El olvidado asalto al Capitolio con rifles, pistolas y escopetas que sorprendió al «racista» Ronald Reagan
Desde el asalto del jueves en Washington alimentado por las denuncias de «fraude» del presidente Trump ningún medio de comunicación ha recordado la «invasión» armada similar que se produjo en 1967
Miembros del Partido de Autodefensa de los Panteras Negras, en el Capitolio de California, en 1967
Desde que el jueves por la noche se produjo el asalto al Capitolio , con cuatro muertos, ningún medio de comunicación se ha acordado de este violento, sorprendente y similar episodio ocurrido en Sacramento hace 53 años. Es probable que en Estados Unidos no hayan ... querido remover fantasmas del pasado ante la grave situación de alarma que vive el país, después de que el presidente Donald Trump arengara a las masas para que no se rindieran ante el supuesto «fraude» en las elecciones. «Os queremos. Sois especiales», llegó incluso a decirles a los asaltantes, sin denunciar sus acciones.
Pero lo sucedido la semana pasada en Washington ya se había producido el 2 de mayo de 1967 en el Capitolio de California, cuando un grupo de treinta Panteras Negras irrumpió a la fuerza en la sede del Gobierno estatal portando rifles, pistolas y escopetas. «El Capitolio está invadido», rezaba el titular del «Sacramento Bee» al día siguiente, con las dramáticas imágenes del fotógrafo de Associated Press, Walt Zeboski , en la que podía verse al grupo de afroamericanos con sus clásicas chaquetas de cuero, sus boinas y sus gafas de sol, subiendo los escalones de la entrada con el puño en alto.
Cuando llegaron, el entonces gobernador de California, Ronald Reagan , elegido tan solo cuatro meses antes, se encontraba en el césped del Capitolio junto a un grupo de estudiantes de octavo grado con los que iba a almorzar y a los que iba a enseñar el edificio de granito construido un siglo antes a imagen y semejanza del Capitolio de Washington. Pero la reunión se vio interrumpida violentamente por uno de los fundadores del Partido de Autodefensa de los Panteras Negras (Black Panther Party), Bobby Seale , ante el asombro del futuro presidente de Estados Unidos, para mostrar su oposición a un proyecto de ley contra las armas presentado por el republicano Don Mulford .
«Está bien, hermanos, vamos a entrar»
El líder afroamericano subió los escalones del Capitolio y comenzó a leer su proclama: «El pueblo estadounidense en general y el pueblo negro en particular deben tomar nota cuidadosamente de la legislatura racista de California, que tiene como objetivo mantener a los negros desarmados e impotentes. Los negros han rogado, rezado y solicitado que la estructura de poder racista de Estados Unidos corrija los males que históricamente se han perpetuado contra los negros. Ha llegado el momento de que los negros se armen contra este terror».
A continuación, Seale se volvió hacia sus acompañantes y les gritó: «Está bien, hermanos, vamos. Vamos a entrar». Después abrió la puerta del edificio gubernamental más importante del estado y los radicales que le acompañaban entraron con sus armas cargadas en mano. Ningún detector de metales se interpuso en su camino ante la mirada atónica de Reagan, que estaba asistiendo, sin saberlo, a la «invasión» que impulsaría el movimiento moderno por los derechos a poseer armas en Estados Unidos.
Por extraño que parezca, el futuro presidente de Estados Unidos y hasta la Asociación Nacional del Rifle habían apoyado el proyecto de la Ley Mulford , como se la conoció en honor al diputado republicano que pretendía derogar la ley anterior que sí permitía el transporte público de armas de fuego cargadas. El objetivo real, sin embargo, era desarmar a los Panteras Negras, que desde hacía meses realizaban patrullas en los vecindarios de Oakland para frenar las palizas que los policías daban a los integrantes de su comunidad.
Como «cowboys»
«No es parte de la naturaleza de la pantera atacar primero, pero cuando es atacada y acorralada, ella responde de forma violenta y acaba con su agresor», habían advertido los integrantes de este partido fundado por un grupo de estudiantes universitarios el 15 de octubre de 1966. Sus primeras acciones fueron tan sorprendentes y arriesgadas como el asalto al Capitolio, porque aquellas patrullas de hombres con chaqueta de cuero y armas como si fueran «cowboys» no dejaron indiferentes a nadie: llegaban en sus coches y se bajaban amenazantes, sorprendiendo a los agentes de la ley, que, al ver los fusiles, detenían las golpizas mientras estos les leían los derechos constitucionales.
«Habíamos dado con una fórmula única. Demostramos a la comunidad lo que representaba el orgullo de ser negro, enfrentándonos a los policías como iguales, incluso cuestionándolos, y todo ello sin salirnos de la ley, puesto que portar armas era legal», explicó Seale, mientras su acciones se multiplicaban ante la preocupación creciente de los políticos más conservadores y racistas. Este y su compañero Huey Percy Newton llegaron a redactar un programa de diez puntos, que incluía no solo el cese de la violencia policial, sino el fin del robo capitalista a la comunidad negra.
La tensión fue en aumento hasta que, el 2 de mayo de 1967, con el anteproyecto de Ley Mulford sobre la mesa, Reagan vio irrumpir en los jardines del Capitolio a los 24 hombres y seis mujeres negras, que se alinearon en perfecto orden frente a la escaleras, muy cerca del gobernador. Algunos iban con banderas y otros, con las correspondientes armas bien visibles y en alto. Un momento después, Seale manifestó frente a un grupo de periodistas y fotógrafos: «Ha llegado el momento de que los negros se armen contra el terror antes de que sea tarde. Un pueblo que ha sufrido durante tanto tiempo a una sociedad racista debe poder decir basta».
«Una forma ridícula de resolver problemas»
Tanto los republicanos como los demócratas en California, además de la Asociación Nacional del Rifle , apoyaron ese mayor control de armas. Reagan comentó después del incidente que «no veía ninguna razón por la que en la calle un ciudadano debe llevar armas cargadas». «Es una forma ridícula de resolver problemas que tienen que ser resueltos entre personas de buena voluntad», añadió. Y en una conferencia de prensa posterior agregó que la Ley Mulford «no supondría ninguna dificultad para los ciudadanos honestos», en una referencia velada a que los Panteras Negras no lo eran.
Un pantera negra, dentro del Capitolio, en 1967
Aunque en esa ocasión no hubo muertos, a diferencia del asalto al Capitolio de Washington el pasado jueves, Percy Newton fue encarcelado en octubre de ese mismo año, después de que un policía de Oakland perdiera la vida en una de sus famosas patrullas. En mayo de 1970, sin embargo, la Corte de Apelaciones de California anuló la condena y ordenó un nuevo juicio, hasta que la Corte Suprema de California archivó el caso tras una ruidosa campaña de los Panteras Negras por la «libertad para Huey».
En ese momento, el periódico « The Black Panther Community News Service » llegó a alcanzar tiradas de 150.000 ejemplares con la venta militante en las calles y el partido dejó de ser un pequeño grupo de propaganda, para transformarse en una poderosa organización con ramificaciones en la mayoría de ciudades de Estados Unidos. Lanzaron programas de asistencia social para los excluidos de las barriadas populares y pusieron en pie el programa de desayuno gratuito para 200.000 niños al día.
Trump, medio siglo después
Hace cuatro años, los miembros del Nuevo Partido Panteras Negras protagonizaron una polémica parecida, cuando se les permitió llevar armas durante una Convención del Partido Republicano que se iba a celebrar en Cleveland (Ohio). «Nuestra misión es cumplir la ley. Si la ley dice que pueden llevar armas, eso es lo que dice. Que yo esté de acuerdo o no es otra cosa», declaró el alcalde, Frank Jackson, en rueda de prensa. Los militantes afroamericanos, por su parte, se justificaron con la norma para advertir de que así lo harían, como medio de defensa ante una posible agresión durante el acto en el que se iba a proclamar a Trump como candidato a la Casa Blanca.
Esta semana, al presidente de Estados Unidos le ha costado cinco días y cuatro muertos aceptar su derrota en las elecciones y prometer que habrá un traspaso de poderes pacífico y ordenado . El discurso de dos minutos de duración, grabado y emitido en vídeo por las redes sociales el lunes, fue un cambio radical de mensaje y de tono para un Trump que unas horas antes había animado a sus seguidores a rodear el Capitolio. Un intento de mensaje conciliador nada habitual en sus cuatro años en el poder, caracterizados por sus ataques a demócratas, republicanos, líderes nacionales y extranjeros y medios de comunicación. Pero ahora se halla bajo una presión sin precedentes, puesto que algunos miembros de su propio partido y de la oposición han comenzado a debatir opciones para echarle del cargo dos semanas antes de que tenga que dejarlo .