LAPISABIEN
Tito Miguel, esencia de Argüelles
Va a los bares cuando van cerrando, cuando el camarero es más dócil a confidencias
Bigote a la Quadra Salcedo, chalequillo sintético de la Caja Rural, una vida como de funcionario jubilado de Exteriores y un ático desde donde, en los días soleados, ve las gaviotas que vienen del Padre Tajo a Valdemingómez y ya, madrileñas como ... las cotorras, forman parte de nuestra fauna, tan diversa. El tito Miguel de Argüelles, aunque nacido en Albacete, no es de ayer, ni de mañana, que decía el poeta. Es más bien de siempre de la cepa hispana, concretamente de la catalana en su querencia digestiva por el cava. Y manchego del sur a carta cabal.
Se le ve caminar más raudo que Rajoy en la cuadrícula de Argüelles que, frente a la Rosa de los Vientos, está mal situada.
Ya jubilado, insistimos, no se casa con nadie. Cuando UGT apoyó el follón en Cataluña, se dio de baja con toda la fuerza de la cultura sindical y de su bigote. El fútbol le gusta como asunto, y es el ciclismo donde ve las verdades del barquero y el alma hecha pedal. Es un sibarita de sus cuatro esquinas cotidianas, aquí y en Alicante. Va a los bares cuando van cerrando, cuando el camarero es más dócil a confidencias.
Miguel pasea, y cuando no anda por Argüelles, porque es un animal de Argüelles, se pone en su ático viejas cintas de Pepe Marchena, de Mairena y de Agujetas, que es su dilecto. Y es que es español sincero y todo un melómano de aquellos discos y de aquel flamenco que perdió, no muchos, costurones de pureza en las gasolineras de antes; las que había antes y después de la cuesta de Aranjuez. Donde calaba el 'seilla'.
Miguel no me toca nada sanguíneo, pero es mi tío como el escritor Juan Sánchez Parra es mi primo. Ambos tienen conceptos diversos de la felicidad. Por eso los amo.
CODA: Por una afección en la garganta, el arribafirmante entrega hoy esta columna a su lectores. Disculpen las molestias.
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