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La cara y la cruz de Indalecio Prieto, en cartas cruzadas

Un artículo del escultor Sebastián Miranda suscitó una polémica en las páginas de ABC

Indalecio Prieto sale del Palacio de las Cortes tras declinar formar gobierno en mayo de 1936+ info
Indalecio Prieto sale del Palacio de las Cortes tras declinar formar gobierno en mayo de 1936 - José Díaz Casariego
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Indalecio Prieto era «uno de los hombres más honestos, más buenos, más generosos y más nobles» que el escultor Sebastián Miranda había conocido y así lo hizo saber a cuantos leyeron el ABC del 22 de junio de 1973. En un artículo que tituló «El ilustre Onorévole», el artista asturiano relató cómo nació su amistad con el político socialista hacia el año 1916 o 1917 en Bilbao, en un café que había bajo el Hotel de Inglaterra, donde se hospedaba.

Allí se reunían un grupo de amigos aficionados a las corridas de toros, y allí le presentaron a Prieto, que desde el primer momento atrajo su atención «por su manera de expresarse, tan limpia y escueta». Precisamente había escrito Prieto una crónica de toros que Miranda le censuró por estar «llena de insensateces».

«Me recordó usted a Don Quijote, cuyos discursos y palabras estaban llenos de sabiduría y buen sentido en tanto no se mentase a los libros de Caballería, que comenzaba a desbarrar. Para usted los toros son como los libros de Caballería para Don Quijote», le dijo y una sonora carcajada fue toda su respuesta.

Al día siguiente, Miranda recibió una carta suya en la que Prieto le explicaba que por hallarse enfermo el redactor taurino había tenía que escribir forzosamente la crónica «que a usted le pareció desatinada, como a mí» y le invitó a comer el mejor bacalao al «pil-pil» en un restaurante.

Indalecio Prieto en 1919
Indalecio Prieto en 1919 - Alfonso

«Nuestro recíproco afecto fue creciendo y formó parte de mis amigos más íntimos», continuó relatando Miranda, que comía con él con frecuencia y también solía ir a su casa. Le solía llamar el «ilustre Onorévole», contagiado de sus largas estancias en Italia, donde les daban ese nombre a los diputados. El escultor recordó que en una ocasión, hacia 1930, que tenía invitados a Ramón Pérez de Ayala, a don Ramón del Valle Inclán, a Juan Belmonte y al propio Indalecio Prieto, este último se presentó tan temprano que le sorprendió.

«Es la última vez que podré cenar contigo en mucho tiempo, debido a que por nuestro común amigo "Clarito" me enteré que en el Regina iban a detenerme. Yo salí por los cuartos de aseo hacia la calle de la Aduana. Allí tomé un coche que me llevó a la primera estación del «Metro» que encontré y, para despistar, por si hubieran podido seguirme, me apeé en Cuatro Caminos y aquí me tienes sin que nadie se haya enterado de mi paradero», le dijo.

Miranda pensó entonces un plan para eludir la detención de Indalecio Prieto. Le llevaría en su coche al cortijo de Belmonte para que desde allí pudiera llegar a Tarifa o Algeciras y pasar a Gibraltar. Al político no le pareció desatinada la idea. Miranda aseguraba en su escrito que los demás invitados fueron puestos al corriente y todos aprobaron sus planes. Sin embargo, tras la cena aplazaron la salida al día siguiente y Prieto se quedó a dormir en su casa aquella noche, y varias más. Hasta que Miranda recibió la llamada telefónica de una voz desconocida que preguntaba por el político. «¿Quién es esa persona?», le preguntó a Indalecio Prieto. Él se limitó a decirle que era un amigo del café Regina y aunque a Miranda le pareció un absurdo, le dejó que fuera a su casa. «Desde los primeros momentos su presencia me produjo tal repulsión y antipatía que seguramente coincidieron en él los mismos sentimientos hacia mí», señaló.

Alcalá Zamora con Indalecio Prieto, ministro de Obras Públicas+ info
Alcalá Zamora con Indalecio Prieto, ministro de Obras Públicas

Tras unos días molesto por la presencia del nuevo huésped y al ver que le revisaba los escritos, Miranda le confesó a Prieto que aquel individuo le daba «muy mala espina» y le aconsejó que se alejara de él.

Unas semanas más tarde, Indalecio Prieto fue trasladado en un coche de Miguel Maura a un lugar más seguro, pero quince días después regresó a la casa de Miranda «blanco como el papel, temblando y en un estado tan enorme de perturbación mental que no encuentro palabras para describir ni adivinar, ante aquel hombre tan enterizo el terrible motivo que suponía su estado», escribió el escultor.

Prieto rompió a llorar y tartamudeando les dijo: «Estuve a punto de cometer un crimen. Un crimen terrible que, de haberlo consumado, acabaría con mi vida. Confieso que sois las personas más perspicaces que he conocido. Hace unos instantes, nada más que unos instnates, en la estación del "Metro" de la Glorieta de Bilbao se acercó a mí ese canalla, del que me aseguraron que aquella misma mañana había cobrado 40.000 pesetas por la misión de espiarme en esta casa yt conocer todos mis actos y mis palabras, y estuve a punto, cuando llegó el "Metro" de darle un empujón y echarlo debajo de la máquina para que muriese destrozado. Felizmente pude contenerme y en los últimos instantes me escapé para venir a decíroslo. Tenían razón y fundamento todas las sugerencias, las antipatías que te inspiraba la presencia de aquel canalla que, a sueldo del Gobierno, me vigilaba día por día y hora por hora en la intimidad de su casa». Sebastián Miranda finalizaba su artículo recordando que se despidieron con un abrazo.

Una historia de «truhán»

El 30 de junio, ABC publicaba una carta al director «En torno a Indalecio Prieto» que firmaba Juan García-Mendoza. Este comisario principal del Cuerpo General de Policía, ya jubilado, discrepaba frontalmente con las opiniones de Miranda sobre el socialista.

«Se vanagloria de ayudarle a huir de España siendo conspirador contra la Monarquía; su exaltada fantasía asegura que (por espiar a Prieto en el domicilio de don Sebastián) entregaron 40.000 pesetas a cierto sujeto en 1930», cuando el "pío y seráfico querubin" que mostraba Miranda tenía «una historia de truhán que supera a la novela picaresca más famosa del Siglo de Oro», aseguró García-Mendoza.

Bilbao, 12/09/1931. El ministro de Hacienda Indalecio Prieto, que asistió a la reunión de las fuerzas vivas para solucionar la crisis del trabajo en Vizcaya en 1931+ info
Bilbao, 12/09/1931. El ministro de Hacienda Indalecio Prieto, que asistió a la reunión de las fuerzas vivas para solucionar la crisis del trabajo en Vizcaya en 1931

«Bien conocidas sus malas artes en los casos del Café de las Columnas y el Liberal de Bilbao, y demás turbios manejos, se supera al designar al famoso asesino Agapito García Atadell como jefe de la brigada que cometió centenares de asesinatos, violaciones y robos, siendo ejecutado en garrote. Prieto fue su mentor y protector y quien le impuso en aquel cargo», subrayó en la carta.

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«El íntimo amigo del señor Miranda fue iniciador, organizador y responsable de la insurrección armada de octubre de 1934 en Asturias, que hubo de ocasionar más de 5.000 víctimas: militares, sacerdotes, ingenieros, empleados, comerciantes, etc., asesinados», continuaba el excomisario, que remarcó que aquella "salvajada" se llevó a cabo «por la testarudez de Prieto».

El policía jubilado contó a continuación cómo Indalecio Prieto compró 17.000 fusiles que «sirvieron para cometer centenares de asesinatos» y que otra obra suya fue la expedición del «Vita» a México, con «la rebatiña de los Montes de Piedad y Bancos particulares: alhajas y valores de familias de muy diversa ideología».

«Archisabido: el tesoro del "Vita" se disipó en México y Prieto dirigió la expoliación», según García-Mendoza.

El Ministro de Marina y Aire, Indalecio Prieto, junto con el piloto Antonio Blanch Latorre y el mecánico Evaristo Carvallería López, en noviembre de 1936+ info
El Ministro de Marina y Aire, Indalecio Prieto, junto con el piloto Antonio Blanch Latorre y el mecánico Evaristo Carvallería López, en noviembre de 1936 - Vidal

El comisario jubilado recordó a continuación escenas dantescas de la Guerra Civil que había presenciado en Valladolid y de las que culpaba a Indalecio Prieto, entonces ministro de Marina y Aire, que «tañendo las trompetas de la propaganda anunció: ¡Prodigamos bombardeos de "hostigamiento" a la retaguardia facciosa!».

Y calificó de «embuste candoroso bien aderezado» que un soplón hubiera cobrado 40.000 pesetas cuando el general Mola decía en sus memorias que el delator del Comité Revolucionario había cobrado tan solo 300.

La responsabilidad histórica

Aún intervino en la polémica Pedro Sainz Rodríguez, de la Real Academia Española, con una Tercera sobre «La responsabilidad histórica de Indalecio Prieto», que a su juicio fue haber sido «el obstáculo insuperable» para la política que pretendía llevar a cabo el también socialista Julián Besteiro.

Los ministros con Alcalá Zamora en 1931+ info
Los ministros con Alcalá Zamora en 1931

Cuanto relató en aquel artículo aseguró que había sido vivido por él y que con sus recuerdos pretendía «trazar de Prieto una silueta histórica basada en actuaciones públicas de su vida». Porque nunca había cruzado una palabra con él, ni había tenido amistad o antagonismo personal. Y así lo describió:

«Era un hombre inteligente, con el controlado engreimiento del autodidacta que ha logrado triunfar. Su oratoria era eficaz y ofrecía ese aire especial por su argumentación y su léxico de los oradores habituados a dirigirse a grandes masas populares. Prieto tenía desparpajo y habilidad para asimilar y exponer atinadamente informaciones sobre materias ajenas a su preparación y a su cultura, más adquirida en la vida que en los libros. Esto lo demostró en el debate sobre la política realizado por Calvo Sotelo durante su gestión ministerial en Hacienda, en el Gobierno de Primo de Rivera.

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Era hombre violento, que varias veces en las discusiones de las Cortes lanzó contra sus contradictores los gruesos vasos y las bandejas en que se servía el agua con azucarillos de la que tanto se abusaba en el viejo Parlamento.

AOrtega y Gasset, ignoro por qué causa, le profesaba una ojeriza particular, vociferando impertinencias desagradables cuando el gran pensador aparecía en el salón de sesiones. Supongo que era una reacción de advenedizo resentido ante la gran personalidad cultural y política de Ortega.

Creo que Prieto, que venía al Parlamento con votos del obrerismo bilbaíno, era más que socialista un republicano radical, con un anticlericalismo burdo como el que en su día representaron "El Cencerro" o "Las Dominicales"».

No quiso entrar Sainz Rodríguez en sucesos que no había vivido o en las actividades en el periodo de la Guerra Civil, «durante la cual todas las decisiones políticas fueron forzadas por circunstancias insuperables». Pero aprovechó la oportunidad para evocar la memoria de Julián Besteiro.

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