El botellón se adueña del Orgullo en Chueca: «Estoy viniendo todos los días, es un poco locura»
Sin escenarios ni desfiles, la fiesta se concentra desde hace una semana en un puñado de plazas del corazón de Madrid
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La Policía Municipal desaloja el botellón de la plaza Pedro Zerolo y detiene a un joven por arrojar objetos a los agentes
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Iniciar sesiónVanessa, de pelo lacio, piel tostada y ojos grandes, descubrió quién era a los 10 años con una bofetada. Literalmente: se la propinó su hermana al sorprenderla besando a una chica. La aceptación en su familia, de origen ecuatoriano y español, se labró poco a ... poco, después de que una prima mayor anunciara que era lesbiana y sus padres superaran la actitud de «son etapas». Ocho años más tarde celebra lo que siempre ha sido en una plaza de Chueca , el corazón de la comunidad LGTBI en la capital. «Es mi primera vez celebrando el Orgullo físicamente aquí», sonreía este jueves, copa en mano. «Tengo muchas razones, estoy orgullosa de lo que soy; soy pansexual».
El botellón se ha atrincherado en Chueca desde hace una semana. La fiesta despierta antes del crepúsculo y continúa hasta el amanecer. Los principales bastiones del jaleo son las plazas: Dos de Mayo, Chueca, Pedro Zerolo. Esta última, este jueves pasadas las ocho de la tarde, ya estaba abarrotada. El ambiente se caldeó en cuestión de un par de horas, el alcohol corría y las mascarillas caían. Alrededor de la 1 de la madrugada, el Cuerpo Municipal desalojó el enclave para evitar que el descontrol pasara a mayores. Un joven fue detenido por arrojar objetos a los agentes.
Esteban Benito, el presidente de la asociación vecinal de Chueca, duerme cerca de la plaza y, aunque cierra las ventanas, el ruido de los «potentes altavoces» y de las «sirenas todo el rato» le acompaña cada madrugada. «Llevamos desde el viernes, esto nunca ha pasado, son muchísimos días, se quedan de botellón hasta que sale el sol », cuenta por teléfono. Su retahíla de críticas se centra en especial en que el Orgullo se ha convertido en «un evento de alcohol» y en que «todo es absolutamente ilegal». Beber en la vía pública madrileña, recuerda, está prohibido desde 2002.
Antes del citado desalojo, la hilera de vehículos patrulla hacía guardia este jueves en una esquina de Pedro Zerolo, mientras el jaleo dominaba la plaza. El Ayuntamiento de Madrid puso en marcha la noche del miércoles un dispositivo de refuerzo con hasta 360 policías municipales diarios y drones . La delegada del Área de Seguridad y Emergencias, Inmaculada Sanz, reiteró por la mañana su «llamamiento a la responsabilidad individual». Sin embargo, en unas horas el centro de Madrid era testigo de aglomeraciones salpicadas de banderas, abanicos, modelitos veraniegos, purpurina, maquillaje. Todo teñido del arcoíris.
«Desmadre»
Este año, la pandemia ha privado al Orgullo de su desfile de carrozas, sus escenarios, sus grandes festejos repartidos por la ciudad. Pero las restricciones se desvanecen en las calles de Chueca , epicentro del alboroto tras la relajación de las medidas —adiós a las mascarillas al aire libre y reapertura del ocio nocturno—, que han espoleado la celebración más multitudinaria y desinhibida de Madrid (también en plena crisis sanitaria). Un policía municipal que vigilaba la plaza de Chueca, donde las terrazas mantenían a mucha gente sentada, no se esforzó en ocultar el descontrol: «Ayer [por el miércoles] se desmadró... Bueno, todos los días se está desmadrando».
Es el tercer («o cuarto») año que Eva, «‘vallekana’» de 19 años, acude al centro para brindar por la diversidad. «Desde muy pequeñita sabía que era bisexual y siempre he sido muy reivindicativa», explica, tras colocarse la mascarilla y apartar la cerveza unos minutos. Luce grandes aros que se bambolean dentro de las dilataciones de sus orejas, descubiertas por su corte de pelo al mínimo. Eva no se ha perdido un solo botellón: en Pedro Zerolo, en la plaza del Rey, en los jardines de Las Vistillas... «Desde el viernes he estado viniendo todos los días, esto está siendo un poco locura», reconoce. Es joven, no tiene el miedo al virus ni ha recibido la vacuna , como la mayoría de los que bailaban, cantaban, bebían y prodigaban abrazos y besos ya cerrada la noche. «Esta fiesta es estar contentos por ser lo que somos». Esa euforia ha rebosado durante siete días.
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