Portugal se enreda en un polémico debate sobre su pasado esclavista

El presidente Rebelo de Sousa afirma que hay que pagar «los costes» del colonialismo, pero el nuevo Gobierno no parece dispuesto a hacerlo

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El presidente de Portugal Rebelo de Sousa durante una visita a Cabo Verde el pasado mes de abril ABC

Tomás Guerreiro

Corresponsal en Lisboa

El Comité de la ONU para la Eliminación de la Discriminación Racial consideró en 2020 que Portugal debía pedir perdón «por su papel en la trata transatlántica de esclavos y por las prácticas de esclavitud en sus antiguas colonias». El propio presidente de la República, ... Rebelo de Sousa, aseguró hace unos días, provocando una gran polémica, que «Portugal debe pagar los costes» de la esclavitud transatlántica y del colonialismo. Sin embargo, el nuevo Gobierno no ha visto con buenos ojos sus palabras y ha asegurado que no iniciará «ningún proceso» en este sentido.

Los historiadores de Slave Voyage se han dedicado a recuperar la memoria de la trata transatlántica de esclavos, y el papel del imperio portugués es inolvidable, en lo que las Naciones Unidas consideran un crimen contra la humanidad, con cerca de 5.800.000 personas esclavizadas bajo bandera portuguesa.

Portugal, el Reino Unido y España ocupan, por este orden, el podio de los mayores traficantes de esclavos desde el siglo XVI hasta finales del siglo XIX. Aunque los europeos no inventaron la esclavitud, la exacerbaron. Hay que tener en cuenta que Portugal aún luchaba por convertirse en un reino independiente al este con España y al sur con los bereberes, cuando el rey de Malí, Mansa Musa, intercambió legiones de esclavos con el rey de Egipto por toneladas de oro.

La historia sólo cambió cuando los navegantes portugueses llegaron a la costa occidental de África, concretamente a Luanda, estableciendo fortificaciones religiosas y militares, para «entrar en un negocio dominado por el rey del Congo» en el siglo XVI –explica a ABC Jelmer Vos, coordinador del departamento de Historia de la Universidad de Glasgow. A partir de la colonización de Luanda en 1575, con el establecimiento de estados-fortaleza, el sureste de Nigeria, los puertos de Bissau o Cacheu perdieron relevancia. «El rey del Congo utilizaba las conchas para comprar esclavos –criminales o enemigos derrotados– a las tribus para venderlos a los portugueses a cambio de mercancías», explica el historiador.

Expansión portuguesa

Luanda era un pueblo de pescadores que se convirtió en «un importante punto comercial» tras la colonización. La violencia comenzó más tarde, con la expansión portuguesa a orillas del río Quanza, el avance de las fortalezas –enclaves de influencia portuguesa– «sometiendo a los jefes tribales a la ley de la corona, con el cristianismo legitimando la esclavitud».

Si algunos jefes tribales se resistieron, otros se aliaron con el imperio portugués. Hasta el siglo XVIII, debido a la precariedad de las embarcaciones, éstas navegaban de Lisboa a Luanda, haciendo escala en Guinea-Bissau o Cabo Verde. Cuando llegaban a Río de Janeiro o al noreste de Brasil, los comerciantes vendían los esclavos y se proveían de especias y riquezas para volver a Lisboa.

Para los europeos de la época, el comercio de hombres era moralmente indiferente al de azúcar, tejidos o especias. Según la base de datos Slave Voyage, 5.848.000 esclavos fueron transportados bajo la bandera de Portugal. Alrededor de 750.000 murieron en el viaje. «Con 200 o 300 personas apiñadas durante dos meses, bastaba un enfermo para matarlos a todos», explica Nicholas Radburn, del departamento de Historia de la Universidad de Lancaster.

Primera sociedad esclavista

Cabo Verde, por ejemplo, se convirtió en la primera sociedad esclavista del mundo, con más siervos sometidos que hombres libres. Algunos historiadores consideran este periodo, del siglo XVI al XIX, como el inicio del capitalismo global. Pues, «tras los primeros viajes, la corona no tenía recursos financieros para sostener las expediciones», afirma Radburn. Y, los mercaderes explotaban una concesión naval y pagaban impuestos al imperio: «Era un negocio privado», añade.

Cabo Verde, por ejemplo, se convirtió en la primera sociedad esclavista del mundo, con más siervos sometidos que hombres libres

Destacan sólo algunas empresas estatales, la Companhia Geral de Grão-Pará e Maranhão, así como la Companhia Geral do Comércio de Pernambuco e Paraíba, ambas fundadas por el Marqués de Pombal y con sede en Lisboa. «Eran menos rentables que las expediciones privadas», afirma Jelmer Voos.

En los siglos XVIII y XIX, la ruta cambió. «Lisboa perdió su papel central en el comercio transatlántico. La travesía se realizó esencialmente entre Luanda y Río de Janeiro», explica el historiador inglés. En estos dos siglos, el número de personas esclavizadas aumentó exponencialmente y el abolicionismo portugués no supuso el verdadero fin de la esclavitud.

Eslavitud doméstica

Según António Mendes, de la Universidad de Nantes, «la última esclava entró en Lisboa en 1880 como empleada doméstica. Hay fotografías de ella junto a la cuna de un bebé blanco». La esclavitud doméstica era la norma en la capital, mientras que el trabajo forzado era el propósito en América.

«En el nordeste, los esclavos trabajaban en las plantaciones de azúcar; en Río de Janeiro, en las minas de oro y carbón», explica Nicholas, además de en las plantaciones de café en São Paulo. «El azúcar es el primer gran motor del comercio transatlántico de esclavos, después el oro y el café», explica.

«El azúcar es el primer gran motor del comercio transatlántico de esclavos, después el oro y el café»

António Mendes

Profesor de la Universidad de Nantes

La vida media de un esclavo en una mina no superaba los siete años. Los británicos dieron los primeros pasos hacia el abolicionismo y Liverpool cuenta hoy con el mayor museo del mundo sobre la esclavitud. En Lisboa, el proyecto de construir un memorial está en suspenso.

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