El principal acusado del crimen de Samuel Luiz: «Todo empezó por mi culpa, si no él estaría vivo»

Fueron poco más de diez minutos en los que el inculpado más cercado por las pruebas reconoció haber iniciado la pelea y haberle golpeado. «Vi a una pareja grabando, la siguiente imagen que tengo en mi cabeza soy yo golpeando. Estar ya pegando a Samuel, no sé si patadas, puñetazos», rememoró en las preguntas pactadas con su abogado. Fue al único al que quiso responder.

En un interrogatorio exprés, salpicado por alguna lágrima, Montaña se acordó de la familia de la víctima: «Quiero pedir perdón a la familia de Samuel. Esto empezó por mi culpa. Si no hubiera empezado esto, nada de esto hubiera pasado. Y él estaría vivo». Pero que se haya disculpado no implica, ni mucho menos, que se reconozca culpable. En realidad, sólo admitió que inició la agresión, alegando que estaba completamente borracho tras beberse casi una botella de whisky con Red Bull. Circunscribió los golpes que asestó a Samuel a los primeros compases de la agresión –puñetazos que certifica una cámara de tráfico– y marcó distancia con el momento en el que la víctima se desplomó en la acera.

El acusado, que se enfrenta a 25 años de prisión por asesinato con el agravante de discriminación sexual, manifestó no retener casi imágenes de aquella noche, sólo «ruido, mucho barullo por todos lados». «No puedo decir si hice algo más porque no lo recuerdo. Cuando se terminó el tumulto, lo siguiente que recuerdo es a Kathy diciéndome algo, con mucha gente alrededor por todos lados». Se refería a Catherine Silva, entonces su novia, que le acompaña ahora en el banco de los acusados. Ella declaró en las primeras sesiones, igual que Alejandro Míguez. Kathy y Míguez son los únicos en libertad.

Diego Montaña intentó convencer al jurado de que sus recuerdos de aquella madrugada en el paseo marítimo de Riazor son confusos. No mencionó, ni su abogado le preguntó, si antes de lanzarse a por Samuel le amenazó de muerte llamándole «maricón», de lo que sí dejaron constancia varios testigos. Sus recuerdos, sin continuidad, saltan del inicio de la agresión al momento en el que ve a la víctima noqueada. Y rompió a llorar al describir su último recuerdo del joven: «Tengo la imagen del cuerpo de Samuel a mi lado derecho, tumbado boca arriba, con cuatro personas al lado, una imagen que no me quitaré en mi vida». Sobre lo que hizo las horas siguientes, y conocedor ya de la versión de los investigadores que declararon en la sala, Montaña dijo que se enteró de la muerte de Samuel por la prensa, y que borró datos de su móvil porque «estaba asustadísimo».

Minutos antes, los jurados habían presenciado las intervenciones de Kaio Amaral y Alejandro Freire, con algunos paralelismos entre sí: la frialdad con la que respondieron pese a la presión de un mes de juicio, y sus esfuerzos para alejarse del núcleo de la pelea. Freire reconoció algo que tenía difícil rebatir por la cantidad de testigos que lo certificaron: que él derribó a Samuel. «Lo agarré por la espalda y caímos al suelo», admitió, para luego justificar: «Fue una reacción instintiva. Forcejeamos unos segundos. Ni lo intenté ahogar ni lo estrangulé. Solo sé lo que es un 'mataleón' de oídas, pero yo no sé hacer una técnica así» se protegió.

Los investigadores creen que Llumba, que se juega 22 años de cárcel, además de protagonizar el 'mataleón' frecuentó el tumulto varias veces para agredir a Samuel. Él lo niega: «Cuando nos caíamos, me levanté, y yo me solté. Empezó a llegar un montón de gente, pero yo no volví a tener contacto con Samuel en todo el incidente». Y añadió en otro momento: «Si me diera cuenta de lo que estaba pasando, juro por Dios que lo hubiera intentado parar». Igual que Montaña, Llumba sólo quiso contestar a su abogado. E igual que él, juega la carta del alcohol, que en caso de condena podría valerles de atenuante. Llumba le suma además haber consumido esa noche «entre 10 y 15 rayas».

Kaio Amaral se distanció de ambos en esos dos puntos. Dijo que esa noche apenas había bebido una cerveza y no tuvo reparo en contestar a todas las partes. Se centró en defender, vídeo mediante, que aunque se lanzó a la carrera hacia donde estaba el tumulto, tal y como certifica una cámara de tráfico, no dio a Samuel la patada de la que se le acusa. Dice que él solo medió «para separar» a Diego y a Llumba, que entonces «eran» –en pasado– sus amigos. «¿Usted llegó a golpear a Samuel Luiz?», le preguntó su abogado. «Nunca, estoy seguro cien por cien», contestó Kaio.

Este acusado se enfrenta a 27 años de cárcel, porque además del crimen la Fiscalía le atribuye el robo del móvil de Samuel. Este miércoles ha reconocido, a preguntas de la fiscal, que se lo intentó vender a un amigo poco después de la paliza a Samuel: «Se lo enseñé, porque antes ya le había vendido más cosas robadas».