'La caja de arena': la técnica terapéutica que puede ayudar tu hijo adolescente
En esta etapa vital los menores, aseguran los expertos, siguen necesitando la referencia adulta
«A tu adolescente tienes que darle titulares, no el sermón de la montaña»
Unos animales, una princesa Elsa, unos Playmobil, casas, puentes, tesoros, rocas… La estantería de la consulta donde trabajan el psicólogo José Luis Gonzalo Marrodán y el trabajador social y orientador familiar Iván Rodríguez Ibarra está repleta de llamativas opciones con las que un adolescente puede ... decir sin palabras mucho más de lo que parece.
En esto consiste, muy a grandes rasgos, la técnica terapéutica que ellos explican en su libro 'El lenguaje silencioso' (Desclée de Brouwer), donde también se aborda en profundidad el desarrollo del adolescente. La obra está pensada fundamentalmente para psicólogos, terapeutas, psicoterapeutas, maestros, pedagogos o médicos que quieran profundizar o adecuar una propuesta tan atractiva a una etapa vital en la que pueden surgir alteraciones.
«No se trata simplemente de jugar con unas figuritas –aclara José Luis Gonzalo Marrodán–, sino de trabajar en profundidad aquello que cuesta verbalizar. Esto permite a los menores expresarse con libertad».
No suele ser una etapa vital fácil...
I. R. I.: Se trata de una fase de cambios evidentes a nivel físico, pero también de cambios a nivel cerebral. Se produce una poda neuronal y un cambio en la postura respecto al mundo. El menor empieza a retar, a querer diferenciarse… Y esa toma de distancia, que es buena, debe ir acompañada por los padres.
Que el adolescente no necesita a sus padres y solo confía en sus amigos es, pues, un mito.
J. L. M.: En la adolescencia se ha creído que el prisma cambia. Que el grupo de apego (encabezado por los padres cuando somos pequeños) es sustituido por la búsqueda de pareja o amigos. Pero esto no quiere decir que no necesite de los adultos. En esta etapa vital los menores están todavía organizando su cerebro y, por tanto, van a tener muchas respuestas inmaduras, impulsivas, emocionalmente muy intensas, por lo que necesitan encontrar en los padres y en otros adultos en general, ese apoyo y seguridad. Al final, los chicos pueden tener muchos amigos, que son muy importantes porque es una época de exploración, de búsqueda de autonomía... Pero cuando hay una dificultad, aún acuden a los padres si la relación de apego es segura. Y si no, a un adulto significativo y disponible, que puede ser el padrino, el terapeuta, el profesor…
Es lo que ustedes denominan en su libro como 'la paradoja adolescente'.
I. R. I.: Es un «déjame en paz, pero te necesito». Nosotros solemos decir a los chicos que, a veces, los padres están despistados. Es una palabra que nos gusta: el despiste llega del mundo adulto, es decir, sus hijos ya no son pequeños pero son muchos los padres que añoran a ese niño, que tampoco es un adulto. También hay muchos progenitores que quieren que los hijos de catorce actúen como adultos, pero no son ni niños, ni adolescentes y no están preparados para ofrecer respuestas coherentes, ni prever las consecuencias de sus actos, o para no dejarse llevar por la inmediatez.
J. L. M.: De ahí la enorme importancia de que se encuentren con adultos que tengan su cerebro bien estructurado para que pongan la corteza prefrontal, el raciocinio, la sensatez y el acompañamiento que ellos necesitan. Que les presenten su cerebro adulto para que puedan compensar las carencias que, por desarrollo evolutivo, los adolescentes todavía no han desarrollado.
I. R. I.: El menor está en una época de crecimiento y de hacerse autónomo y hay que saber acompañar, estar al lado, no al frente. Hay que elegir los conflictos con los que pelearse: que si no ha hecho la cama, o se ha levantado pronto después de cenar… Y también estar abiertos a la ayuda profesional es importante.
De izquierda a derecha, Iván Rodríguez Ibarra y José Luis Gonzalo Marrodán
En este contexto adolescente, ¿por qué puede resultar útil la herramienta de la caja de arena? ¿Qué la hace particularmente atractiva?
J. L. M.: Se trata de una técnica especialmente bien preparada para aquello que no puede ser contado. Porque, cuando hay un trauma, el paciente tiende a disociar, a apartar de su cabeza e intentar no pensar en aquello que le ha traumatizado, ya sea un abuso sexual, una violación, maltrato, o negligencia… o cualquier experiencia o vivencia donde el adolescente no tenga capacidad de sostener el impacto emocional que le ha producido. En estos casos, ofrecer una vía donde no se utiliza la palabra, sino el lenguaje de los símbolos, puede ser efectivo.
I. R. I.: La caja de arena nos permite trabajar desde la distancia emocional necesaria para no traumatizar al menor al contar lo que te ha pasado sin sentirse juzgado.
Lo bueno es que ahora está mejor visto pedir ayuda.
I. R. I.: Es algo en lo que creemos que se ha visto una evolución. Antes, cuando un adolescente no se sentía bien, los compañeros miraban raro. Hoy día los chicos han ido haciendo una evolución y entienden con una cierta normalidad el hecho de acudir a un especialista para hablar de esas dolencias que no son físicas, sino emocionales.
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Respecto a la comunicación con un adolescente… ¿Qué es necesario que sepan los padres?
I. R. I.: Respecto a la comunicación de un adolescente, primero tenemos que revisarnos los adultos en cómo nos comunicamos. Si siempre hablamos de lo que hacemos, o le pedimos al chico que nos cuente más cosas, y le decimos que si no habla, que nos cuente…. Cuando nosotros a veces no somos capaces de hablar más allá del trabajo, el fútbol o lo que fuera. Tenemos que empezar a introducir emociones: cómo nos sentimos ante las cosas del día a día… Tenemos que trabajar y educar a esos chicos en la comunicación emocional, por qué si no trabajamos este aspecto, ellos actuarán sin pararse a pensar exactamente qué hay detrás de esa actuación.