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El olvidado legado de Pablo Iglesias: el líder que fundó un PSOE ya dividido y en crisis

Hoy se cumplen 95 años de la muerte del histórico líder socialista, que ha sido homenajeado por los actuales dirigentes de la formación y de UGT en un acto en el Cementerio Civil de Madrid

Imagen de Pablo Iglesias a comienzos del siglo XX (derecha), en un montaje junto a Pedro Sánchez (izquierda) y Felipe González ABC

Israel Viana

Los dirigentes del PSOE han homenajeado este miércoles a Pablo Iglesias Posse por el 95 aniversario de su muerte. El acto ha tenido lugar en el Cementerio Civil de Madrid, donde el histórico fundador del partido fue enterrado en presencia de 150.000 simpatizantes en diciembre de 1925, en plena dictadura de Primo de Rivera . A ella se enfrentó con todas sus fuerzas durante sus últimos dos años de vida, al contrario que otros líderes socialistas que abogaron por apoyar al nuevo régimen para que la formación no fuera prohibida.

Esta no fue más que una de las infinitas disputas que vivió Iglesias dentro del partido fundado en la taberna Casa Labra de Madrid, el 2 de mayo de 1879. El actual presidente Pedro Sánchez no parece acordarse de que la crisis y la división de la que hace gala actualmente su Gobierno de coalición, en temas tan dispares como la Monarquía, los presupuestos del Estado y la gestión de la crisis del coronavirus, está dentro del ADN del PSOE desde hace más de 140 años.

Para que se hagan una idea, en Casa Labra estaban, además de Iglesias, Jaime Vera , Antonio García Quejido , Emilio Cortes y un pequeño grupo de intelectuales y obreros entre los que, durante los primeros meses de vida, hubo más diferencias que acuerdos a la hora de definir qué estrategia debían seguir. Al final se impuso el grupo que rechazaba cualquier tipo de alianza con las organizaciones republicanas, a pesar de que durante treinta años el PSOE se negó a pactar con los partidos republicanos de Pi y Margall o Nicolás Salmerón .

Legalidad o revolución

Estamos ante la primera brecha de la historia del PSOE, que queda reflejada en los escritos del propio Iglesias Posse, donde defiende que las nociones del socialismo internacional no eran aplicables a la realidad de España, porque el concepto de «capitalismo» contra el que luchaba el marxismo aún no estaba implantado en nuestro país. Sin embargo, esta lucha ideológica dentro de la formación duró mucho años y enfrentó a los que querían que el partido utilizara las instituciones oficiales para crecer y los que pensaban que las mejoras de la clase obrera sólo podían llegar a través de la revolución.

Iglesias Posse, durante un mitin en la primera década del siglo XX ABC

Al imponerse los segundos, los socialistas se mantuvieron como una pequeña formación sin representación en el Parlamento hasta que, en 1910, decidieron aliarse con los republicanos progresistas para entrar en el Congreso. Fue así como Pablo Iglesias salió elegido diputado, aunque ni siquiera eso trajo la estabilidad deseada entre los socialistas. No conseguía la unión de sus compañeros ni usando desde hacía décadas todos los medios de comunicación a su alcance. De hecho, el fundador del PSOE nacido en Ferrol en 1850 mostró siempre una gran facilidad para mandar mensajes a la clase trabajadora, pero no lograba la cohesión entre sus dirigentes.

Aprendió el oficio de tipógrafo en el hospicio madrileño en el que tuvo que ingresar por la precaria situación económica de su familia. En 1961, tras cumplir los 11 años, comenzó a colaborar en «La Iberia», un diario liberal progresista, prototipo del nuevo periodismo político que se dio en la época. Luego peregrinó por varias imprentas y participó en la elaboración de otros periódicos y boletines oficiales, hasta que, en 1870, es elegido delegado del consejo local de la Asociación Internacional de Trabajadores, conocida como «La Internacional». Y, un año después, publica su primer artículo en prensa, que analizó por primera vez en España las consecuencias que tenía la guerra para el Estado y sus trabajadores.

Difundiendo el marxismo en los medios

En ese mismo momento se unió al Comité de Redacción de «La Emancipación», un semanario en el que se difundieron algunos de los escritos de Marx que él tanto admiraba. Iglesias iniciaba así una labor periodística que desarrolló hasta el final de su vida y que empleó para difundir las «bondades» del socialismo en aquella época de persecución y violencia. Su carrera política se empezaba a consolidar. En 1873, después de la ruptura de los anarquistas con Marx, solicitó su ingreso en la primera organización socialista de importancia, la Asociación General del Arte de Imprimir, de la que fue presidente un año después. Aquella fue una gran plataforma para su ascenso político.

Después usó innumerables periódicos para difundir su mensaje y preparar en la clandestinidad la creación del PSOE, el segundo partido obrero más antiguo de Europa. Desde sus inicios, su fundador aspiró a agrupar a todo el proletariado industrial español bajo la ideología marxista. Una posición que, además, el partido no abandonó hasta la llegada de Felipe González en el Congreso Extraordinario de 1979. Pero aquella no era mñas que otra división de la historia del partido que no consiguió mantenerse cohesionado ni en periodos tan convulsos como la Guerra Civil

La revolución rusa de 1917 también lo alteró todo. Hizo creer a muchos de dirigentes del PSOE, como Daniel Anguiano , Antonio García Quejido , Virginia González , Manuel Núñez Arenas y hasta un Óscar Pérez Solís que se afilió después a Falange y lucho junto a Franco, que debían adherirse a la Tercera Internacional y abandonar el oportunismo de Iglesias. Al final acabaron escindiéndose en 1921 y fundando el Partido Comunista de España (PCE), otra de las grandes brechas, pero ni mucho menos la peor.

Largo Caballero contra Prieto

En misma década se produjo otra más traumática, cuando los partidarios de Francisco Largo Caballero e Indalecio Prieto iniciaron una disputa sobre si debían colaborar o no con el nuevo régimen de Primo de Rivera. Llegaron incluso al enfrentamiento físico, pues el primero estaba convencido de que era necesario para que la acción sindical no fuera prohibida. La ruptura se consumó cuando este aceptó entrar en el Consejo de Estado como vocal e, incluso, se comprometió a estudiar la derogación de la Constitución de 1876. Prieto consideró aquello como una traición y dimitió de la Comisión Ejecutiva.

Largo Caballero, en cambio, tuvo siempre como prioridad la construcción de un Estado socialista al estilo de la URSS, aunque este tuviera que erigirse en contextos poco democráticos como el de Primo de Rivera. De hecho, para él la democracia no era más que la «estación de tránsito hacia el socialismo», según las palabras del historiador Santos Juliá. Por eso llegó a jurar que fundaría en España la versión española de la URSS, a la que bautizaría como la Unión de Repúblicas Ibéricas Soviéticas y con la que ahondó todavía más la división del PSOE.

Esa fue la cuestión que produjo la división más profunda dentro del PSOE, aunque su fundador ya no viviera para contarlo. Como tampoco vivió la división socialista en la Guerra Civil, sobre el modo en que debían afrontar el conflicto, ni durante los años del exilio y la democracia. La unidad del partido fundado por Iglesias Posse parece una utopía, como quedó patente en 1978, cuando se enfrentaron los partidarios de continuar con el socialismo autogestionado de inspiración marxista y los que querían pasar al programa socialdemócrata. O cuando en 1994 se abordó lo que llamaron «un nuevo impulso del socialismo», con el objetivo de redefinir sus señas de identidad y producir «un cambio histórico», con el sector renovador de Felipe González, por un lado, y el que garante de las esencias del partido, liderado por Alfonso Guerra , por otro.

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