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Conversaciones de mayores

«Hoy se mete a todos los mayores en el mismo saco, tengan 60 o 110 años, ¡y no es lo mismo!»

En el foro de ABC y Obra Social La Caixa celebrado en Oviedo se recalcó que faltan cauces que permitan demostrar la gran aportación social de las personas mayores

En la imagen, de izda. a dcha.: Alberto Vega, Maruja Trabadelo, Laura Peraita y Pilar Rodríguez en el salón de actos de la Escuela de Minas de Oviedo David Conde
Laura Peraita

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Tras la jubilación, las personas entran en un periodo vital libre de ataduras laborales caracterizado por la libertad de decidir en qué ocupar el tiempo. Gracias a que la sociedad tiene cada vez más integrado que hay que cuidarse, hacer ejercicio o alimentarse bien, se llega a esta etapa con mejor salud física y mental, lo que permite disfrutar de estos años con mayor plenitud.

«Nunca antes en la historia de la humanidad habíamos vivido tanto», señaló Pilar Rodríguez, presidenta de la Fundación Pilares para la autonomía personal, en la jornada «La participación social: una contribución de las personas al bien común», organizada por ABC en colaboración con Obra Social La Caixa. «Es un cambio social sin precedentes. Por eso, hay que preguntarse qué ofrecemos a estas personas que tienen tantos años de vida por delante», recalcó.

Explicó que de pequeños nos preparan para estudiar; después, de jóvenes, para trabajar y «cuando uno se jubila, ¿qué? Precisamente, cuando uno tiene treinta o cuarenta años por delante de vida útil, la sociedad no nos encauza de ninguna manera. Este fenómeno de incremento de la longevidad, que ha generado una etapa social nueva, no ha sido comprendida por la sociedad», lamentó.

«El colectivo de los mayores es muy heterogéneo en nuestra sociedad actual»

Dejó patente que se sigue hablando de las personas mayores todas metidas en el mismo saco, desde los 60 hasta los 110 años, «¡y no es lo mismo!». «Si hay una nota distintiva de lo que implica ser mayor es, precisamente, la gran heterogeneidad de este colectivo que varía en función de múltiples variables como ser hombre, mujer, vivir en el campo, la ciudad, tener 65 años o tener 95, disponer de buena salud o no...».

Por este motivo, Pilar Rodríguez destacó en este foro, celebrado en Oviedo en el marco del convenio entre la Consejería de Derechos Sociales y Bienestar del Gobierno del Principado de Asturias y el Programa de Personas Mayores de la Obra Social ”la Caixa”, que faltan altavoces que dejen patente esta nueva realidad que debe transcender a la sociedad. « Debemos intentar que se nos escuche y exigir vías para que todo nuestro caudal de conocimientos y experiencias podamos darlo a los demás. Para eso, la sociedad debe abrir cauces, no vale solo con tener centros de mayores, que son muy importantes, sino que hace falta tener una concepción de la sociedad diferente donde los mayores puedan demostrar que son capaces de aportar mucho a la sociedad».

Es el caso de Alberto Vega, que con 49 años se jubiló del sector de la minería. Siempre ha sido autodidacta, pero un día decidió apuntarse a un curso de informática en el Centro Social de Personas Mayores de Turón (Asturias). Como tenía conocimientos avanzados le propusieron hacer labor de voluntariado para enseñar tecnología a otras personas. Quiso probar.

«De pequeños se nos prepara para estudiar; de jóvenes para trabajar..., y cuando uno se jubila, ¿qué?»

«Decidí contribuir con lo que más tenía en abundancia: tiempo. Comencé a dar clases a reclusos de la cárcel. Cada uno está allí por unas circunstancias distintas, algunos por no tener dinero para pagar la pensión a su mujer. Muchos me confiesan que nos esperan cada jueves con gran ilusión porque así salen dos horas de su rutina habitual y, después de clase, nos invitan a un café o a charlar un rato mientras se fuman un cigarrillo en el patio. En ocasiones, hay reclusos que tienen el ánimo muy bajo y les gusta que gente de fuera escuchemos su frustración o preocupaciones. La informática, en esos días, pasa a un segundo plano porque impera su situación emocional. Es curioso porque allí no entienden que les dé clases de forma gratuita, «¿pero alguien te pagará?», me dicen con frecuencia. Es una forma de hacerles ver que también se puede hacer algo por los demás sin esperar algo a cambio, al menos económico, porque la satisfacción personal es muy grande».

Para Alberto Vega todas las personas tienen algo que aportar a la sociedad, ya tengan una formación más o menos cualificada. «Todos sabemos algo, pero el problema es que no le damos valor . Hay que crecer en autoestima, no hay que infravalorarse, porque lo que no parece útil para uno, sí que lo es para los demás, y mucho».

Para fomentar esta contribución a la sociedad de este sector de la población, durante la jornada se destacó que los centros de mayores cumplen una labor muy importante y que cuando se pusieron en marcha en los años 80 desempeñaron una función clave porque había mayores que no salían de casa, sobre todo mujeres, y representaron una función sociabilizadora porque las mujeres tenían dónde ir y sentirse reconocidas.

Aún así, se insistió en la necesidad de evitar que se perpetúe una imagen social negativa que algunas personas tienen de estos centros. Según algunos estudios, los recién jubilados no quieren acudir a ellos porque piensan que solo hay «viejos».

«Esta imagen no se corresponde con la gran cantidad y variedad de actividades gratificantes de desarrollo personal que organizan –señaló Alberto Vega–. Nos falta difundir a la sociedad qué es lo que se hace allí, para que las personas más jóvenes también quieran asistir, participar... Hace falta hacer jornadas de puertas abiertas para que vean que allí no solo se juega a las cartas».

«Hay un concepto erróneo de los centros de mayores y hace falta aclararlo y fomentar la participación»

Pilar Rodríguez añadió que sería interesante abrir los centros a personas a partir de los 50 años para que puedan conocer lo que allí se hace «e, incluso, hay quien sugiere abrirlos a la comunidad para que sean centros comunitarios. Tiene sus pros y contras porque, por un lado, se perdería el sentido y significado de estos centros, pero es verdad que el cambio social de la vejez tampoco es para estar encerrados en nosotros mismos. En Madrid y Valencia ya se está trabajando en este tipo de aperturas», señaló.

Explicó que hay que difundir este tipo de participación para que la sociedad cambie la imagen de las personas mayores , que no se siga diciendo que somos costosos por cuestiones sanitarias, sino que se nos ponga en valor por las contribuciones que hacemos tanto en nuestra familia, por el apoyo a hijos y nietos, como por otras actividades como el voluntariado que es necesario contar para que otras personas quieran seguir el ejemplo. Es positivo para la sociedad porque aumenta el capital social».

«¿Y qué pinto aprendiendo informática ahora?»

Así lo consideró también Maruja Trabadelo que tiene 85 años y hace cinco comenzó a asistir a clases para manejarse con el ordenador. Confiesa que en su día se preguntó «¿y qué pinto yo aprendiendo informática ahora?». Pilar Rodríguez le reconfortó en la jornada explicando que la ciencia ha demostrado que podemos aprender a lo largo de la vida. « Siempre tenemos capacidad de aprendizaje por la plasticidad neuronal del cerebro. ¡Es una gran noticia! Por eso, nunca es tarde para aprender».

Durante dos meses, Marraja Trabadelo y sus compañeras del Centro de Mayores de La Tenderina se reúnen una vez por semana con escolares de cinco años y les enseñan a coser botones, a realizar adornos, manualidades, pulseras... « La contribución es mutua porque ellos aprenden y nosotros nos sentimos útiles. Nos alegran mucho el día y nos acogen con mucho cariño. Son pequeñas acciones porque hay personas que hacen actividades mucho importantes para la sociedad, pero para nosotros es una gran satisfacción».

Lo importante para Maruja Trabadelo es «no estar en casa sentada, sola y viendo la televisión. Hay que salir a la calle todos los días. Todas las personas, si quieren, pueden aportar mucho aunque sean mayores», aseguró.

«En lugar de matar el tiempo hay que gozarlo»

En este sentido, la presidenta de la Fundación Pilares añadió que quedarse en casa conduce a un círculo vicioso y a pensar «¿yo qué hago, qué puedo hacer? y a no encontrar sentido a la vida con el riesgo de venirse abajo. Por eso, invita a todos los mayores a salir buscar centros, asociaciones donde puedan aportar, reunirse con otras personas, hablar... «En lugar de matar el tiempo hay que gozar el tiempo en mi beneficio y en el de los demás. Lo importante es dar sentido a la vida. Cuando se hace voluntariado, por ejemplo, se participa de los demás, se cuida a los demás. Lo primero es un beneficio para mí y luego a los demás. En el momento en el que desde un centro u organismo se le da valor, la persona se empodera».

Pilar Rodríguez no dudó al asegurar que en España falta un lobby de mayores. «Hay muchas asociaciones y federaciones de mayores, pero trabajan de forma separadas. Deberían reunirse para tener más fuerza a la hora de plantear reivindicaciones y exigir nuevas medidas que permitan a los mayores una mayor participación social. Debemos tener nuestros derechos y dignidad garantizados hasta el final».

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