«Muchos jóvenes son pesimistas y están desorientados por no tener referentes clásicos como Platón o Aristóteles»
El profesor José María Torralba, de la Universidad de Navarra, lamenta que los jóvenes no lean a los filósofos en el contexto para el que fueron escritos (responder a preguntas existenciales sobre la amistad, la felicidad o la muerte), sino sólo para aprobar un examen
Pensamiento crítico: el legado más importante que puedes dejar a tu hijo para que no lo manipulen
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Iniciar sesiónEl profesor José María Torralba, de la Universidad de Navarra, ha sido premiado en la VII edición de los Premios Razón Abierta de la Universidad Francisco de Vitoria y la Fundación Vaticana Ratzinger-Benedicto XVI, por su Programa de Grandes Libros, una propuesta académica que ... devuelve a los clásicos de la literatura y la filosofía su papel transformador en la sociedad contemporánea, poniéndolos en diálogo con la ciencia y la vida universitaria. En un contexto en el que las disrupciones tecnológicas están alterando todo, este proyecto resalta la vigencia cultural de Homero, Platón, Shakespeare o Cervantes para ayudar a las nuevas generaciones a tener sensibilidad cultural y capacidad crítica.
¿Por qué los jóvenes se sienten menos atraídos por leer a los grandes clásicos de la filosofía?
Probablemente porque no han tenido la ocasión de verse interpelados personalmente. En el mejor de los casos, los han estudiado para un examen o la EvAU. Pero no los han leído en el contexto para el que fueron escritos: responder las preguntas existenciales que todos los seres humanos nos hacemos (sobre la amistad, la felicidad o la muerte). Los Seminarios de Grandes Libros recuperan ese contexto de lectura, que despierta el interés personal –y la curiosidad– de los jóvenes.
¿Cómo siguen marcando los clásicos el pensamiento en pleno siglo XXI?
Clásico no significa siempre antiguo. Nuestro Programa incluye títulos del siglo XXI. De todos modos, la mayor parte de los libros tienen varios siglos. Por ejemplo, cada año leemos la Apología de Sócrates. Todos quedan pensativos con la afirmación de que «una vida no examinada no es digna de ser vivida». Y establecen fácilmente la conexión con un clásico más cercano en el tiempo, La rebelión de las masas de Ortega y Gasset. El problema de una sociedad donde las personas viven como «boyas a la deriva» es de gran actualidad. Por eso, quizá, en la última década se está volviendo a escribir mucho sobre temas clásicos: ejemplaridad, comunidad, virtud, ritos, esperanza, etc.
¿Qué les puede aportar hoy Platón, Aristóteles... a unos estudiantes que están tan inmersos en un mundo dominado por la tecnología?
Perspectiva y sentido. El mundo contemporáneo se sitúa en un «presentismo» que dificulta conocer las raíces y causas de nuestro modo de vivir. Los clásicos amplían la perspectiva. Una estudiante me dijo que internet y las redes sociales son cámaras de eco, que repiten lo que uno ya hace o conoce; en cambio, leer a Shakespeare o Camus le había permitido cuestionarse su forma de vida.
La tecnología es un instrumento cada vez más potente y que nos facilita numerosas tareas. Pero lo que necesitamos es preguntarnos por su sentido: ¿qué lugar ocupa en nuestras vidas?, ¿qué nos aporta como sociedad? Si no, acabaremos sometidos a los principios de la eficiencia, la productividad y la innovación, como si fueran algo siempre bueno.
¿De qué forma afecta a las nuevas generaciones este desconocimiento?
Como muestra la actual pandemia de salud mental, muchos jóvenes son pesimistas y están desorientados. Carecen de los referentes personales e intelectuales que necesitan, especialmente cuando llegan a la época de la universidad y tienen que empezar a tomar decisiones sobre sus vidas. Los héroes y gestas que aparecen en los libros clásicos pueden ofrecerles buenos ejemplos. Al menos, cultivan la imaginación con nobles ideales como el servicio a una causa mayor o la disposición a sacrificarse por otra persona. Esa imaginación enriquecida les permitirá mirar al futuro con esperanza: un mundo mejor es posible.
¿Es un fallo del sistema educativo o de la sociedad en general?
Nuestros sistema educativo es un reflejo de la sociedad: hay un control excesivo del Estado sobre temarios y metodologías. Si los centros y profesores tuvieran mayor libertad, probablemente nos iría mejor. Trabajo en proyectos con docentes de Secundaria y no les falta iniciativa ni entusiasmo. Creen en los jóvenes, pero tienen las manos atadas por la burocracia y las leyes cargadas de ideología. El imperativo de la innovación perjudica gravemente a la educación. Por eso, volver a Sócrates, el gran educador de Occidente, es hoy un acto revolucionario.
¿En qué medida se les puede despertar su interés por esta sensibilidad cultural?
Diría que la clave es que descubran y cultiven el placer de leer. Mi experiencia directa con más de 400 estudiantes en estos últimos 10 años es que resulta posible cuando, por ejemplo, se comentan las lecturas en grupo y se muestra la relevancia de lo leído para la vida de los jóvenes. Incluso libros aparentemente difíciles como la Odisea despiertan su entusiasmo. A veces, somos los adultos quienes no tenemos confianza en las capacidades de nuestros estudiantes. Como buenos jóvenes, no se quedan satisfechos con la mediocridad; aspiran a lo mejor, a lo más alto.
¿Está el pensamiento crítico de estos jóvenes en peligro? ¿Qué les puede suponer?
Sin duda. La educación incluye entre sus misiones esenciales conservar y transmitir la tradición a las nuevas generaciones. Esos referentes intelectuales e históricos son necesarios para desarrollar el pensamiento crítico: se compara la situación actual (personal y social) con el pasado, de modo que cada uno pueda elaborar su propio juicio sobre qué es lo bueno y lo justo.
Quien lee, es más libre. Piensa por sí mismo, de la mano de los mejores intelectuales y artistas de la humanidad. No se dejar dominar por la opiniones populares y toma conciencia de la complejidad de la realidad, que no admite respuestas simples.
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¿Qué le recomendaría como profesor universitario a un joven para cambiar su actitud en este sentido?
Que busque a un maestro. Seguro que tiene cerca varios entre los elegir. Alguien que le inspire confianza y le sepa guiar por el camino de la sabiduría y la belleza. Y que entre en una biblioteca y, después de hojear libros un rato, se lleve los que más le interesen, o que pida consejo a los buenos bibliotecarios que tenemos. Lo importante es encender la chispa de la lectura, que luego irá creciendo.
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SuscribeteEn ABC desde 1994 como periodista de formación, empresa, motor. Desde 2011 al frente de ABC Familia, donde escribo y modero debates de lo más importante en la vida: nuestros peques, parejas y mayores.
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