Día Mundial sin Alcohol

El claro y potente mensaje de un experto en desintoxicación a los jóvenes que beben alcohol

José Manuel Zaldúa, de EsVidas, da las claves de cómo abordar que un hijo llegue a casa ebrio y explica a los padres que «las broncas y castigos, pese a que son una herramienta, muchas veces cierran la puerta a la conversación»

«El 54% de los padres saben que sus hijos beben alcohol, pero hacen la vista gorda»

Tres de cada diez estudiantes de entre 14 y 18 años admiten haber ingerido cinco o más bebidas alcohólicas en menos de dos horas, según datos del Ministerio de Sanidad y del Plan Nacional Sobre Drogas. Lo que en principio se enmarca entre los jóvenes ... como una forma de ocio, constituye una práctica con grandes riesgos para su salud: daño cerebral, pérdida de memoria, alteraciones cognitivas, riesgo de adicción futura e, incluso, intoxicaciones etílicas potencialmente mortales.

Pero la lista no acaba ahí. Según datos del Ministerio de Sanidad, el consumo de alcohol contribuye al desarrollo de más de 200 enfermedades, incluidos algunos tipos de cáncer. Es más, matizan que no existe un nivel de consumo seguro para el riesgo de cáncer: todas las bebidas (la cerveza, el vino y las bebidas espirituosas), están relacionadas con el riesgo de cáncer, independientemente de su calidad y precio. Incluso el consumo de una bebida al día incrementa el riesgo de cáncer, aumentando sustancialmente cuando se consume más alcohol.

Pese a las numerosas advertencias de los sanitarios, «cada vez son más los adolescentes que llegan a urgencias con intoxicaciones etílicas graves derivadas del binge drinking, los conocidos como episodios de atracón. Lo que para ellos empieza como una forma inofensiva de divertirse, puede tener consecuencias reales y muy dañinas para su salud actual y futura», reconoce Antonio Peña, médico de Esvidas especializado en adicciones.

Asegura que durante un episodio de atracón, los adolescentes sufren desinhibición, pérdida de coordinación e intoxicaciones que pueden requerir atención médica urgente. «Pero los efectos van más allá de la resaca: aumenta el riesgo de accidentes, lesiones, conductas impulsivas y desarrollo futuro de adicción -insiste-. La repetición de este tipo de consumo puede alterar el desarrollo cerebral y emocional, comprometiendo la capacidad de aprendizaje y el control de los impulsos«.

Aunque sea una práctica extendida entre los adolescentes, el doctor destaca que no todos los tienen la misma predisposición a ella y enumera los perfiles más habituales en caer en el 'binge drinking': «Jóvenes con dificultades de aprendizaje, problemas de conducta o una marcada necesidad de socializar suelen asumir roles de liderazgo en los botellones, arrastrando a otros compañeros».

José Manuel Zaldúa, socio fundador y director de Esvidas, señala que este tipo de consumo, más que un trastorno mental diagnosticado, enmascara un desequilibrio interno: inseguridades, ansiedad social, miedo al rechazo, necesidad de pertenecer al grupo... «Para muchos adolescentes, el alcohol es una vía para desinhibirse y sentirse integrados, aunque eso luego les pase factura y no vean el peligro de esta práctica».

Advierte este directivo que hay varios signos que alertan de que un adolescente está ante un posible consumo problemático. Por una parte están los cambios de conducta: ver que el joven está más irritable, se aísla de su grupo habitual o de las dinámicas que hasta el momento llevaba a cabo porque ahora no las disfruta como antes, miente más de lo normal, hay un bajón a nivel académico… También asegura que hay signos físicos, como pueden ser el notar el olor a alcohol característico del consumo, que tenga resacas frecuentes el día después de haber salido, que siempre tenga una excusa preparada cuando pide salir… «Estas señales advierten a padres y educadores de que el alcohol se ha convertido en la única forma de divertirse que tiene el adolescente. En este momento es cuando hay que intervenir, pues detectar y actuar a tiempo evita riesgos y permite reconducir la situación antes de que el problema escale«.

A José Manuel Zaldúa no le gusta hablar de «perfil de bebedor», sino de patrones frecuentes, pues el abanico es muy amplio:

• Un adolescente con baja autoestima o dificultades para integrarse ve el consumo de alcohol, y también el atracón, como una forma de sentirse más seguro y aceptado.

• Aquellos con una personalidad más impulsiva o que tienden a buscar sensaciones intensas.

• Jóvenes con entornos familiares poco estructurados o con baja supervisión.

«En todos estos casos hay un denominador común: la falta de herramientas emocionales para gestionar los sentimientos», matiza.

Por todo ello, desde este centro consideran que la familia y la escuela son los pilares básicos de la vida de los adolescentes, porque, quitando de las amistades, son con quienes más tiempo pasan a lo largo del día. «La familia es el primer agente preventivo, que no debe imponer prohibiciones como muchos creen, sino que debe adoptar una postura de diálogo y crear confianza. Un adolescente necesita ver que puede contar con el apoyo y el punto de vista de sus padres sin ser juzgado. Del mismo modo, la escuela tiene un rol educativo esencial: enseñar a reconocer la presión del grupo, dar las herramientas necesarias para tomar decisiones conscientes y formar a los adolescentes para que entiendan las consecuencias del consumo. Por eso es tan importante que familia y escuela trabajen de forma coordinada, mandando mensajes sólidos y coherentes. Solo así conseguiremos provocar un impacto real en la conducta de los jóvenes«.

Sin embargo, la realidad demuestra que hay muchos padres que están desesperados al ver a sus hijos llegar a casa bajo los efectos del alcohol. Para librar esta batalla, José Manuel Zaldúa aconseja, aunque sea complicado, mantener la calma. «La reacción natural se acerca más al enfado o el miedo que al diálogo y la comprensión. Pero en estas situaciones lo importante es mantener los pies en el suelo. Las «broncas» y castigos, pese a que son herramientas que están ahí y sirven, muchas veces cierran la puerta a la conversación. Por eso, es preferible que la situación se calme y es, en ese momento, cuando hay que hablar con él desde la preocupación«.

En esa conversación es clave que:

• El adolescente entienda, además de la desobediencia, el daño que está haciendo a su cuerpo y a dónde puede derivar la práctica.

• Mostrarle la realidad de lo que se siente, como padre o madre, al ver situaciones de este tipo en casa.

• Se pregunte el por qué se sus actitudes.

«Preguntar, escuchar y comprender el porqué del consumo ayuda mucho más que amenazas o castigos vacíos. No obstante, si la situación se descontrola y los episodios se repiten o el adolescente se muestra indiferente, hay que pedir ayuda y ponerse en manos de profesionales. La familia puede, y debe, actuar, pero si la situación escala y las herramientas se quedan cortas, existe gente cualificada que puede ayudar».

No obstante, Zaldúa manda desde estas líneas a los adolescentes que consumen alcohol un mensaje claro y conciso, pero potente: «El disfrutar no va de la mano del consumo de alcohol. La diversión no depende de si bebes o no, sino de cómo vives las experiencias. Cada atracón deja huella en el cerebro, memoria y en la capacidad de tomar decisiones, aunque al día siguiente parezca que todo se ha olvidado. Beber hasta perder el control no es una muestra de madurez ni de libertad, es una forma de poner en riesgo tu salud y tu futuro«.

Artículo solo para suscriptores
Tu suscripción al mejor periodismo
Anual
Un año por 15€
110€ 15€ Después de 1 año, 110€/año
Mensual
5 meses por 1€/mes
10'99€ 1€ Después de 5 meses, 10,99€/mes

Renovación a precio de tarifa vigente | Cancela cuando quieras

Ver comentarios