La mala gestión de Don Juan Carlos

Lo vimos llegando al estadio de fútbol para ver al Real Madrid. Y lo que no nos queda claro es cuando, como y de que manera se vio o mantuvo una conversación con el Rey Carlos III. Porque de que ha existido, no rengo ninguna duda. Habrá que dar explicaciones, un Rey a otro Rey, por qué no se le ha invitado a la coronación. Cuestión de educación entre familia. Y si hubiera alguna sorpresa, entraría dentro de lo probable.

En todo este asunto hay muchos desmentidos de carácter sospechoso, que torpemente surten el efecto contrario al deseado. Nunca se han dado tantas muestras de una mala gestión. En lugar de dar normalidad a una visita, consiguen que sea cada vez más morbosa.

La prensa volcada, los telediarios han abierto con el tema, el pueblo de Sangenjo feliz con su visita y la fama de la regata está dando la vuelta al mundo como jamás se pensó que llegará a suceder

A primera vista, la llegada ha sido idéntica a la del pasado año, pero sin la Infanta Doña Elena y la mujer de Pedro Campos a pie de pista.

El Rey Don Juan Carlos, amparado por la Constitución, puede venir a España las veces que quiera e incluso quedarse a vivir cuando quiera. Pero ¿es Rey de España o no lo es? Parece que parte de la culpa de lo que llaman 'el circo mediático' la tienen sus amigos.

O al menos es lo que parecen insinuar desde ciertos estamentos. Aunque la realidad es que la prensa acecha día y noche los movimientos de Don Juan Carlos.

Y el libro «El chico de las musarañas», de Ana Obregón explica todo lo relativo a su hijo y al cumplimiento de sus últimas voluntades. Libro triste, duro, explícito, claro y descriptivo de toda esta historia, detallada con enorme sensibilidad. La ley norteamericana permite haber hecho las cosas de acuerdo con ella, lo que no podría hacerse en España.

La ministra Irene Montero está muy disgustada porque la han acusado de chapucera y de inútil. Lo tremendo es que no se haya dado cuenta de que no debió de aceptar el cargo, porque sigue en sus trece de que hizo unas buenas leyes, la del 'sólo sí es sí' y la ley Trans, que hasta sus socios de gobierno están abochornados por haberlas apoyado, porque las consecuencias son irreparables. Qué penitencia me dieron el otro día ella e Ione Belarra, solitas en el banco azul, como si fueran dos antiguas chiquillas del hospicio.

Me producen mucha gracia los discursos de Yolanda Díaz y su manera de hablar, por llamar de alguna manera a su especial vocabulario. Voy a empezar a ir a sus mítines para escuchar de viva voz lo de autoridades y 'autoridada's, débiles y 'débilas', tontas y tontos, votantes y 'votantas', autoridades y 'autoridadas', débiles y 'débilas', mejores y mejoras, gilipollas y 'gilipollos'… ¿se puede pedir más?