EN OBSERVACIÓN
La conversación de bar como prueba pericial
Pilar Alegría establece la verdad oficial a través de las filtraciones de mesa y barra
Catas a ciegas
Las figurantas
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Iniciar sesiónEn la España de la nueva normalidad, aquella cuyo desarrollo legislativo urdió Pedro Sánchez mientras de lejos escuchaba cómo la nación agradecida le hacía palmas desde los balcones mientras la tenía confinada, la verdad se revela a través de los más diversas fuentes del conocimiento, ... potabilizado en las depuradoras del fango y distribuido por la red de suministro, pública o intervenida de medio lado por la SEPI. En la España del «esto al final va a quedarse en nada», lema del sobreseimiento que nos hemos dado como marco de convivencia y tolerancia –carros y carretas–, la acción de la Justicia es ya una anécdota, un mero juicio paralelo para consumo interno de adictos al amarillismo y la cacería, gente que va por libre allí donde la atadura apenas deja margen para hacer palmas.
Viene toda esta amargura a cuento de la última disposición adicional del texto refundido de la nueva normalidad, incorporada por Pilar Alegría en sede parlamentaria, donde la alegre portavoz y triste pilar del sanchismo aseguró el pasado jueves que la prueba irrefutable de que la supuesta follisquera de José Luis Ábalos en el parador de Teruel nunca tuvo lugar es que, de haber sucedido, «cinco años después se seguiría comentando en todos los bares y los restaurantes de la provincia». Como lo del perro y el fuagrás de 'Sorpresa, sorpresa', pero con Koldo de pastor alemán y el exministro de Transportes de mastín español, españolazo montando a las hembras de una rehala de perras movidas. Eso nunca pasó. Ladran, luego cabalgamos, que dijo Ábalos.
Lo del bar como unidad de medida y caja de resonancia del eco de la verdad histórica no se nos había ocurrido. Teníamos el CIS como barómetro de las preocupaciones sociales de la nueva normalidad, donde la corrupción ya no inquieta a los españoles, se hartaba de repetir hasta no hace tanto Pedro Sánchez, y para el mismo fin también estaban disponibles aquellos vagones del Metro que hace cosa de dos años y medio cogía la ministra Pilar Llop para testar de primera mano las inquietudes de una ciudadanía que por entonces y con hondo desasosiego no dejaba de hablar de la renovación del CGPJ. Lo del bar y el restaurante que propone e impone Pilar Alegría es un pequeño paso para el hombre, pero un gran salto para la humanidad en una era de preguntas sin respuesta, corrientes subterráneas de opinión, campañas rusas de desinformación y apagones privatizados. No hace falta ya coger el Metro, ni esperar a que Tezanos saque la doble vara de medir turbaciones sociales. Con ir a un bar de medio pelo, pedir un café o una caña y prestar un mínimo de atención a lo que ahora conocemos como 'conversación pública' podemos hacernos un croquis aproximado de lo que fue, es y será cualquier episodio turbio de nuestra nueva normalidad. Los jueces, mientras, pueden cantar misa.
Llevamos de bares desde el jueves, borrachos perdidos, ciegos del enemigo, y podemos dar fe de que allí solo se habla de M. Rajoy, de los salarios de Feijóo, del narco Dorado y del Valle de los Caídos.
Pero, Pilar, jamía, ¿cuanto tiempo llevas tú sin pisar un bar?
–El mismo que la otra Pili sin coger el Metro.
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