Conspiranoia en Camelot: la campaña presidencial de Robert Kennedy Jr.

Bobby, el cuarto miembro del clan familiar en presentarse a las primarias, es abonado a una larga lista de teorías conspiranoicas, desde la implicación de la CIA en el asesinato de su tío hasta su cruzada contra las vacunas

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Robert F. Kennedy Jr., durante el anuncio de su campaña presidencial para las elecciones de 2024 AFP

David Alandete

Corresponsal en Washington

Se acercaba el 50 aniversario de la muerte de su tío a tiros en Dallas, y Robert Kennedy Jr. finalmente se decidió a revelar su opinión sobre el asesinato, que resultó ser explosiva. «Hay pruebas contundentes de que la CIA estuvo involucrada en ... su asesinato. Creo que está más allá de toda duda razonable en este punto… Las pruebas de que la CIA estuvo involucrada en el asesinato y en el encubrimiento son abrumadoras», dijo en una entrevista en un programa de radio.

En otras circunstancias y otro tiempo, que el principal vástago del clan político de mayor relumbrón de la historia reciente de Estados Unidos hiciera semejante denuncia habría bastado para desatar una tormenta mediática y posiblemente una exhaustiva investigación oficial. Pero siendo Kennedy quien es, la recuperación de una vieja teoría conspiradora no provocó más que algunos titulares, que fueron tendencia en redes sociales unas horas, y nada más. Al fin y al cabo, ni siquiera fue una de sus provocaciones más escandalosas.

Robert Francis Kennedy Jr., conocido comúnmente como RFK Jr. o simplemente Bobby, es el cuarto miembro del clan familiar católico en presentarse a las primarias presidenciales, tras sus tíos John y Ted y su padre Robert. Hace décadas, el apellido Kennedy era sinónimo de poder. Se decía que los Kennedy eran «Camelot», una imagen idealizada de la presidencia de John F. Kennedy, comparada con el mítico reino del Rey Arturo, lleno de esperanza, juventud y poder.

Eso ha cambiado. Según el profesor de la universidad de Boston Tomas Whalen, experto en historia política y en los Kennedy, en los últimos años «el impacto y relevancia del apellido han disminuido considerablemente entre las generaciones más jóvenes, quienes no lo ven con el mismo peso histórico o político que las generaciones anteriores».

Pesadilla para Biden

La campaña de este nuevo Kennedy era hasta hace poco una pesadilla para Joe Biden. Le salió un competidor demócrata de magnético apellido que le disputaba las primarias y amenazaba con hacerle al hoy inquilino de la Casa Blanca lo que su tío Ted Kennedy le hizo a Jimmy Carter en 1979: arruinó las posibilidades de reelección del entonces presidente al desafiarle para la nominación presidencial demócrata, sembrando el desencanto en el partido y provocando un tsunami republicano que encumbró a Ronald Reagan.

El 9 de octubre de este año, sin embargo, la pesadilla cambió. Hoy Kennedy atormenta no sólo a Biden, sino también a Donald Trump. Aquel día, el abogado, de 69 años, anunció que dejaba el partido Demócrata y se presenta a las elecciones directamente como independiente. Y las últimas encuestas demuestran que la campaña de Kennedy le resta más votos al republicano que al demócrata. El sondeo que ha hecho la casa Quinnipiac dice que sin Kennedy, hay un empate entre Biden y Trump. Con Kennedy, que se lleva un nada desdeñable 22% del voto, Biden tendría un 39% y Trump, un 36%.

Esa es en realidad la enorme conmoción de esta campaña: que Kennedy tenga un 22% de votos. Porque ha sido calificado de «peligro nacional», carente de «valores, visión y juicio», «una vergüenza». No es un cualquiera anónimo quien hace esas denuncias. Es su propia familia. Sus hermanos, primos, sobrinos se han hartado de publicar comunicados de condena, tratando de silenciarle. Kerry Kennedy, una de sus hermanas, ofreció sucintamente las razones familiares en un comunicado: «No podemos compartir ni respaldar sus opiniones sobre la pandemia del COVID y las vacunas y el papel de las plataformas de redes sociales en el control de la desinformación».

La lista de teorías conspirativas a las que se ha apuntado Kennedy, que de formación es abogado y de carrera se ha especializado en causas ecologistas, es larga. Que las señales de wifi causan cáncer porque el cerebro es permeable. Que la tecnología 5G de los móviles se usa para controlar a la población. Que los antidepresivos son responsables de tiroteos en escuelas. Que los químicos en el suministro de agua pueden convertir a los niños en transgénero. Que el VIH no es la causa de la enfermedad del sida. Que las vacunas causan autismo y son más dañinas que las enfermedades que previenen. Y ahora, también, que la CIA asesinó a su tío.

En realidad, tras la muerte del presidente, la paranoia rodea a la familia. Ya durante la presidencia de Donald Trump, en 2020, surgió en redes una teoría de la conspiración que involucraba a John F. Kennedy Jr., conocido como 'John John'. Esta teoría conspirativa, propagada por seguidores del movimiento QAnon, afirmaba falsamente que Kennedy Jr., quien falleció en un accidente aéreo en 1999, en realidad estaba vivo y planeaba aparecer públicamente para apoyar a Trump. Según esta teoría sin fundamento, Kennedy Jr. se uniría a Trump para luchar contra un supuesto 'estado profundo' y desmantelar una red de élites corruptas.

El candidato Kennedy, hijo homónimo de Robert Kennedy, fiscal general y candidato demócrata asesinado por el palestino Sirhan Sirhan en 1968, lo tenía todo para devolver su apellido familiar a la Casa Blanca: viajado, educado, formado en Harvard y la London School of Economics, convencido militante demócrata, dedicado a la conservación del río Hudson, defensor de las energías renovables, comprometido con la defensa de comunidades nativas y afroamericanas.

Cruzada contra las vacunas

Y aunque Kennedy sigue con los ojos puestos en el Despacho Oval, sus opciones se arruinaron en 2014. Fue el año en que comenzó a adentrarse en la controversia al abogar contra el uso del antiséptico timerosal en vacunas, sugiriendo que está vinculado con el aumento de diagnósticos de autismo. No hay evidencia científica que respalde un aumento del riesgo de autismo debido a este compuesto. Desde entonces, su escepticismo se convirtió en una cruzada contra las vacunas, que halló su momento decisivo ante el coronavirus.

Durante la pandemia, Kennedy recomendó no vacunarse, dijo que las vacunas no son seguras y hasta sugirió que en realidad el virus pudo haber sido diseñado para que fuera inocuo para chinos y judíos, todo un estallido conspiratorio que provocó el repudio hasta de la Liga Antidifamación, que combate el antisemitismo.

El profesor Whelan afirma que Kennedy es «en esencia, un conspiracionista». «Esta postura lo coloca en una posición única en el espectro político, atrayendo a un segmento específico del electorado que comparte sus sospechas o teorías. Su enfoque en temas como las vacunas y otras teorías de conspiración lo distingue de otros políticos tradicionales, pero al mismo tiempo, estas opiniones extremas pueden alienar a una parte significativa del electorado que busca posturas más moderadas o basadas en la ciencia», añade.

Cuando Kennedy aun era demócrata, en julio, los republicanos, que controlan la Cámara de Representantes en el Capitolio, le invitaron a participar en unas audiencias públicas sobre 'instrumentalización del gobierno federal', un modo de criticar a la Administración Biden. El candidato acudió, rodeado de partidarios que hicieron cola desde la madrugada para poder verle pasar, con carteles en los que se leía 'Kennedy 2024'. Ante los diputados, denunció que ha sido perseguido y silenciado por la Administración Biden, con el objetivo de neutralizarlo políticamente ridiculizando su escepticismo, que él considera sano.

Esta actitud de Kennedy lleva a no pocos analistas a pensar que su campaña, que ha sido apoyada hasta por Steve Bannon, el gran estratega de la campaña de Donald Trump en 2016, es en realidad un complot para que no gane Biden. Es, según el profesor Whelan, toda una tradición familiar. «Su propio padre, Robert Kennedy, en 1968, jugó un papel crucial en la división del Partido Demócrata, lo que resultó ser fatal, porque permitió que Richard Nixon se convirtiera en presidente en 1968, en una elección extremadamente reñida. La influencia de los Kennedy en el partido ha sido significativa, a menudo cambiando el curso de la política interna. Estas divisiones han tenido repercusiones duraderas en la estructura y estrategia del partido, afectando no solo las elecciones en las que participaron, sino también el panorama político general».

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