Biden: las dudas sobre un octogenario que quiere presentarse a la reelección
La edad del líder demócrata sería ahora un asunto menos relevante si no hubiera repetido en los últimos meses su intención de no retirarse
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La agenda oficial de Joe Biden aparecía desierta para este fin de semana, con la única excepción de la boda de su nieta, Naomi, que se celebró el sábado en la propia Casa Blanca. No había celebración prevista, sin embargo, para algo que interesa mucho ... más a los votantes y, sobre todo, a sus rivales: el presidente de EE.UU. cumple hoy 80 años. Con las elecciones presidenciales de 2024 en el horizonte, la edad, la salud y la capacidad de Biden están en el centro del debate político.
La edad de Biden sería ahora un asunto menos relevante si el presidente no hubiera repetido en los últimos meses su inclinación por presentarse a la reelección. «No he tomado esa decisión todavía, pero mi intención es hacerlo», dijo una vez más en una entrevista con la MSNBC a finales de octubre.
Si esa intención se materializa, la edad del candidato, quiera él o no, será un asunto central de la campaña. Ya lo fue en la elección de 2020, cuando Biden estaba a punto de cumplir 78 años y buscaba convertirse en el presidente más anciano de la historia de EE.UU. En 2024, los votantes tendrían que apostar por un hombre de casi 82 años, que estaría en el cargo al menos hasta los 86, una edad en la que, por lo general, la capacidad física y cognitiva decaen con fuerza. Un presidente octogenario -en la mirada de todos, con una agenda exigente, viajes por todo el mundo- es un territorio desconocido, y preocupante para muchos, en EE.UU.
De Eisenhower a Reagan
La consideración de la edad de los presidentes no es algo que haya nacido con Biden. «Nadie debería ocupar este cargo con más de 70 años», declaró Dwight Eisenhower, que cerró por fuera la puerta del Despacho Oval justo pasada esa edad, en 1961.
Pero sobre todo corrieron ríos de tinta con Ronald Reagan, que juró el cargo en 1981, a pocos días de cumplir 70 años. Eso no le impidió al actor metido a presidente ser un líder muy popular y efectivo, aunque las dudas sobre su edad y salud se intensificaron en la recta final de su segundo mandato.
Reagan dejó una frase célebre cuando se discute sobre edad y política. En un debate con su rival demócrata, Walter Mondale, de 56 años, en la campaña de su reelección se comprometió, con mucha gracia, a no «no convertir la edad un tema central de la elección y no aprovechar con objetivos políticos la juventud e inexperiencia de mi oponente». Ni Mondale ni los moderadores del debate pudieron evitar las risas ante un comentario que desbarató las dudas sobre la edad.
Es imposible que Biden pueda utilizar la edad, ni siquiera en broma, a su favor. Sus rivales políticos y sus medios y comentaristas afines lo han convertido en su principal ataque contra el presidente: no es apto para el cargo. El primero fue Trump, durante la campaña electoral de 2020, que le endosó el mote 'Sleepy Joe', o 'Joe el soñoliento'.
Es imposible negar que su apariencia física se ha deteriorado desde sus días como vicepresidente. Sus movimientos son más trabajosos y rígidos -una fractura en el pie jugando con uno de sus perros nada más llegar a la Casa Blanca no ha ayudado-, a pesar de que Biden trata de pegar una carrerilla antes de subirse a los escenarios, algo cada vez menos convincente. Aparenta su edad y eso a veces se traduce en un gesto distraído y confuso.
Desde su llegada a la Casa Blanca, el propio Biden se ha encargado de dar munición a quienes le acusan de no poder con el cargo. Se ha caído de la escalerilla del 'Air Force One', el avión presidencial. También perdió la verticalidad en una bicicleta durante un paseo veraniego en su estado de Delaware, delante de las cámaras, cuando de hecho trataba de mostrar su vitalidad.
Los patinazos físicos son recientes; los verbales han sido una constante en la carrera política de Biden, que se alarga durante ya cinco décadas. Pero en los últimos meses se han agravado. Hace unos días, durante su gira asiática, confundió Camboya con Colombia (para su desgracia, lo hizo en Camboya). En julio, en Israel, tropezó en un tema delicado: habló del «honor» del Holocausto, en lugar del «horror». Se confundió al hablar de sí mismo, en mayo, cuando dijo que no había habido muchos «senadores» de Delaware (el estado, como el resto del país, siempre está representado con dos) cuando quería decir «presidentes».
El episodio más recordado ocurrió en septiembre, en un evento en La Casa Blanca. «Jackie, ¿dónde estás? ¿Dónde está Jackie?», preguntó en referencia a Jackie Walorski. No se percató que la diputada demócrata había fallecido el mes anterior en un accidente de tráfico.
Estas metidas de pata son utilizadas hasta la saciedad por los republicanos y se devoran en los medios afines y en redes sociales. Son la base para calificarle de «no apto» para el cargo.
En octubre, arrancó un discurso diciendo: «Dejadme que empiece con dos palabras: 'Hecho en América'» (son tres palabras). El senador republicano Ted Cruz lo aprovechó para un dardo ácido en Twitter: «Dos palabras: demencia».
Dudas de los ciudadanos
La respuesta de la Casa Blanca es insistir en el gran estado de salud del presidente, apuntar que lleva un estilo de vida mucho más saludable que el de su posible rival en 2024 -Trump, que además tendrá 78 años en la elección- y defender que ha sacado adelante un programa legislativo ambicioso y que cumple con jornadas muy rigurosas de trabajo. El último informe del médico de Biden, Kevin O'Connor, asegura que es «apto para el cargo» y capaz de ejecutar sus responsabilidades sin complicación. La repuesta de Biden, en su conocido estilo fanfarrón, suele ser una versión de: «Ven a entrenar y a trabajar un día conmigo, a ver si aguantas».
El problema para Biden y para los demócratas es que quizá los votantes lo vean de otra manera. En una encuesta del pasado febrero de 'Washington Post/ABC', el 54% de los estadounidenses creían que Biden no tiene la agudeza mental necesaria para servir como presidente, frente al 43% que lo decía en mayo de 2020.
Durante la campaña de las últimas elecciones, muchos candidatos demócratas prefirieron que Biden no les acompañara en los mítines
De cara a 2024, las dudas sobre su edad y su estado físico y mental son un lastre añadido sobre la impopularidad de Biden, que tiene un índice de aprobación del 42%. Un sondeo a pie de urna de CNN en las elecciones del pasado martes -y pese al buen desempeño de los candidatos demócratas- apuntaba a que el 67% de los encuestados prefería que Biden no concurriera a las presidenciales de 2024.
Durante la campaña de las últimas elecciones, muchos candidatos demócratas prefirieron que Biden no les acompañara en los mítines. Algunos diputados con peso han empezado a hablar de la necesidad de «cambio generacional», de «savia nueva».
Biden empezará a deshojar la margarita sobre su candidatura a la reelección a partir de esta semana, entre pechuga de pavo y tarta de calabaza, cuando se junte con su familia para las festividades de Acción de Gracias. La expectativa es que tome una decisión a comienzos del año que viene. Si quiere hacerlo de manera solemne, podría utilizar su discurso sobre el Estado de la Unión ante el pleno del Congreso, previsto para febrero. Solo dependerá de él. Y, claro, de su salud.
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