El líder iraní que desayunó chocolate con churros en la Casa de la Villa y piropeó a una concejal

Historias capitales

El alcalde Álvarez del Manzano ofrecía un ágape castizo a los dirigentes extranjeros en visita oficial

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Jatami, en octubre de 2002, durante el desayuno en la Casa de la Villa, departe con Mercedes de la Merced, ante la mirada de Álvarez del Manzano (de espaldas) EFE

Cuando una autoridad internacional llega a la capital en visita oficial, es agasajada y recibida por los máximos responsables políticos: suele acudir tanto a Moncloa como al Palacio Real. Pero hay otro lugar por el que también pasan con mucha frecuencia, y es el Ayuntamiento de Madrid. ... Hubo un tiempo en que el alcalde, que entonces era José María Álvarez del Manzano, iba más allá de la protocolaria entrega de la Llave de Oro de la ciudad a algunos de estos visitantes ilustres, sino que también les organizaba un pintoresco -a ojos de los visitantes- desayuno típico madrileño, donde no faltaban ni los churros ni el chocolate y, en ocasiones, también había azucarillos, un dulce clásico en el Madrid decimonónico.

Uno de estos que llegaron a la Villa y Corte fue Mohammad Jatami, quinto presidente de Irán, que ocupó ese puesto entre el 2 de agosto de 1997 y el 2 de agosto de 2005. Jatami fue uno de los referentes del movimiento reformista iraní, pero también era un ulema, un doctor de la ley islámica, estricto con su cumplimiento. Por eso su visita oficial a España fue seguida con extrema atención en cada gesto y muy comentada por la prensa.

Por ejemplo, fue publicado y fotografiado su saludo al Rey Juan Carlos, con un apretón de manos, y su trato diferente a la Reina Sofía, a la que únicamente sonrió, sin que hubiera ningún contacto físico. El rígido protocolo islámico indicaba que el líder iraní no daba la mano a las mujeres y no se sentaba en ninguna mesa donde se sirviera alcohol.

Así las cosas, llegó el momento del desayuno con que obsequiaba a las visitas el alcalde José María Álvarez del Manzano. Y para evitar cualquier incomodidad, el regidor ordenó que se retiraran dos botijos, con las inscripciónes 'anís' y 'aguardiente', que decoraban desde muchos años antes el salón en el que se iba a servir el ágape. Ni tenían esas bebidas ni ninguna otra; eran sólo de atrezzo, pero el primer edil prefirió evitar susceptibilidades y optó por ser, como era habitual, un estupendo anfitrión.

Jatami y su séquito llegaron a la Plaza de la Villa, donde les esperaban las autoridades municipales. Entraron en el edificio acompañados por ellas y se dispusieron a disfrutar del menú habitual: los churros, el chocolate espeso y demás manjares. A un lado del presidente iraní, el alcalde; al otro, la primera teniente de alcalde, tristemente desaparecida, Mercedes de la Merced, una política de raza y una mujer muy bella.

El líder iraní observa un crucifijo en el salón de plenos de la Casa de la Villa EFE

Las crónicas periodísticas narran cómo fue aquel encuentro, en el que «a pesar del rígido protocolo islámico seguido por el presidente iraní, que no da la mano a ninguna mujer», Jatami «no pudo evitar dedicar una galantería a Mercedes de la Merced». La concejal le explicó, a medias en inglés y a medias recurriendo al traductor de farsí, que había visitado Irán el año anterior, y alabó el atractivo de sus paisajes. El presidente iraní le preguntó si entonces se había cubierto con el chador, a lo que la edil le respondió que sólo se puso un pañuelo. «Pero usted está bella con pañuelo y sin él», dice el cronista que dijo Jatami.

El político iraní recibió la Llave de Oro de la ciudad y en su discurso, apeló al civismo y al diálogo para acabar con la «intolerancia, la violencia, la discriminación y la tensión mundial», recogieron las agencias.

Gracias a estos desayunos castizos que organizaba el alcalde Álvarez del Manzano, muchos dirigentes extranjeros se marchaban a sus países conociendo algo más de las costumbres y la gastronomía madrileña.

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