Marcelo Rebelo de Sousa, el árbitro de Portugal

Pero hoy, en la vieja Europa, ya no hay revoluciones o golpes de Estado que hagan caer a los gobernantes. En lugar de tanques en la calle y asaltos a los palacios de invierno, basta un juez, un papel y un bolígrafo para acabar con un gobierno. Costa es sospechoso de un crimen, según lo explica un comunicado del gabinete de prensa de la Fiscalía portuguesa.

La mañana tranquila del pasado martes pasó a ser de gran agitación. A primera hora de la tarde, Costa había presentado su dimisión al presidente de la República. Y Marcelo, que siempre está hablando, se calló. Manejó el silencio, hasta ahora, transformando la sorpresa en el principio de la incertidumbre. «¿Y ahora?», se preguntan los portugueses.

Las elecciones generales son el escenario más probable, pero el Partido Socialista puede presentar a un nuevo líder y aprovechar la mayoría absoluta durante dos años más que todavía tiene de legislatura. El presidente Marcelo es el árbitro y el organizador del juego, además de ser el dueño del balón.

¿Qué va a hacer? Nadie sabe, porque el viejo Marcelo, analista político desde hace más de cincuenta años, el hombre que sabe maquiavélicamente dominar la vida política portuguesa, tiene ahora una oportunidad práctica de pasar de la teoría a la acción. Veremos lo que el maestro de la política se saca de la manga en este momento complicado.