Carlos III, el monarca que huye de los palacios y se refugia en la naturaleza

Highgrove y Birkhall son su casas favoritas. Detesta Buckingham y en Windsor le molestan los ruidos

Un solidario y ecológico cumpleaños para Carlos III: así recibirá los 75 años

Carlos III y Camila, enamorados y cómplices: su día a día donde 'reinan' el humor y la lectura

El Rey Carlos III de Inglaterra GTRES

Cristina Muñoz Osuna

Manchester

Tres cuartos de siglo de proyectos trabajados, de servicio a una comunidad de comunidades y sótanos llenos de recuerdos personales de quien durante tantos años ha sido un Rey en espera es mucho más de lo que puedan recrear los fantasmas del pasado en el ... final de la serie 'The Crown' que se emitirá el 16 de noviembre, dos días después de su 75 cumpleaños. Carlos III, que no está cómodo en sus palacios, prefiere repartir el tiempo que le queda en otros lugares «menores» de más encanto. En Londres Clarence House, con la misma porcelana que su abuela reunió en los cincuenta años que allí residió y en la que Carlos «no se ha gastado dinero innecesario en su decoración», como le ha contado un insider a Valentine Low; Birkhall en los terrenos de Balmoral, donde respira aire fresco lejos de los embrollos de la corte y las pesadillas de su familia; y Highgrove House, su querida casa de campo a cien millas de la capital, donde cuida los jardines ingleses que plantó, como él dijo, «para agradar a la vista y estar en armonía con la naturaleza», que es el paraíso de su religión.

Ni el castillo de Windsor, la mayor fortaleza del mundo en activo, ni el Palacio de Buckingham, con sus cincuenta y dos dormitorios, figuran entre los lugares preferidos del Rey Carlos. Es una tradición que «la casa grande», como la Familia Real llama a Buckingham Palace, les resulte a los monarcas incómoda y desagradable y en esto Carlos III coincide con sus antepasados. Según la historiadora Pamela Hartshorne, Guillermo IV «detestaba el palacio y se negó a vivir en él»; Jorge V, el bisabuelo de Carlos III, «con gusto se hubiera pasado toda la vida en el campo»; y para Jorge VI, su abuelo materno, «nunca fue un hogar acogedor». Como tampoco lo fue para Isabel II que siempre consideró Windsor su hogar.

Cuando la joven Reina accedió al trono cinco años después de su boda, el matrimonio, que había instalado un cine en Clarence House, fue reacio a mudarse. Lo mismo le ocurre ahora a Carlos y a Camila. Si Winston Churchill y Alan Lascelles, el secretario privado de la joven Isabel, «le insistieron porque Buckingham era la sede de la monarquía y allí debía vivir el soberano», como recoge Gyles Brandreth en 'Philip&Elisabeth', ahora Carlos no es un novato en manos de Alderton ni Sunak es un Churchill en Westminster. Según fuentes próximas al palacio, Buckingham Palace «no es adecuado para el mundo moderno» y el monarca está «muy cómodo» en Clarence House, a pocos minutos de la casa grande.

No le agradan los ruidos de Windsor

El castillo de Windsor, que da nombre a la dinastía y apellido a la familia, tampoco figura entre los lugares más queridos del Rey. Mientras Isabel II «fuera cual fuese su agenda siempre termina la semana en el Castillo de Windsor para relajarse», como contaba su asistenta Angela Kelly -con la que el monarca ha llegado a un acuerdo para que no publique un tercer libro-, y esta era su residencia preferida en las proximidades de Londres, donde se instaló tras la muerte del Duque de Edimburgo; en cambio, a Carlos le molesta el ruido de los aviones que sobrevuelan continuamente el castillo, por su proximidad al aeropuerto de Heathrow.

Nos lo desvela una sacristana de la capilla de San Jorge: «La Reina (Isabel) vivía aquí y le gustaba, obviamente más que al Rey Carlos... Se dijo que a él no le agradaban los aviones, el sonido… porque por aquí vienen volando muy bajo todo el tiempo». Con una túnica burgundy hasta los pies como de obispa anglicana, Sarah lleva nueve años cuidando el mausoleo de los monarcas, el lugar que Carlos eligió para su primer mensaje de Navidad, y nos confirma que «el Rey está aquí más de lo que todos pensaban» aunque «a la capilla sólo vienen (Carlos y Camila) para los grandes servicios religiosos».

Palacios y Castillos Arriba; fachada del Palacio de Buckingham. Izquierda; el castillo de Windsor. Derecha; la capilla de San Jorge

Si Isabel II atesoraba en este castillo preciosas memorias de su infancia, como las pantomimas navideñas en la sala Waterloo en las que actuaba, donde celebró su 50 cumpleaños y los 80 de su esposo, para el Rey, aparte de los recuerdos de su época de aventurero jinete de polo en el Gran Parque de Windsor, donde conoció a Camila, los muros de esta fortaleza son el peso de su propia biografía. Sentado ante su gran escritorio, «que le ofrecía sus vistas favoritas sobre el Long Walk, la larga avenida que desemboca en el castillo», podría escribir sus recuerdos: las desavenencias con su madre primero y con sus hijos luego, la accidentada boda con Camila o los funerales y entierros. A fin de cuentas este es «un castillo que tenía un pie en otro mundo», como apunta el hijo al que no ve, que ha publicado parte de las memorias del Rey. Precisamente en esta capilla de San Jorge en la que Carlos no pudo casarse fue donde el Duque de Sussex celebró el día más importante de su vida.

Jardines de lavanda y madreselva

Desterremos la melancolía porque a cien millas al oeste, con fácil acceso desde Londres, donde sólo se oye el zumbido de los abejorros en flor, se encuentra Highgrove House, la casa de campo de los fines de semana en la que Carlos puso su corazón y su alma y que a Diana no le gustaba. La Catedrática de Historia de la Monarquía en City University of London, Anne Whitelock, nos confirma que a diferencia de Buckingham y Windsor, Highgrove es junto con Clarence House, el lugar donde se siente más a gusto», rodeado de los jardines ingleses que diseñó junto a Rosemary Verey, que también trabajó para Elton John.

Highgrove House

En las nueve habitaciones del edificio georgiano «constantemente entraba el aire fresco de los jardines de mi padre, con notas de lavanda y madreselva», recuerda el Príncipe Harry. La finca de 140 hectáreas, dedicada a cultivos orgánicos, fue adquirida por Carlos en 1980 a través del Ducado de Cornualles que ahora le pertenece al nuevo Príncipe de Gales. Según 'The Guardian' el Rey tiene que abonarle a William 659.285 libras anuales, porque al igual que en otras propiedades, aquí el hijo es el landlord o casero de su padre.

La casa que dibuja en sus acuarelas

Y cerca del castillo de Balmoral, donde Carlos enseñó a sus hijos a conducir, hay una casa blanca de dos plantas con tejado gris pizarra a dos aguas rodeada de bosques, que heredó de su abuela, como las que imaginó Walter Scott en sus novelas, que son los paisajes que dibuja el Rey en sus acuarelas. Es para él tan especial que en Birkhall pasó la luna de miel con Camila, porque para semejante ocasión hospedó a Diana en el castillo de Balmoral. A «la casa matrimonial», romántico rincón de Escocia, se escapan con frecuencia y no sólo durante el verano.

El matrimonio real, que ya es mayor de edad, celebró allí con un posado su quince aniversario en 2020. Y el año pasado rompieron la tradición pues en vez de pasar todas las Navidades en Sandringham, subieron a Birkhall desde fin de año porque el Año Nuevo iba a ser intenso. Este «paisaje lloroso de las amadas Tierras Altas de Isabel II», como dijo este Rey poeta recordando a la gran Reina, es el lugar de largas caminatas entre bosques y páramos, con sus olores y un clima tan del gusto del monarca que invita a la lectura y a la pintura, otras de sus aficiones en la edad madura, junto a la pesca del salmón.

Palacios y Castillos Arriba; castillo de Balmoral. Izquierda; Birkhall. Derecha; Clarence House

Con la caña, el pincel o un libro entre las manos y con sus botas de andar, disfruta de todo lo que sabe de botánica y comenta a sus invitados que aquí «podían experimentar uno de los grandes placeres de la vida: un baño escocés con esa agua que viene directa de la colina», señala Harry. La escapada en solitario a su casita de huéspedes del Valle Zalán en Rumanía, el primer viaje que hizo después de ser coronado buscando paz y tranquilidad lejos de Reino Unido, mostraba también a un Rey de la naturaleza caminando por los prados y colinas de Transilvania, «el paisaje de los libros de mis hijos».

Con esta elección de palacios, que son símbolo de la monarquía, el Rey Carlos le da su sello personal a la institución. Los tiempos han cambiado y la monarquía británica poco a poco también. La gran mayoría de los castillos y palacios reales están abiertos al público, incluso algunas de las residencias de uso privado de los Reyes Carlos y Camila, una forma muy práctica de mantenerlos y acercar la institución a los ciudadanos. El plan iniciado a raíz del incendio de Windsor en 1992 podría culminar con el proyecto que contempla el Rey de hacerle un museo a su madre en el castillo de Balmoral, que fue para ella las puertas del paraíso

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