El viaducto que se enterró y el de quince ojos que ahora son almacenes
HISTORIAS CAPITALES
Un rellenado de tierras dejó soterrada una de las infraestructuras hace ya 60 años
La Ciudad Universitaria para cuya financiación se rifó un chalé y se hicieron sorteos de Lotería y donaciones
Madrid
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Iniciar sesiónMadrid tiene muchas joyas que se ven. Y algunas que no, aunque siguen ahí, en algún caso enterradas bajo la superficie. En lugares que todos conocemos y por los que muchas veces hemos pasado, sin percatarnos de lo que ocultaban. A las puertas del Palacio de la Moncloa ... , por ejemplo, 'yace' -o mejor sería decir que se encuentra inhumado- un enorme viaducto de 18 metros de altura, que desapareció tras ser rellenado el terreno que lo rodeaba. Y muy cerca, otro viaducto, el de los quince ojos, vio cómo con el tiempo trece de ellos se convertían en lo que hoy son: almacenes.
Ambos se construyeron en relación con las obras de la Ciudad Universitaria de Madrid. El Viaducto de los Quince Ojos tuvo en su diseño y cálculos la mano maestra del ingeniero Eduardo Torroja, y fue edificado entre 1929 y 1933 sobre el arroyo de Cantarranas; por eso también se le conoce por este nombre. Se levantó para canalizar el tráfico de la carretera de La Coruña, que ahora conocemos como A-6. Este viaducto contaba con quince ojos; de ahí su nombre.
Muy cerca, se encontraba otra obra del ingeniero Torroja: el Viaducto del Aire, que se conocía así popularmente por la esbeltez de su diseño, pese a estar hecho de hormigón armado. Este fue instalado sobre el barranco de Cantarranas, para dar servicio al tranvía que pasaba por la zona. Pero a pesar de contar con dos arcos gemelos de 18 metros de altura y 36 de luz, el viaducto desapareció sin dejar prácticamente huella, aunque no fue destruido.
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Una paradoja, sí, con una explicación muy sencilla: la infraestructura se encuentra actualmente bajo tierra. Porque se vio afectada por las obras que se llevaron a cabo en los años 60, para rellenar el arroyo de Cantarranas. Una labor que cambió, obviamente, la perspectiva y el paisaje, y que enterró en parte los arcos del Viaducto de los Quince Ojos, y casi en su totalidad el del Aire.
De hecho, de este último apenas queda el tablero, que ahora está integrado en el perímetro de seguridad del Palacio de La Moncloa, a las puertas del mismo.
El otro perdió varios de sus ojos; quedaron tapados para poder dedicarlos a funciones de almacenaje, que son las que siguen teniendo aún ahora, para distintas instituciones: unos son de la Universidad Complutense, otros del Ministerio de Fomento y uno incluso del Ayuntamiento madrileño. Por dos, no obstante, todavía pueden pasar los vehículos y los peatones. Y en su parte superior mantiene su uso para el tráfico que entra en Madrid por la A-6.
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Hace ahora diez años, el Viaducto de los Quince Ojos fue sometido a unas obras de mejora, que pretendían solventar problemas en el soporte de hormigón y en el revestimiento cementoso, que casi se había perdido totalmente, así como las humedades en los dos ojos que continuaban abiertos al tráfico. Los trabajos, que duraron dos meses, buscaban devolverle en lo posible el aspecto original a la infraestructura. Diez años después, en una revisión han vuelto a encontrarse fisuras en el mortero, pero en general los arcos presentaban buen estado, según los informes técnicos.
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