dios los cría y ellos se juntan», inofensivo, y otro exógeno, más dañino por lo que, además de pegamento infantil para los que están dentro, tiene de disolvente para la sociedad cuyas costuras revienta. Que sean unos sectarios no es lo peor, sino que se pongan a ejercer como tales y a pasar lista, en la Vuelta o a las puertas de un concierto, para que la gente jure o prometa su constitución en arameo.
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