El Partido Comunista debate liberalizar aún más la economía china
El Tercer Pleno de la formación se reúne para reformar los sectores aún controlados por los monopolios estatales y seguir creciendo
pablo m. díez
Con la economía ralentizada a su crecimiento más lento desde 1999 y un nuevo equipo de gobierno en el poder desde marzo, China afronta un momento trascendental en la apertura al capitalismo que emprendió hace ya más de tres décadas. Un capitalismo de ... Estado, o socialismo con características chinas, que ha provocado la mayor transformación del país y lo ha convertido en la segunda potencia global, pero que empieza a mostrar signos de agotamiento.
En su Tercer Pleno desde su renovación en noviembre del año pasado, los 205 miembros del Comité Central del Partido Comunista se reúnen desde este sábado hasta el martes a puerta cerrada en un hotel de Pekín con el objetivo de incentivar la economía. Sin dar detalles, los medios estatales chinos han anunciado «cambios profundos» y el número cuatro del régimen, Yu Zhengsheng , ha asegurado que «las reformas serán esta vez amplias, con gran fuerza y sin precedentes».
En 1978 China empezó a abrirse al mundo y, en 1993, liquidó buena parte de sus empresas estatalesTal y como prometió el primer ministro, Li Keqiang , al tomar posesión de su cargo en marzo, el reto consiste en liberalizar la economía, todavía controlada por los monopolios estatales en sectores trascendentales como la energía, las finanzas, las telecomunicaciones o las infraestructura s, para darle más peso en el mercado a las empresas privadas. Tras el estallido de la crisis en 2008, que redujo sus exportaciones por la caída del consumo en Occidente, los jerarcas chinos se dieron cuenta de que debían cambiar su modelo de crecimiento, basado hasta entonces en las ventas al extranjero de la «fábrica global» y la fuerte inversión pública, que ha endeudado a los gobiernos locales.
Liderada por el presidente Xi Jinping , el ala reformista del régimen se ha propuesto fomentar el consumo y la iniciativa privada para captar inversiones y seguir abriendo la economía en virtud de los compromisos que adquirió tras el ingreso de China en la Organización Mundial del Comercio (OMC) en 2001. Pero antes debe vencer las reticencias que encuentra por parte del ala dura del partido, que teme perder sus privilegios con la liberalización de sus poderosos monopolios estatales.
Mientras la posición de las empresas públicas de petróleo y electricidad parece asegurada por ser industrias estratégicas, las reformas más inminentes se perfilan en el sector bancario y en los servicios . En julio, Pekín eliminó los controles a los tipos de interés de los bancos, que ofrecen pocos préstamos privados y más bien se dedican a financiar a las compañías estatales. Y, en septiembre, Shanghái abrió una zona de libre comercio que quiere erigirse en un laboratorio para experimentar con futuras reformas, como la plena convertibilidad del yuan, los tipos de interés según las normas del mercado y el uso transfronterizo de la moneda china.
Incertidumbres
«Espero un compromiso con las reformas económicas para dar confianza a los empresarios, que tienen incertidumbres, pero no es probable que haya cambios radicales porque llevará tiempo reorganizar las fuerzas del mercado», explicó en un reciente seminario para corresponsales extranjeros el profesor Hongbin Cai , decano de Economía Aplicada en la Escuela de Gestión Guanghua, perteneciente a la Universidad de Pekín. A su juicio, «la dirección hacia una economía de mercado es clara, pero los progresos vendrán en el XII Plan Quinquenal, que ya se está preparando para 2015».
Por supuesto no habrá medidas políticas En juego está la continuidad del «milagro económico chino», que, tras crecer a un ritmo medio del 10 por ciento anual entre 1978 y 2008, se ha ralentizado durante el último trimestre hasta el 7,8 por ciento. Según acaba de reconocer el primer ministro Li Keqiang, China necesita crecer al menos al 7,2 por ciento para crear diez millones de empleos al año y atajar el miedo a la inestabilidad social.
Además de reformas económicas, Li Keqiang aboga por acometer cambios administrativos para que los gobiernos locales respondan de su gestión ante la sociedad. De esta forma pretende también luchar contra la corrupción y mejorar la imagen del régimen, pero por supuesto no habrá medidas políticas para limitar el poder del Partido Comunista ni avanzar hacia unas elecciones democráticas .
La elección de un Tercer Pleno del Partido para lanzar todas estas reformas no es casual. En 1978, también durante un Tercer Pleno, Deng Xiaoping ordenó la apertura de la entonces humilde China comunista al capitalismo. Y, en 1993, el primer ministro Zhu Rongji utilizó el mismo cónclave para liberalizar numerosas empresas estatales que se vieron obligadas a competir en el libre mercado. Aunque muchas de ellos acabaron cerrando y despidiendo a millones de trabajadores, esa reforma sentó las bases del desarrollo posterior de China, que quiere asegurarse con este Tercer Pleno su crecimiento durante las próximas décadas.
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