Beirut aprieta los dientes ante una inminente represalia israelí

La matanza, la mayor provocada en territorio de Israel por Hizbolá desde el comienzo de la guerra en la Franja de Gaza, el pasado 7 de octubre, ha provocado una lógica ola de inquietud ante la posibilidad de que sea el detonante de una nueva guerra en el sur del Líbano. El Gabinete israelí aprobó, en una reunión de urgencia, que el primer ministro, Netanyahu, y las Fuerzas Armadas tomen las decisiones «oportunas en el momento oportuno» para llevar a cabo la represalia contra la milicia chií libanesa.

En los funerales celebrados en los Altos del Golán por los muchachos asesinados, tanto Netanyahu como los miembros de su Gabinete presentes subrayaron que «no existe diferencia entre menores drusos o menores judíos», porque todos son ciudadanos del país. No obstante, las protestas contra Tel Aviv por parte de las familias de los asesinados muestra que no es un criterio compartido. Los drusos que viven en el Golán se han negado a adquirir la ciudadanía israelí, porque siguen considerándose sirios. Además, han criticado la desprotección que sufren ante los ataques de Hizbolá desde que comenzó la guerra en Gaza.

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Los Altos del Golán, la meseta que Israel arrebató a Siria en la Guerra de los Seis Días en 1967, y se anexionó en 1981, constituye un enclave estratégico clave para Israel porque desde ellos se controla parte de la frontera con Siria, Jordania y el Líbano. Actualmente viven en los Altos unos 20.000 drusos, junto a 25.000 colonos judíos repartidos en una treintena de asentamientos.

Los drusos son una comunidad árabe musulmana presente en varios países de la región, y también en Israel, donde la mayoría de sus 300.000 miembros tienen la ciudadanía israelí y están especialmente vinculados a la carrera militar. Son por tanto tolerantes con el modelo sionista, y su interpretación del Corán es moderada y endogámica: no admiten ni las conversiones ni los matrimonios mixtos. Son en su mayoría israelíes; pero no son hebreos.

Además los drusos constituyen la cuarta minoría religiosa en el Líbano, después de la que forman los suníes, chiíes y cristianos, por lo que el ataque del fin de semana de Hizbolá contra la aldea drusa de los Altos del Golán fue un error garrafal que les pasará factura en la política interna.

Israel se siente 'obligada' a tomar represalias contra Hizbolá, quizá por vía de bombardeos en el sur del país o en sus bases en Beirut, pero los analistas consideran poco probable que el Gabinete de Netanyahu esté dispuesto a embarcarse en una ofensiva terrestre, especialmente en esta fase llena de interrogantes de la guerra en Gaza. Su único gran aliado, Estados Unidos, presiona a Netanyahu para que ponga fin al conflicto. La postura es unánime, con distintos matices, entre demócratas y republicanos. Además, Israel tiene que mantenerse alerta ante sus otros dos grandes enemigos de la región, Irán y el Yemen, que han puesto varias veces a prueba su defensa antiaérea.