La primera nieve
Navacerrada va quedándose desierta y bajo el Puente de los Franceses sólo navegan siluros con parpusa, locos de atar y dos patos del Trópico
Tan cerca, tan nuestros...
Varias personas arrastran un trineo en el Puerto de Navacerrada, en 2023
Tiene esa primera nieve en Navacerrada un perfume que huele sin oler, y sin embargo, como una madalena de Proust, nos lleva a lo antiguo y a la fascinación que a los que nacimos en el Mediterráneo nos provocaba la pureza de los pinares tras ... el nevazo. Cuando en un Ford Fiesta de los viejos subíamos a resbalarnos en bolsas de basura como si fueran trineos de una novela de Tolstoi en el corazón del severo Sistema Central; sería en aquella época en que el mundo era un poco más serio. Las nieves de antaño que cantó Villon y que ahora son novedad cuando en la sierra la nieve es una invitada que llega tarde, mal, y breve. Cuando la nieve es una mala dominguera. O sea.
Desde Princesa, en lo que llamaban el Cerro del Pimiento a decir de Eduardo Haro Tecglen, si el día está claro, se ve, de Pascuas a Ramos, la Bola del Mundo blanca y radiante, igualita que una novia 'juanramoniana'. Yo la miro, y ella me mira, y si no está blanca y el calendario llama a muérdago, se siente una desazón que va calando; quizá porque, pese a todo, aún guardamos una nostalgia irrepetible de Filomena. El cambio climático existe, se ve, y en esto no hay que hacerle caso a un grifota de Vallecas, con zarcillos hasta en el menisco y una diarrea mental considerable. Quien me conoce sabe que me preocupa el meteoro, el cielo, la calor que llega a la Villa cuando languidece abril y asoman por el parque del Oeste los primeros bikinis.
La primera nieve arranca siempre buenos recuerdos. El Retiro blanco, y el Palacio de Cristal pintando de Navidad febrero. O el placer de intuir desde una oficina impersonal los picachos de Gredos, ponerse el sol, y las Cuatro/Cinco torres; así, en una misma postal. La nieve ha perdido ese costumbrismo que era como la castañera o como Antonio Sánchez y su taberna. Ya en la Casa de Campo nadie patina sobre hielo, Navacerrada va quedándose desierta y bajo el Puente de los Franceses sólo navegan siluros con parpusa, locos de atar y dos patos del Trópico.