Por qué me llamo John
Kennedy era un icono pop y su asesinato quedó grabado hasta en nuestros nombres
El gángster que silenció la verdad sobre el asesinato de Kennedy
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Iniciar sesiónJohn F. Kennedy fue uno de los primeros iconos forjados en la fase de expansión de la cultura audiovisual en el siglo XX. Esto lo dotó de una fuerza que superó ampliamente el ámbito de la política y llegó hasta nuestros nombres. El sincretismo ... cultural que existe en Iberoamérica, con la ayuda indispensable de unos registros civiles menos apegados al santoral católico que el español de la época, dejó plagado el continente de Vladimiros, Tanias, Jacquelines y Johnes de la Guerra Fría que fuimos los predecesores de las Dianas, Yedáis, Yusnabys, Elones y Tailores que vemos hoy.
60 años del asesinato de Kennedy: los hitos de un presidente hecho mito
Patricia Romero RevueltaCon JFK se llegó a la Luna, EE.UU. fracasó en su intento de invadir Cuba y Luther King pronunció su famoso 'I have a dream'. Su magnicidio, tres años más tarde de llegar a la Casa Blanca, le canonizó. ABC repasa la trayectoria del 35º presidente de los Estados Unidos de América
Mi padre era cajero de un banco por las mañanas, pero a las cuatro de la tarde empezaba su turno como 'locutor de continuidad' –así se llamaba al que iba dando paso a los discos y las noticias– en la Radio Eleuterio Ramírez de Osorno, en el sur de Chile. Ese 22 de noviembre de 1963, la noticia más importante que se produjo a las cuatro de la tarde (una de la tarde en Dallas) fue que el presidente John F. Kennedy había sido declarado muerto tras ser tiroteado en la plaza Dealey. En los boletines horarios de esa tarde se desarrolló toda la tragedia americana: Johnson juró en el Air Force One ante el vestido ensangrentado de Jacqueline Kennedy, un sospechoso Lee Harvey Oswald fue detenido por la policía de Dallas…
Conmocionado por el relato que había difundido esa tarde por las ondas, convencido de que su propia biografía debía dejar constancia de lo sucedido, cuando mi padre llegó a casa esa noche se dirigió a mi madre y le dijo:
—Si tenemos un niño le llamaremos John y si es niña, Jacqueline.
El resultado de esa decisión es que dentro de nueve meses cumpliré 60 años. Y desde que tuve memoria, en mi habitación había una fotografía enmarcada de JFK. Era el retrato oficial que mi padre pidió a la embajada norteamericana pocos días después del magnicidio. Otros tenían crucifijos o santos, y yo tenía a Kennedy. Cada vez que preguntaba por qué me llamaba John o por qué alguien con apellido alemán no se llamaba Hans, volvíamos al relato de aquel día fatídico: la película de Abraham Zapruder contada desde la perspectiva de una radio de Osorno.
Un verdadero fan
Todo esto tuvo consecuencias. A los 12 años ya había leído dos veces la monumental biografía de JFK que escribió William Manchester –'Retrato de un presidente'– y su secuela: 'Muerte de un presidente'. Devoraba todo lo que caía en mis manos sobre JFK, desde panfletos hasta revistas de cine que hablaban de sus aventuras con Marilyn o con Angie Dickinson. A través de Kennedy llegué a Frank Sinatra y me enteré de cosas inútiles como que Jimmy Hoffa estaba enterrado en un barril de hormigón mucho antes de que Jack Nicholson hiciera 'Hoffa', la película, en 1992.
Adoré acríticamente a Kennedy por culpa de sus propagandistas, entre los cuales su padre Joseph, un magnate influyente en Hollywood, no fue el menor. Nadie ha dado lugar a tantas películas que lo dejan bien parado. Fue un héroe de la Segunda Guerra Mundial que salvó a su tripulación en la PT-109 (Martinson, 1963). En 1962, salvó al mundo de los generales belicistas en sólo trece días (Costner, 2000). Su empuje llevó al hombre a la Luna y denunció la falta de libertades de la oligarquía senescente de la URSS.
Además, Kennedy había ganado el Pulitzer con 'Perfiles de Coraje', lo que le daba cierto crédito periodístico. Quizá el momento en que más admiración sentí por él fue cuando llegué a quinto curso en la Escuela Nº1 de Osorno: en la entrada del edificio estaba el símbolo de las manos entrelazadas de la Alianza para el Progreso, la organización que había financiado su construcción.
Desmitificar al personaje
La Alianza para el Progreso fue la respuesta de Kennedy a la penetración comunista en Iberoamérica y al surgimiento de las barbas de Fidel ante las del Tío Sam. Un programa de ayuda económica, política y social efectuado entre 1961 y 1970 que pretendía enmendar la política del 'Big Stick' y que apenas fue un interregno hasta que Nixon alentó el golpe de Estado en Chile en 1973. El nacimiento de la Alianza se produjo en un discurso extraordinario de JFK ante los embajadores iberoamericanos el 13 de marzo de 1961: «Nuestros continentes están enlazados por una historia común: la interminable exploración de nuevas fronteras. Nuestras naciones son el producto de una lucha común la rebelión contra el dominio colonial. Y nuestros pueblos comparten un patrimonio común: la búsqueda de la dignidad y libertad del hombre».
En cada detalle del presidente iba descubriendo que sus asesores habían sido los tipos más brillantes de su tiempo
Con el paso del tiempo, el relato de su existencia se hizo más granular y fueron apareciendo los matices. Fue la indecisión suya la que convirtió a Bahía Cochinos en una operación fallida y enquistó el problema cubano hasta el día de hoy. Pero, sobre todo, fue su perfil humano el que me iba resultando menos atractivo. Nunca fui capaz de percibir si había sentimientos auténticos en sus relaciones extramaritales o era un simple atleta sexual que vivía en una adolescencia eterna. Me molestó especialmente que ninguneara a Sinatra, que tanto le había ayudado, cuando lo tocó la sombra de la Mafia. Sobre todo porque la comprensión de la cuestión racial del cantante era superior a la de los bostonianos. Al mismo tiempo, en cada detalle del presidente iba descubriendo que sus asesores habían sido los tipos más brillantes de su tiempo.
Ahora, mi mirada sobre JFK está muy lejos de la rendida admiración que le dedicó mi padre, pero no tan lejos como para cambiarme el nombre.
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