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EN OBSERVACIÓN

Gaza es Puerto Hurraco

El populismo bueno produce visceralidades beneficiosas; el malo, en cambio, causa una visceralidad tóxica

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Jesús Lillo

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Hay gente que prefiere no distinguirlos y que según sale del centro de salud envuelve media ración de churros en el folio impreso con los resultados de la analítica, para que absorba el aceite. La existencia del colesterol bueno y el colesterol malo, sin embargo, ... está testada y de momento no se detecta mucho negacionismo al respecto. De la hipercolesterolemia se ocupan los endocrinos, y también los churreros. En cambio, de la visceralidad, trastorno que se manifiesta a través de reacciones emocionales bastante intensas, se hace cargo la neurociencia, disciplina bastante inexacta y que trabaja sobre planos mentales y aproximados, muy lejos del abdomen que aloja las vísceras –casquería en el ámbito gastronómico– a las que de forma figurada se atribuye el desarrollo del pensamiento irracional. Más abajo, e incluso en el cuerpo femenino, están los cojones, que de forma asexuada y también figurada dan mucho que pensar y que ahora, por representar el último estadio de la irreflexión –de ahí sale, o les sale, siempre de forma individual– no vienen al caso. Nos quedamos con las vísceras, más manejables para quienes se dedican a estimularlas a partir de prácticas neurocientíficas, o churreras.

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