Conspiración en la «pequeña Siria»

El asunto no es ninguna broma: el pasado febrero, otros cinco turcos, incluyendo a un miembro de la Organización Nacional de Inteligencia (MIT), fueron detenidos por el secuestro y entrega del coronel Hussein Harmush , que se encuentra desaparecido desde el pasado septiembre, y que se cree que ha sido ejecutado. Harmush, que había fundado la Brigada de los Oficiales Libres , uno de los embriones de lo que ahora es el ESL, fue engañado por el agente turco, que le hizo creer que su grupo iba a recibir ayuda de las autoridades de Turquía. Se desconoce si este agente actuó siguiendo órdenes - en aquel momento el gobierno turco aún no había roto con Siria - o fue comprado por los servicios de seguridad del régimen de Bashar Al Assad .

Y es que Hatay, en la frontera con Siria, se ha convertido en un frente más en la guerra entre Assad y sus oponentes. Aquí, la mayoría de la población habla árabe como primera lengua, porque la región formó parte de Siria hasta 1939. Aquí están los campos de refugiados, aquí está el estado mayor del ESL, y en Antakya, la capital de la provincia, tienen su sede las principales organizaciones de ayuda a los opositores del interior. Y por ello, está también repleto de espías del régimen .

«Casi todos vamos armados. La mayoría con porras eléctricas y cuchillos, pero yo mismo, en ocasiones, he llevado pistola», explica Osama (nombre ficticio), un miembro de una asociación de ayuda humanitaria que cada vez es más difícil de distinguir de las propias redes de abastecimiento de la insurgencia, con las que coopera abiertamente. En ocasiones, los agentes de Assad han atacado en la ciudad a individuos de alto valor para la oposición , como es el caso de Osama, que habla un inglés excelente y realiza tareas de coordinación con la prensa y los simpatizantes extranjeros.

En la sede de su organización descansan tres fotógrafos, dos británicos y un italiano. Están cubiertos de barro hasta arriba: acaban de realizar una incursión en el interior de Siria, pero, a pesar de sus expectativas, no han conseguido imágenes de combate. Un miembro del ESL –se les reconoce por sus ropas militares, y por los andares severos– se asoma a la puerta e intercambia unas palabras con Osama. «Este grupo va a volver a entrar, escoltando un envío de medicinas. Podéis ir con ellos», les dice a los reporteros. El italiano pregunta si les pueden garantizar que van poder fotografiar «acción».

Osama niega con la cabeza. «Los soldados están bastante nerviosos. A algunos los han reconocido por las fotos de la prensa, y han tomado represalias contra sus familias. Es posible que, si hay combate, no os dejen hacer fotos, y si no les hacéis caso pueden llegar a dispararos », explica. Finalmente, tras una breve discusión entre ellos, los reporteros deciden no volver a entrar por ahora.

Las organizaciones opositoras también disponen de una red de pisos patera en los que duermen los miembros de las organizaciones. En uno de ellos conocemos a un hombre, al que llaman «el calígrafo» , que se dedica a dibujar pancartas para las manifestaciones en los campos de refugiados. Nos muestra algunas: «Occupy Banyas» («Ocupa Banyas»), su ciudad natal; «El pueblo quiere el ahorcamiento del presidente»; «Siria entrará en el Libro Guinness de los récords por la locura de Bashar», se lee. «Es mi contribución a esta revolución», nos dice.

En el piso apenas hay muebles; todos duermen en colchones en el suelo.

La televisión está constantemente encendida, permanentemente sintonizada en canales que informan sobre la situación en Siria, como Orient News , que emite desde los Emiratos Árabes Unidos. Una noticia describe la muerte de varias personas en algún lugar del país, incluyendo a un bebé, lo que provoca la indignación de los presentes.

«Este régimen sólo protege a las minorías, pero a los demás nos reprime. A los alauíes, a los cristianos y demás, les dan "mazut” [combustible para calefacción], pero a los musulmanes no les dan nada», dice el calígrafo. «¿Los alauíes no son musulmanes?», pregunto, un poco sorprendido. «No», responde tajante, «ni siquiera son "Gentes del Libro", como los cristianos o judíos», asegura.

Y esa división religiosa, cada vez más acentuada en Siria, amenaza con trasladarse a Hatay, donde existe una importante población alauí. «Los alauíes de Turquía están con Bashar. No nos quieren vender en las tiendas, nos insultan en la calle », explica Osama. Pero lo peor, en su opinión, es el personal médico: «Hemos tenido que habilitar nuestros propios centros médicos, porque en los hospitales públicos los doctores y las enfermeras los maltrataban . Hemos visto casos de amputaciones innecesarias, de utilizar jeringuillas con aire para provocar la muerte al paciente. A muchos les han insultado llamándoles "terroristas", e incluso golpeado en las heridas», asegura.

Mientras tanto, el número de sirios en Turquía no deja de crecer. Algunas fuentes aseguran que, entre aquellos refugiados en los campamentos y los que se quedan con parientes o amigos, alcanzan ya los 40.000 . Y con ellos arrastran, de forma inevitable, el conflicto de su propio país.