La enseñanza del ritual secreto de la decapitación de los samuráis, revelado cuatro siglos después
Se acaban de traducir cuatro textos del siglo XVII en los que, por primera vez, se plasmó por escrito cómo se debía desarrollar el 'seppuku', el método usado por los antiguos guerreros japoneses para cortarse la cabeza y morir con honor
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Israel Viana
Madrid
«Este documento contiene lecciones secretas que tradicionalmente solo se enseñan verbalmente. Sin embargo, se han registrado aquí para que no se olviden y los samuráis puedan estar preparados», escribió Mizushima Yukinari a mediados del siglo XVII. La declaración forma parte de cuatro textos ... que se han traducido ahora por primera vez, en los que se revela cómo los antiguos guerreros japoneses debían llevar a cabo el 'seppuku', es decir, la decapitación de un compañero por petición expresa de este. Era la única forma que encontraban de morir con honor después de haber fallado en su misión, haber traicionado el código militar o antes de caer en manos del enemigo y ser torturado.
Aunque en el imaginario popular siempre se representa a los samuráis haciéndose el harakiri, como se suele llamar al ritual de suicidio por el que los samuráis se apuñalaban el estómago, lo cierto es que, en la época en la que vivió Yakinari, entre 1607 y 1697, rara vez quitaban la vida de esta manera. Hablamos del período Edo en el que la familia Tokugawa gobernaba Japón, un nombre que procede de la ciudad de Edo, Tokio en la actualidad, donde el shogunato de este clan tenía su sede gubernamental.
Los textos han sido traducidos al inglés por Eric Shahan, un traductor de tratados japoneses antiguos relacionados con las artes marciales. Los ha publicado en el libro 'Kaishaku: The Role of the Second' (autoeditado, 2024). En la introducción señala que la palabra «kaishaku» –que se traduce como «segundo»– se refiere a la persona encargada de ayudar al suicida en la ceremonia y, por lo general, de realizar la decapitación de su compañero. Los cuatro textos fueron escritos, de hecho, para ayudar a dar instrucciones al 'kaishaku'.
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Lo que Yukinari quería contar en el siglo XVII, posiblemente para que las enseñanzas no se perdieran con el tiempo, era cómo variaba este ritual según el rango del samurái y de los crímenes que había cometido, en el caso de que se le considerara culpable de ello. Para el autor era de vital importancia que quienes iban a llevar a cabo la decapitación lo hicieran correctamente, tal y como señalaba la tradición, subrayando que cualquier error en ese sentido podía acarrear una gran vergüenza para el responsable.
«Fijarse en los ojos»
En el siglo XIX, otros textos dieron algunos detalles sobre este ritual. «Es esencial que no dejes de fijarte en los ojos, primero, y en los pies, después, de la persona que está cometiendo de la persona que está a punto de morir», se comenta en 'Tradiciones secretas del seppuku', un pequeño manual escrito en 1840 por un samurái llamado Kudo Yukihiro. «Si no lo haces como consecuencia de una conexión personal con el condenado, será una prueba de que has perdido tu condición de guerrero y atraerás sobre ti la vergüenza eterna», advertía.
Aunque en los textos de Yukinari se registran varias maneras de llevar a cabo el 'sepukku', muchas de ellas implicaban dar el tradicional sake, o vino de arroz, al condenado antes de que le trajeran el cuchillo correspondiente en un plato. Si bien el condenado podía clavárselo él mismo en el estómago antes de su decapitación, lo cierto es que algunas veces se saltaban ese paso. Lo que sí indican es que el kaishaku tenía que cortar la cabeza del samurai inmediatamente después de que trajeran el cuchillo, según explicaba esta semana Shahan a Live Science.
Lo curioso de esta enseñanza secreta y transmitida por vía oral durante generaciones es que el período en el que Yukinari escribió sus textos fue relativamente pacífico. Eso implica que los samuráis no eran tan hábiles con los cuchillos y las dagas como lo habían sido sus predecesores. En épocas de guerra anteriores, los samuráis se abrían el estómago, durante el 'seppuku', de manera más eficaz. «Eso implicaba cortar transversalmente el vientre, de izquierda a derecha, sacar el cuchillo, volver a colocarlo sobre el plexo solar y, a continuación, cortarlo en línea recta hacia abajo para hacer una forma de cruz antes de retirar el cuchillo y colocarlo sobre la rodilla derecha», subrayaba Shahan.
El último caso
A pesar de ser un método antiguo, su práctica llegó hasta el siglo XX. El último caso del que se tuvo constancia fue en Tokio, el 25 de noviembre de 1970. El suceso fue cubierto por los medios de comunicación de medio mundo y ABC le dedicó tres páginas. Aquel día, a las 13.15, apareció un locutor en la principal cadena de televisión visiblemente alterado, tras cortar la programación habitual: «¡Atención, atención! Está ocurriendo algo extremadamente grave en el centro de Tokio». En la pantalla apareció el cuartel general del Comando Oriental de las Fuerzas de Autodefensa.
En ese momento, la voz del reportero se quebró de emoción y continuó con el relato: «Un comando de la Tatenokai [la milicia privada compuesta por jóvenes estudiantes patriotas, especialistas en artes marciales, que había formado el célebre escritor Yukio Mishima] ha asaltado las instalaciones militares media hora antes y han podido con los centinelas del cuerpo de guardia. Ahora están atrincherados en el despacho del Estado Mayor. Parece que han hecho prisionero al general Kanetoshi Mashita».
Pocos minutos después, las cámaras de televisión enfocaban el patio del palacio rodeado. Varios soldados corrían de un lado a otro, mientras aparecían los helicópteros de la Policía y de los medios de comunicación. «Atenazados por la sorpresa, millones de japoneses se preguntan qué va a ocurrir, pues todos conocen la Tatenokai, formada por hombres que todavía no se han resignado a la pérdida de los valores tradicionales tras la derrota de Japón en la Segunda Guerra Mundial», informaba ABC en el artículo 'El harakiri como protesta y desengaño'.
'Seppuku' en 1970
En ese momento, los telespectadores y los miembros del Ejército se percataron de que los guiaba el mismo Mishima, uno de los escritores más famosos de la posguerra, con novelas traducidas en todo el mundo y dos veces candidato al premio Nobel de Literatura. Aunque minutos antes de salir hacia su destino le había enviado a su editor la última parte de 'El mar de la fertilidad', la tetralogía que los críticos consideran su obra maestra, parece que eso ya no le interesa.
En ese momento, Mishima cercó con barricadas el despacho y ató al comandante a su silla. Con un manifiesto preparado y pancartas que enumeraban sus peticiones, el escritor salió al balcón para dirigirse a los soldados reunidos en el patio. Vestía el uniforme escarlata que la Tatenokai solía usar para los desfiles y la banda blanca de la meditación y el sacrificio en la cabeza. Su discurso pretendía inspirarlos para que dieran un golpe de Estado y restituyeran al emperador, pero no logró hacerse oír y desapareció.
El relato de este diario es escalofriante: «Dentro de pocas horas, en las ediciones especiales de los periódicos se sabrá que Mishima ha firmado su protesta con sangre. Se ha vuelto frente al general prisionero, se ha arrodillado y se ha quitado la chaqueta, quedando con el dorso desnudo. El lugarteniente Masakatsu Morita le ha presentado la más corta de sus espadas. Mishima ha elevado los ojos al cielo durante un instante, se ha clavado la hoja en el vientre, desgarrándolo de abajo arriba, con una frialdad alucinante».
El 'seppuku' de Mishima
Mishima se había hecho precisamente el 'seppuku', la citada variante del 'harakiri' que incluía la decapitación. Esta fue asignada por el escritor, previamente, a Morita, pero este no fue capaz de realizar su tarea de forma adecuada. Después de varios intentos fallidos, se vio obligado a cederle el turno a otro miembro de la Tatenokai, Hiroyasu Koga, que sí pudo acabar el trabajo. A continuación, Morita también llevó a cabo su 'seppuku', siendo decapitado por su compañero Koga. Su cabeza cortada rodó sobre el pavimento junto a la de Mishima. «Únicamente la irrupción de la Policía ha impedido una horrible matanza. Los fidelísimos que habían seguido a Mishima hasta el despacho del general iban a darse muerte unos a otros. Esa era la consigna», añadía ABC.
Mishima preparó su muerte de forma meticulosa durante, al menos, cuatro años. Ninguna persona ajena a los miembros de la Tatenokai que le acompañaron su último día de vida tenían la más mínima sospecha de sus planes. Antes de suicidarse, de hecho, se aseguró de que sus asuntos estuvieran en orden e, incluso, dejó dinero para la defensa en el juicio de los otros tres miembros de su milicia que no murieron.
Prueba de ello es el libro que Alianza Editorial publicó, en 2015, en el que se recogía por primera vez en español la última entrevista que concedió apenas unos días antes de suicidarse. Su interlocutor fue el reconocido crítico literario Takashi Furubayashi, al que le dio algunas pistas sobre lo que iba a acontecer: «Espere y verá lo que hago», «me hallo al borde del momento de mi vida en que todas las patas de la mesa han desaparecido» o, simplemente, «estoy agotado».
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