LAPISABIEN
Arco de Cuchilleros
Siempre he dicho que el tajo de la Gran Vía abre las dos Españas. Igual es exagerado
Ese calor 'madriles'
MADRID
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Iniciar sesiónEl Arco, así, de primeras, hace honor a su nombre. Parte y corta como Madrid en dos; sin partirla y sin cortarla, abriéndose hacia la Mancha, hacia Andalucía, que es el morir. Y aún espera uno algún embozado de verdad, en lo de Luis ... Candelas, no a un 'menornoacompañado' rebañando los bolsillos del más manso. Lástima que a Noé vinieron a hablarle del diluvio. Y no hubo más que dos gritos y unos 'galgos', en chándal del Barça, huyendo por zona más vieja, y linda, de la capital. Y no eran imaginaciones 'alatristianas', sino la ciudad oscura y sus moradores.
En esta zona de Madrid, donde Quique el Jeringas y Pepe Domingo Castaño celebran la vida, hay, en realidad, vida, y de ahí su querencia de vino y amistad. Se revuelve el alma en Botín, donde de la miniatura al horno, la grandeza está asegurada en las guías sobre Celtiberia.
El Arco es el Madrid de hoy, pero es también ir a Madrid muchos años atrás. A veces ronda la tuna, en ese canalleo sano que da el vivir con buenas notas, padres ricos, y una carrera por figurar.
Ése es mi Madrid, lo confieso. Donde hay un quejío flamenco desde una ventana y un tablao donde se arrancan por tangos del Uruguay. Donde una 'prima donna' ensaya gorgoritos y un cura, no sabemos si saliendo o entrando en Pasapoga, pasa por el plano.
En este cuarterón de Madrid ha visto uno a artistas de verdad ciscarse en Picasso, un artista que ocultó, quizá por no saber venderse, a Juan Gris, madrileño de cuna. Al que habrá que dedicarle una tronera.
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Me gusta ese Madrid. El herreriano con las fachadas reventonas, el de bandoleros que no lo son. Un Madrid que es literario en su miseria que no es tan miseria. Siempre he dicho que el tajo de la Gran Vía abre las dos Españas. Igual es exagerado. Porque el Arco, si hace algo, es mostrar la dualidad de Madrid. La ciudad del turista y, abajo, el pueblo.
Desde el Arco de Cuchilleros todavía veo al niño que fui reír, a Ismael Serrano firmando un autógrafo cuando ya era uno adolescente. A la penúltima musa despedirse por siempre. O a Raphael interpretado con la pasión de un cumpleaños pobre y glorioso en un karaoke con olor a Zotal. Todo bajo la mirada del Arco.
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