Evidentemente, sí
La Corona celebra 20 años de la boda y diez de Reinado con Doña Leonor como prueba de éxito
Estas efemérides demuestran el cumplimiento de su función constitucional y el resultado de la misma: estabilidad, continuidad, utilidad
La Princesa Leonor da un paso al frente como Heredera al Trono
Madrid
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Iniciar sesiónSuperada la Semana Santa, el tercer trimestre del curso político será intenso, con las elecciones vascas en abril, las catalanas en mayo y las europeas en junio, y durante esos meses un zarandeo a la amnistía en el Senado. Esta institución se convertirá en ... el pimpampum del Gobierno, que puede salir de este periplo con un adelanto electoral de las generales. En lo político, será este un auténtico trimestre de pasión.
Entre tanto, en este mismo plazo se producirán dos efemérides relevantes que situarán a la primera institución del Estado, la Corona, por encima del ruido político: los 20 años de la boda del entonces Príncipe Felipe con Letizia Ortiz Rocasolano, que tuvo lugar el 22 de mayo de 2004; y los diez años de la proclamación ante las Cortes españolas de Felipe VI como Rey. Son celebraciones importantes para la Institución y, por extensión, para nuestra democracia. La primera porque un matrimonio que supera los veinte años es un matrimonio de éxito, más aún si tratándose de la Familia Real el resultado son dos hijas perfectamente preparadas para asumir la función que la Historia les tiene encomendada y que no es más que continuidad histórica inherente a la Institución de la que forman parte.
Doña Leonor representa exactamente eso y se ha convertido en un reclamo para acercar la Monarquía a las nuevas generaciones: por su educación, por su imagen, por el desempeño de sus funciones y porque ha pasado de ser una niña desconocida a una joven ejemplar que asume las más altas responsabilidades.
Los diez años de Reinado no han sido fáciles y Don Felipe se ha tenido que emplear a fondo para mantener a la Corona lejos de la batalla política y, a la vez, defender la Constitución. El ataque de las minorías políticas contrarias a la Monarquía parlamentaria como forma de Gobierno sigue vigente y las alas que el Partido Socialista da a estos partidos es un riesgo cierto, pero el Rey siempre se ha situado en el mismo lugar: con la Constitución.
Esta década de Reinado bien se puede dividir en cuatro etapas, cada una con su complejidad: primero fue la transparencia y la ejemplaridad, dos argumentos que atravesaron el primer discurso del Rey y que después él mismo se ocupó de llevar a la práctica: la publicación de su patrimonio, de 2,5 millones de euros; la revocación del título de duquesa a su hermana Cristina en pleno caso Nóos; o la distancia marcada con su padre, el Rey Juan Carlos, un asunto que en términos de opinión pública aún no está del todo resuelto.
La segunda etapa tuvo que ver con el 'procès', probablemente el momento más difícil, cuando el Rey compareció aquel 3 de octubre ante los españoles en defensa de la Constitución y del autogobierno catalán. Después llegó la pandemia, que como a todos también afectó a la actividad de la Familia Real, esforzada en mantener el contacto con la ciudadanía a través de las nuevas tecnologías. Y la cuarta etapa, sin duda la más agradable: la irrupción social e institucional de Doña Leonor y su juramento de la Constitución ante las Cortes, un acto institucional de primera magnitud que sitúa a la Corona en su obligación de garantizar la continuidad histórica.
Doña Leonor, el éxito
A sus 18 años, Doña Leonor representa el éxito de las dos efemérides, el matrimonio y el Reinado, pues es la prueba viva de que la Corona está en disposición de elevarse sobre el ruido político –este trimestre más intenso que nunca– y situarse como la mejor garantía de estabilidad. El Rey se lo dijo a su hija el pasado 31 de octubre en el Palacio Real: «Querida Leonor, no estarás sola en tu camino. El juramento es la solemne expresión del compromiso de quien encarna la continuidad de nuestra Monarquía parlamentaria con nuestros principios democráticos y valores constitucionales. El sometimiento al derecho constituye, Leonor, una exigencia para la Corona y para todas las instituciones del Estado».
El profesor de Teoría Política en la Universidad Autónoma de Madrid Ángel Rivero acaba de publicar un extenso estudio que responde a esta pregunta: «¿Por qué las monarquías producen mejores democracias?». Lo ha editado la Red de Estudio de las Monarquías Contemporáneas (REMCO). El profesor explica que de acuerdo con el Democracy Index de 2022 de la revista 'The Economist', el último hasta ahora publicado, de los veinticuatro únicos países que puntúan como democracias plenas en el mundo, los que rebasan los ochenta puntos en la clasificación, once son monarquías constitucionales o parlamentarias. De hecho, los dos países más democráticos de la tierra, Noruega y Nueva Zelanda son monarquías; y de los cinco países más democráticos, tres lo son al sumarse Suecia. Si atendemos a la lista de los únicos 24 países que califican como democracias plenas, once son monarquías.
Instrumento de bloqueo
Llama la atención el profesor Rivero sobre que hoy en día quedan relativamente pocas monarquías en el mundo, cuarenta y cuatro contando todas sus variedades, por lo que es significativa su sobrerrepresentación entre los países más democráticos. Él mismo ofrece la respuesta al explicar que la monarquía parlamentaria actúa como un «instrumento de bloqueo frente a la centralización del poder político en el Ejecutivo, una «tendencia creciente en la ola de populismo que asuela el siglo XXI». Es decir, la figura del rey en la democracia actúa como un límite simbólico frente a la pretensión de establecer una soberanía absoluta que degrade la democracia y la convierta en una «dictadura plebiscitaria».
Rivero concluye que si se produjera la caída de la monarquía y la proclamación de la república en cualquiera de las democracias plenas monárquicas, «no sólo no subiría ninguno de estos países un solo escalón en el campeonato mundial de democracias, sino que posiblemente se degradarían porque esta circunstancia los privaría de los elementos de continuidad e integración que proporciona la monarquía, desequilibrándolas y haciéndolas perder la estabilidad política congruente con su avanzado desarrollo democrático».
En 2024, España atraviesa uno de los momentos de mayor tensión política e institucional de su historia reciente. Sin embargo, en el próximo trimestre la Monarquía estará en disposición de celebrar dos efemérides que demuestran el cumplimiento de su función constitucional y el resultado de la misma: estabilidad, continuidad, utilidad.
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