El año en que las campanadas de Sol se le atragantaron a toda España
Historias Capitales
Un cambio en el reloj de la Real Casa de Correos precipitó la toma de las uvas hasta hacerla imposible
El diablo que aparecía en la Real Casa de Correos
Madrid
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Iniciar sesiónNo es fácil: está uno pendiente del reloj, de distinguir los cuartos de las campanadas, con el estómago repleto tras una cena pantagruélica, ocupado en quitarle las pepitas (los más tiquismiquis) a las uvas, y tratando de evitar el contacto visual con esa sobrina a ... la que siempre se le escapa la carcajada con la boca ya llena. Súmenle a eso dificultades 'externas', como una velocidad inusual en el ritmo de las doce campanadas. Y tendrán una idea aproximada de lo que sufrieron en la Nochevieja de 1996 los madrileños, y los españoles que siguieron la cita viendo la llegada del nuevo año en el reloj de la Puerta del Sol. Fue una auténtica locura, con «las uvas más precipitadas de los últimos 20 años», decía la prensa de la época. Y media España atragantada.
«Muchos españoles no olvidarán fácilmente la Nochevieja de 1996», relataba Ovidio en ABC el 2 de enero, primer día que se publicó el periódico tras el evento. «Dispuestos a cumplir con ilusión el tradicional rito de las doce uvas de la suerte, se vieron sorprendidos por una anormalidad». Y esta consistió en un acelerón de las campanadas que causaron «un considerable desconcierto y que muchas uvas se quedaron en los platos, ante la imposibilidad de comerlas».
En aquellas fechas, se estaban realizando obras de remodelación en el edificio de la Real Casa de Correos, y el reloj había sido desmontado por esas obras, que afectaron también a la torre. Lo habitual en una noche como esa, por aquella época, era que el relojero de la Real Casa de Correos aplicara un dispositivo manual para que la duración de las campanadas, que de forma habitual eran de 17 segundos las doce, se pasara a 34. El relojero, Vicente Rodríguez, lo tenía así previsto, y así lo dijo en una entrevista ese mismo día. Pero al parecer, recibió luego la orden de que no se aplicara ese sistema, y no se tocara el reloj. No fuera a ser que no diera la hora en condiciones, justo cuando todo Madrid esperaba.
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ABC publicaba una entrevista, a campanadas pasadas, con el arquitecto de aquella remodelación, Juan Blasco, que explicaba lo que ocurrió: se consideró peligroso manipular en el último momento la antigua maquinaria del reloj, además de considerar esa práctica 'irrespetuosa' con una pieza única como es esta. «Me pareció un grave riesgo manipular la maquinaria con tornillos y alicates. ¡Imaginen lo que hubiera sido que una pieza se desprendiera en ese momento y que el reloj se parase o no tocase las campanadas!», relataba, con sus propias palabras.
De hecho, aconsejaba que para otros años, si querían campanadas más lentas, debían hacerlo no con mecanismos caseros, sino con rigor profesional. «La manipulación era absurda y demencial», sentenció.
El caso es que los españoles se atragantaron esa noche, los que intentaron cumplir con la tradición, o se dejaron las uvas en el plato los que se dieron cuenta a tiempo de que no había forma humana de consumirlas. El consejero de Obras Públicas y Urbanismo entonces, Luis Eduardo Cortés, también justificaba lo ocurrido -que causó importante conmoción en el momento- por ese peligro en que se ponía a la maquinaria con la manipulación de la misma. Y por eso, concluyó, «si, como parecen pensar los españoles y yo mismo, el reloj debe dar las campanadas con tiempo suficiente para comer las doce uvas,vamos a estudiar la forma de hacerlo, pero con el cuidado que precisa la maquinaria».
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Todos los periódicos del momento llevaron a sus páginas el escándalo de las uvas aceleradas: no sólo en Madrid. Diario 16, Diario de Navarra, Faro de Vigo, Ideal, Información de Alicante, El Mundo, La Nueva España, El País, el Periódico de Cataluña, el YA… todos hablaban de la «inusitada velocidad de las campanas», o recogían testimonios de los transeúntes: «No las he terminado; me han faltado cuatro».
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