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«En España todavía hay mucha gente que piensa que si no toma carne no se ha comido ese día»

El doctor Miguel Martínez-González explica cómo es la dieta mediterránea perfecta

NINES MÍNGUEZ
Carlota Fominaya

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Para el doctor Miguel Martínez-González, cuyo trabajo está detrás del mayor estudio hecho en Europa sobre nutrición, nuestra salud depende en esencia del estilo de vida, no de una molécula. «Es decir -explica-, que mucha gente piensa que da igual si fuma, bebe, si come esto o aquello, porque su destino está escrito en los genes. Se equivocan. El estilo de vida es, con diferencia, mucho más importante que nuestra genética». En «Salud a ciencia cierta» nos cuenta cómo mejorarlo:

¿Cuáles son los parámetros más importantes para controlar nuestra salud?

En realidad son muy pocos. La tensión arterial, que hay que medirse periódicamente, el colesterol, y la glucosa. Y habría que añadir una cuarta variable, que en realidad, es el peso. Es conveniente subirse con frecuencia a la báscula, y tomarse en serio lo que dice. Esa cifra, que no debemos perder de vista ninguna semana del año, es un dato de máxima trascendencia para la salud. Si no tienes peso, cómpratelo cuanto antes. Pésate cada uno o dos días y lleva bien la cuenta de tu peso. Es uno de los mejores favores que uno se puede hacer. La delgadez tiene unas ventajas para la salud insuperables, mucho mejores que cualquier cambio en la composición de la dieta.

¿Cómo podemos saber cuál es exactamente nuestro peso ideal?

Una herramienta muy práctica para saber cuál es nuestro peso ideal es la regla del ochenta y el ocho, que consta de tres sencillos pasos:

-Resta 100 a los centímetros de tu estatura.

-Cacula el 80% del valor que hayas obtenido (para hacerlo, multiplica por 0,8% el resultado del primer paso.

-Suma 8 para obtener tu peso ideal.

Y no, el resultado no es muy exagerado. Es la realidad y si sale alto, tienes que quitarte de encima algunos kilos de más para cuidar tu salud.

Muchos no están en su peso ideal, pero no saben muy bien por qué. Lo achacan a los genes, al metabolismo, a la edad...

Todo eso son excusas. La báscula no miente. Y nadie se convierte en obeso de la noche a la mañana. Una persona gana 4 kilos en verano, y, si no hace nada (más allá de comprarse unos pantalones nuevos), sigue subiendo de peso. Al final, se encuentra un día con 10 kilos de más, que luego son 15, después son 20... Y adelgazar es cada vez más difícil. No solo es una cuestión de falta de voluntad, sino también física: el tejido muscular cede paso al adiposo, sobre todo si se ha dejado el deporte. Y así, kilo a kilo, vamos llegando al sobrepeso y luego a la obesidad.

Su libro es una advertencia continua: la gran pandemia del siglo XXI no es el zika ni el ébola: es la obesidad.

Es que nada invita a la moderación. Estamos inmersos en una cultura de sobrealimentación. Desde al guardería a la tumba, se cultiva la idolatría del placer. Hay un problema con las porciones, incluso con el tamaño de los platos. Como decía mi admirado Francisco Grande Covián, habría que comer en plato de postre.

Además, educamos a los niños en esto desde pequeños. Les premiamos con chuches, con patatas fritas, les llevamos a celebrar cumpleaños a lugares de comida rápida... Con esto los padres hacen cierta dejación de autoridad.

No somos austeros.

La frugalidad en España cuesta cumplirla. Al principio del siglo XXI parece que el Homo Sapiens dejó de alimentarse sabiamente. Pero no solamente pasa en España, donde el 70% de personas padecen sobrepeso u obesidad, pasa en el mundo entero. Pero para adelgazar el primer principio irrenunciable es comer menos.

Insiste usted en que la dieta mediterránea es la madre de todas las dietas, y que si la siguiéramos de verdad perderíamos peso. ¿Los españoles no siguen la dieta mediterránea?

No, no se cumple. Creemos saber en qué consiste pero caemos en una serie de mitos, de pseudoinformaciones, de pseudociencia, de intereses comerciales... que insisten en que hay que comer más, y no en que hay que comer menos. Soy muy partidario de la dieta mediterránea porque está muy buena, se sigue mejor a largo plazo y, al tener grasa, sacía más. Pero es que además es muy completa y hay demostraciones muy claras de beneficios para la salud. Pero en España hay mucha gente que piensa que si no se come carne no se ha comido ese día .

¿Qué es lo que deberíamos reducir, exactamente?

Lo primero que hay que hacer para perder peso es necesario reducir la ingesta de calorías. Restringir el pan blanco, la bollería, las galletas, las carnes rojas y procesadas, los refrescos y bebidas azucaradas, los zumos embotellados y la repostería, entre otras cosas. Comer verduras, frutas, frutos secos, pescados de todo tipo, mariscos -es decir, alimentos buenísimos como la lubina, percebes, centollos, ensaladas variadas y bien aliñadas...-. Las ensaladas son importantísimas y resulta muy fácil hacer de ellas un plato siempre diferente, colorido y lleno de sabor. Por ejemplo, con una ensalada de naranja con bacalao o de lechuga con frutos secos. Es un patrón dietético en su conjunto.

Usted denuncia un exceso de medicación con fines preventivos.

Se pasa enseguida a dar pastillas, en vez de educar en estilo de vida y dieta sana. La excesiva medicalización es un peligro muy real y muy actual que daña la salud de la población. Después, cuando empezamos a medicarnos, suele ser ya demasiado tarde. Hay que llegar antes. Como decía Albert Einstein, «una persona inteligente resuelve un problema, una persona sabia, lo evita». Esta es la filosofía de la prevención.

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