Masoud Pezeshkian, presidente electo de Irán: un cirujano para un cadáver ambulante
El político de 69 años se dispone a asumir la jefatura del Gobierno con unas credenciales de reformista que no responden a la realidad
Irán gira al reformismo con la victoria de Pezeshkian en las presidenciales
El reformista Pezeshkian y el ultraconservador Jalili se enfrentarán en la segunda vuelta de las elecciones de Irán
Madrid
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Iniciar sesiónMasoud Pezeshkian asumirá dentro de unos días la Presidencia de Irán después de la victoria en las elecciones del pasado 5 de julio frente a su rival, Saeed Jalili, representante de la línea más dura del régimen teocrático persa. Antiguo cirujano cardiaco, de 69 ... años, Pezeshkian lleva muchos años implicado en la política y cultiva la imagen de 'reformista'. Muchos medios occidentales se han hecho eco de ese lema de campaña para pronosticar el advenimiento de una apertura liberal en uno de los regímenes más islamistas del planeta.
A Pezeshkian no le disgusta la etiqueta de reformista, como han puesto de relieve sus primeras declaraciones a la prensa, en las que expresa su determinación de acercar Irán a Occidente; sin dejar por eso de lado sus compromisos con China y Rusia, y con los movimientos yihadistas que luchan en Gaza, Líbano y el Yemen, con la entusiasta colaboración de Teherán.
Afirmar, en el contexto de la revolución islamista que trajo el ayatolá Jomeini en 1979, que un político es 'reformista', no tiene en Irán las connotaciones liberales que comporta en Occidente. Significa tan solo que -sin faltar a la lealtad estricta al régimen clerical e islamista- el candidato propone a quienes tienen que examinar sus credenciales soluciones menos centralistas para la economía, y menos radicales para las relaciones con Europa y Estados Unidos, porque está convencido de que son más beneficiosas para todos.
Irán tenía un plan para matar a Trump
David alandete | Corresponsal en WashingtonPezeshkian no ha desvelado cómo va a evitar la inflación galopante que desde hace años castiga a la clase media iraní. Ni qué tipo de reformas sociales propone frente a la disciplina de la Sharía, la ley islámica, que en 2017 produjo las mayores protestas de la historia de la república islámica, sofocadas con mano de hierro. Pero, dadas las características de su rival radical, los pocos iraníes que acudieron a las urnas -en unas elecciones amañadas por una cuestión elemental: todos los candidatos deben pasar el filtro del Consejo de Guardianes de la Revolución- decidieron elegir la menos mala de las opciones.
Pezeshkian no ha explicado cómo va a convencer a la comunidad occidental para que levante o suavice las sanciones, que lastran principalmente las exportaciones de petróleo y gas de Irán, principal fuente de riquezas. Sí ha sido, en cambio, explícito cuando ha asegurado que la política exterior de la primera potencia chií seguirá apoyando a los rebeldes hutíes del Yemen, a los libaneses de Hizbolá y a los palestinos de Hamás.
Jatami, en la memoria
El antiguo cirujano presume, sin embargo, de credenciales reformistas porque entre 2001 y 2005 fue ministro de Salud con el único político iraní que -desde la muerte de Jomeini- ha merecido ese título: Mohamed Jatami. Fue un experimento pasajero que fracasó. Pezeshkian siguió en política, y ha vencido en su tercer intento de alcanzar la Presidencia. Lo que significa que en tres ocasiones su candidatura ha obtenido el visto bueno del Consejo de la Revolución, que le considera un soldado leal al Guía Supremo, el ayatolá Jamenei, y a los principios de la teocracia jomeinista.
Antes de asumir la responsabilidad del gobierno, el próximo 30 de julio, Pezeshkian ha hecho una serie de declaraciones conciliadoras respecto a Europa y Estados Unidos, y ha expresado su deseo de recuperar el tratado nuclear de 2015, en estado cataléptico desde que en 2018 el presidente Trump decidió denunciarlo. Teherán afirma que su programa nuclear solo busca el uso civil de esa energía, pero Washington y sus aliados no piensan lo mismo y exigen otro tipo de garantías.
Pezeshkian ha elegido como responsable de su diplomacia al negociador del tratado nuclear de 2015, aunque va a necesitar mucho más que gestos para garantizar que Irán no busca el arma atómica. Es muy probable que el nuevo presidente tenga que negociar el nuevo tratado y el levantamiento de las sanciones con otra Administración Trump. Y va a ser una tarea dura. Más aún ahora, tras el intento frustrado de asesinato del líder republicano. El episodio ha sacado a la luz otros planes iraníes para atentar contra Trump que comenzaron en 2020, año en que fue asesinado en Irak el jefe de la fuerza militar de elite jomeinista, Al Quds.
¿Velos fuera?
¿Dónde podría cosechar algún éxito como reformista el nuevo presidente iraní? Sin duda en el frente de los cambios sociales. Después de casi medio siglo de imposición de la Sharía -la ley islámica- a los casi 90 millones de iraníes, poseedores de una de las culturas más antiguas del mundo, la situación en Teherán y en otras ciudades del país es lastimosa. No es solo la obligatoriedad del velo para las mujeres. Aunque ese podría ser un buen indicador de las auténticas intenciones reformistas de Pezeshkian. El hiyab fue el detonante de las protestas sociales de 2022, tras la muerte en comisaría de la joven Mahsa Amini, sofocadas con centenares de muertos. El levantamiento -o al menos el alivio- de esa norma sería una señal muy positiva para el nuevo gobierno.
El hiyab fue el detonante de las protestas sociales de 2022, tras la muerte en comisaría de la joven Mahsa Amini
Tanto el código de vestimenta como otras disposiciones de la Sharía afectan, sin embargo, al núcleo del poder de la república islámica, que reside en un estamento clerical dispuesto a vender cara su derrota. Sobre el papel, el sistema oligárquico de la teocracia irabí parace casi perfecto. El Ejército está controlado por dos fuerzas de elite ideológicas, la Guardia Revolucionaria y la fuerza Al Quds. Y el sistema político tiene a la cabeza al Líder Supremo y al Consejo de Guardianes, compuesto por doce eruditos islámicos elegidos por el líder.
Pezeshkian tiene, no obstante, a su favor un factor clave. Jamenei tiene ya 85 años, su salud es un secreto de Estado, y en los movimientos internos para la succesión el nuevo presidente puede ser determinante.
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