sin punto y pelota
Creyentes en la ONU
A la ONU le queda asustar con el cambio climático, «el timo más grande de la historia», dijo Trump
La tostada y la empanada. Dicotomía.
Un tiro a la libertad de expresión
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Iniciar sesión«No se entera, fíjate que cree en la ONU». Así despachaba el otro día una amiga la capacidad de análisis de un diplomático que alertaba sobre la secularización occidental, ajeno al 'revival' cristiano juvenil. Tiene narices que creer en Dios esté mal visto en ... la intelectualidad progresista y, sin embargo, creer que la ONU dé cierto caché, aunque no haya pruebas concluyentes de para qué. Por lo menos Dios consuela y, si es cristiano, viene con guía moral practicable. Los creyentes en la ONU no pueden ser muy practicantes.
En días de Asamblea General, al menos, tanto dirigente en Nueva York llena minutos de telediarios y páginas, aunque llevamos décadas sin escenas legendarias, ni ramas de olivo, ni zapatazos, ni cuatro horas de discurso de los sucesores de Fidel Castro que, ahora, si se pusieran a presumir de logros, apenas hablarían los dos minutos necesarios para explicar cómo les llega a los abuelos hambrientos los pedidos comprados por sus nietos en el exilio. La procesión otoñal de mandatarios por Manhattan apenas sirve ya para que acudan a soltar su rollo a los sitios que han patrocinado sus gobiernos, o sea, nosotros, y en el caso de Sánchez para demostrar que los tiene cuadrados, ahora que el Ministerio de Igualdad quiere resignificar la expresión de tener huevos. ¿Que soy doctor con una tesis 'fake'? Pues allá que voy a Columbia a hablar de excelencia académica. ¿Que hemos puesto en peligro a mujeres maltratadas por pulseras defectuosas, que mi mano derecha fue un putero, que mi mujer no sabe lo que son sus propios méritos? Quién mejor para hablar de feminismo.
La última imagen para la historia en esa Asamblea la protagonizaron los alemanes que se rieron de Trump cuando les advirtió que estaban poniendo demasiados huevos en la cesta del gas ruso. El tiempo le dio la razón, como recuerda a todas horas. Le ha cogido el gusto a vaticinarnos infiernos a los europeos y solo nos queda soñar con que Europa gane a EE.UU. en la Ryder en unos días. Allí, en Nueva York.
Los creyentes en la ONU tienen cada vez más complicado evangelizar con el multilateralismo. Nada que hacer en el Sahel, solo lamentar la suerte de las niñas en Afganistán, a las que están quitando el acceso a internet para educarse en casa; cara de póker en Venezuela, en Cuba y en Ucrania, mirada a la OTAN, con permiso de Trump. Y a Israel no le importa nada lo que pueda decir un organismo que fue incapaz durante décadas de hacer cumplir sus resoluciones sobre el conflicto.
A la ONU le queda asustar con el cambio climático, «el timo más grande de la historia», dijo Trump, antes de enunciar la bajada de emisiones de Europa y lo que hacen India y China.
Pues hay quien sigue creyendo. En la ONU. Como dice mi amiga, la prueba de fuego de que alguien tiene su capacidad de análisis distorsionada. Puede que sean ya solo diplomáticos o enchufados en los mismos organismos. Nueva York siempre es buen destino. Hasta para Sánchez, que así habla inglés, lo cuelga en redes y le aplauden sus creyentes. Que los sigue teniendo.
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