Los 'túneles del miedo' de la A-5 apuran su vida útil: historia del Madrid más lúgubre
Los pasos peatonales inferiores fueron construidos en 1975, con un periodo de conservación normal de 50 años
La tortura de vivir a dos metros de la A-5, de Batán a Campamento
Una persona sin hogar duerme en el paso inferior de la calle de Villavieja
Están ahí, a un lado y al otro del histórico paseo de Extremadura, desde hace exactamente 48 años. Están ahí y no parece que vayan a dejar de estar, pese a que su vida útil expira a los 50; es decir, en 2025. Los pasos ... peatonales inferiores de la única autovía, la A-5, que secciona en dos un distrito, el de Latina, son el grueso de los últimos que todavía resisten en la capital: grafiteados, sucios y poco iluminados, su imagen recuerda a otra época, a un modelo de urbanismo anacrónico; iconos del Madrid más lúgubre. Pero no por ello menos necesarios, al menos, mientras los vehículos sigan circulando a dos palmos de las casas, dentro de una calzada sin semáforos ni pasos de cebra y, en según qué tramos, con hasta cuatro carriles por sentido.
El ocaso de este tipo de subterráneos es la historia de una muerte anunciada: si a finales de los 2000 la ciudad contaba con cerca de medio centenar, en 2023 sólo quedan 16, de los cuales 11 están en la propia A-5, ubicados a la altura de las calles de Dante, Villavieja, Villavaliente, San Juan de Mata, San León, Illescas, Padre Piquer, Ceferino Ávila y Faustino Cordón Bonet, entre otros puntos. A ellos se suman otros seis descolgados a media altura, al estilo balcón, en los túneles con tráfico rodado de las calles de Villamanín, San Manuel y Allende, la carretera de Boadilla y las avenidas de los Poblados y de la Aviación. Estas estructuras fueron construidas en 1975, con una vida útil extendida hasta los 50 años, si bien este tope no implica necesariamente su desmantelamiento.
La Instrucción de Hormigón Estructural (EHE-08), del Ministerio de Fomento, define la vida útil de una estructura como «el período de tiempo, a partir de la fecha en la que finaliza su ejecución, durante el que debe mantenerse el cumplimiento de las exigencias», a través de «una conservación normal, que no implique operaciones de rehabilitación». Normativas al margen, lo cierto es que el Ayuntamiento de Madrid realiza un seguimiento constante de los pasos, con la premisa de que su vida real «se puede alargar en el tiempo, salvo que haya problemas estructurales de gravedad».
Para ello, los técnicos distinguen entre vigilancias (semanales) e inspecciones (mensuales). Más allá de la diferencia de periodicidad, las primeras consisten en revisar el interior de los mismos, al objeto de comprobar si se han asentado personas sin hogar o hay esparcidos restos de botellas rotos, entre otros residuos peligrosos; mientras que las segundas centran su objetivo en descubrir los desperfectos que el armazón y otros objetos auxiliares, como las barandillas o las escaleras, puedan presentar. «¿Qué cuales son los principales problemas? Los grafiteros, por ejemplo; si se arreglan las paredes de un túnel no tardan ni un día en volver a pintarlo», apunta uno de estos operarios, al tiempo que saca fotos con su 'tablet' para advertir de los últimos defectos encontrados.
Las fisuras y humedades son otra de las controversias más habituales, aunque estas solo afectan en términos de estética. «Los pasos pueden presentar desprendimientos, pero solo de pintura. Y luego otros desperfectos frecuentes son las barandillas en mal estado, también los escalones y que haya riesgo de que la gente se tropiece o que las rejillas del suelo se taponen por la suciedad», aclara el mismo trabajador. Los subterráneos, diseñados con cajones de hormigón armado (piezas prefabricadas), presentan un gálibo cercano a los 2,3 metros, las paredes revestidas con terrazo y diferentes accesos en función del entorno.
Dos mujeres suben a la superficie tras cruzar uno de los subterráneos de la A-5
Su pobre iluminación y el reguero de grafitis visible terminan de completar, a grandes trazas, su ya de por sí aspecto tétrico. Los residentes de los barrios limítrofes piden su eliminación, pero son conscientes de que antes tendría que adecuarse el espacio en superficie. «El soterramiento es una solución, pero al estar relacionado con la operación Campamento no se empezaría a pensar en ello hasta 2026», expone el portavoz de la Coordinadora de Asociaciones de Vecinos de Latina, Javier Poveda, al tiempo que recuerda una segunda posibilidad. «El apaciguamiento de la calle, bajar la velocidad a 50 km/h, poner semáforos y quitar carriles. Si quitas uno por sentido alejas, además, la distancia con las viviendas, que es uno de los problemas más graves».
El 29 de enero, cientos de personas se echaron por primera vez a la A-5 para protestar por la enquistada situación. Los representantes de la propia coordinadora, impulsora de la marcha, apuntaron entonces al compromiso electoral de soterramiento que hizo el alcalde, José Luis Martínez-Almeida; un proyecto que aseguran «no se ha iniciado, no está presupuestado y, a pesar de las numerosas ocasiones en las que las asociaciones lo han solicitado, no se ha compartido».
Aquel día, las candidatas de Más Madrid a la Alcaldía, Rita Maestre, y del PSOE, Reyes Maroto, coincidieron (además de físicamente) en la propuesta de soterrar el tramo afectado. La exportavoz del Gobierno de Carmena fue más allá y prometió una inversión de 300 millones de euros, lo que incluiría una reducción radical de los carriles en superficie, la puesta en marcha de una línea de autobuses de alta velocidad, la incorporación de carriles bicis y la ampliación de aceras y zonas verdes. Unas palabras que contrastaron con las expuestas por sus compañeros de ruta: «Manuela Carmena finalizó su mandato sin ejecutar su plan de transformar la A-5 a su paso por el distrito en una avenida urbana».
Los 'túneles del miedo' deben su fama a los numerosos robos, agresiones y hasta violaciones que allí abajo han acontecido en su medio siglo de vida. Sin ir más lejos, el último hecho violento tuvo lugar el 1 de marzo, casi al filo de la medianoche. Según declaró la víctima, los autores serían de origen magrebí, lo que vuelve a poner el foco en la escalada delictiva que vive el barrio de Batán, desde que en enero de 2019 el albergue juvenil Richard Schirrmann fuera convertido en un recurso habitacional de emergencia para acoger a menores extranjeros no acompañados.
En junio de 2021, otra joven de 26 años sufrió de madrugada una agresión sexual en otro de los túneles. Los hechos tuvieron lugar después de que la mujer saliera del metro de Casa de Campo y se encaminase a su domicilio, al otro lado de la A-5. Al pasar por debajo, un hombre le atacó por la espalda, agarrándola del cuello para manosearle el pecho y otras partes íntimas. El verano anterior, dos varones estrangularon a una vecina de 58 años hasta dejarla inconsciente en el subterráneo de Villavaliente. La afectada despertó a los pocos minutos, tirada en el suelo y con un fuerte golpe en la cabeza. Y todo para sustraerle también el teléfono móvil.
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Al igual que los 'scalextric', extinguidos todos salvo el que divide Puente de Vallecas y Retiro, los pasajes peatonales terminarán por desaparecer de un mapa, que ya no los echa en falta. A excepción, eso sí, de un distrito partido en dos, donde miles de vecinos se ven obligados a pasar por ellos a diario para sortear la frontera de la A-5.