el burladero
El fiasco de la reducción de jornada
Yolanda Díaz es una incompetente de tomo y lomo, como la mayoría de miembros del gobierno que vicepreside
La Vuelta sí, pero de los israelíes
Cruzar las líneas sin mentir
El pasado miércoles sirvió para demostrar que Sánchez solo tiene mayoría en el Congreso cuando se trata de emprender acciones de desguace del Estado. Si de lo que se trata es de otro tipo de medidas –contraproducentes o no–, de eso que se llama política ... social y laboral, nuestro presidente no es capaz de sacar nada adelante. La reducción de la jornada laboral, por ejemplo, a la que Junts dijo que no, se quedó en la playa de los náufragos olvidados. Junts hizo de Convergencia, es decir, votó esta vez atendiendo a unos principios elementales que se justifican en su ejecutoria: normal que un partido político cercano a los empresarios catalanes no vea con buenos ojos que se tomen medidas que pueden causarles ciertos inconvenientes. Yolanda Díaz no aprovechó esa relación con Puigdemont, de apariencia tan cercana –que le llevó incluso a calificarle de «progresista», vaya por Dios–, para convencerle de la excelencia de su proyecto. Eso le reprochan desde el PSOE, donde, a buen seguro, están encantados de ver achicharrarse a una socia que pretendía relanzarse con esta iniciativa y que se ha quedado con cara de boba, guardando la malhadada propuesta en el cajón. Afortunadamente, por otra parte.
La reducción de la jornada laboral colma de felicidad a los que no tienen que defender pequeños negocios en la difícil España de nuestros días. Véase el espectáculo bochornoso de los líderes sindicales pataleando contra la mayoría parlamentaria por no haberse salido con la suya. Es una majadería pretender que, trabajando menos, cobrando lo mismo y pellizcando al alza los costes laborales, la productividad se vaya a mantener y todos tan felices y sosteniblemente sanos. Las pequeñas empresas y los autónomos son la inmensa mayoría patronal en España. A todos ellos, reducir la jornada en dos o tres horas semanales, manteniendo el mismo gasto en salarios, les cercena: no hace falta ser un lince para entender que perjudicaría notablemente al empleo. Se perderían cerca de 25 millones de horas de trabajo y se resentiría una productividad que tampoco anda por las nubes. Esto no afecta por igual a Renault que a la mercería del barrio, o al taller de la esquina. Ya se comprobó en Francia, allá por el año 2000: se redujo la semana a 35 horas de trabajo y es fácil comprobar cómo vive el país vecino esa dinámica, con precarización laboral y mucha mayor desigualdad entre grandes empresas y pequeños emprendedores. Y con costes mucho más altos.
Yolanda Díaz solo sirve para hacer demagogia burda, establecer discursos intelectualmente vacuos y provocar hilaridad con sus intervenciones manifiestamente infantiles. Es una incompetente de tomo y lomo, como la mayoría de miembros del Gobierno que vicepreside, y sabe que su llama se extingue lánguidamente. Y a Sánchez solo le preocupa que los votos que pierde su socia no se vayan al vertedero: le dificulta la suma total para poder decir aquello de «somos más». Lo de las horas de trabajo se la trae al pairo. Bastante tiene con lo que tiene.