El 70% de los incendios del peor agosto de Galicia fueron intencionados
Aunque fueron menos en cantidad respecto a otros años, ardieron entre 120.000 y 144.000 hectáreas en cuestión de semanas y se produjeron los dos focos más devastadores desde que hay registros
Terapia grupal de Yolanda Díaz en el corazón del Orense calcinado
Santiago
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Iniciar sesiónComo si de una herida se tratase, la huella negra de ceniza que quedó tras el paso de la peor oleada de incendios desde que hay registros en Galicia permanece en buena parte de la provincia de Orense, donde más del 10% de la ... provincia fue pasto de las llamas. Y mientras comienzan a repartirse las ayudas -al menos las de la Xunta, a la espera de las del Gobierno central- y se ultiman los balances de pérdidas materiales y patrimoniales, las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado continúan investigando a los autores de aquellos incendios originados por la acción humana.
Según ha podido confirmar ABC, los datos preliminares de la Unidad de Investigación de Incendios Forestales de Galicia (UIFO) apuntan a que el 70% de los incendios de agosto (473 en total) fueron intencionados, ya sea por una limpieza descontrolada u otra negligencia o con el objetivo de hacer daño, bien por venganza, lucro o demás motivaciones. Un porcentaje que implica un aumento del 5% respecto a años anteriores, en los que la superficie quemada fue menor pese a producirse un mayor número de fuegos, ya que no se puede entender una catástrofe de la magnitud de la vivida en Galicia en agosto sin atender a múltiples factores.
Lo que no varía, año tras año, es el grado de intencionalidad. En 2024, los agentes de la UIFO -dependientes de la Consellería do Medio Rural- investigaron el 69% de los incendios forestales -755 en total- y determinaron que el 65% eran intencionados tras realizar 635 diligencias de inspección ocular -exploración del terreno-, lo que derivó en la detención de 20 personas. Por otra parte, en 2023 investigaron el 72% de los 908 incendios forestales que se produjeron a lo largo del año, determinando también que el 65% fueron provocados y deteniendo a 31 individuos tras realizar 776 inspecciones oculares.
Por lo tanto, la variable de la intencionalidad permanece más o menos constante a lo largo de los años pese a la diferencia en la magnitud de la catástrofe. Solo durante el mes de agosto, la Xunta notificó que más de 120.000 hectáreas fueron calcinadas por las llamas, mientras que otros organismos como el Sistema de Información de Incendios Forestales de la Comisión Europea (EFFIS por sus siglas en inglés), del programa Copernicus, eleva el balance a más de 143.000 hectáreas.
En cualquier caso, ambas cifras palidecen en comparación con las de años anteriores. A lo largo de todo 2023, ardieron 6.749 hectáreas en 908 incendios forestales y en 2024 se redujeron a 2.644 con 755 focos, por lo que hay que remontarse hasta 2006 -ardieron más de 77.000 hectáreas- para encontrar datos similares a los de este año .
Condiciones climatológicas
A diferencia de otros años, el clima jugó un papel determinante a la hora de explicar la virulencia de las llamas. Empezando por la primavera, un marzo ligeramente frío precedió a unos meses de mayo y -especialmente- abril en los que el calor y la lluvia se abrieron paso con intensidad, generando una primavera climatológica húmeda con una precipitación media acumulada de 376 litros por metro cuadrado, lo que supone un 26% más que la media registrada en Galicia.
A estas condiciones, óptimas para el crecimiento de maleza y vegetación, se suman las de un verano especialmente cálido y seco. Según los datos de Meteogalicia, la temperatura media durante los meses de estío fue de 21,2 grados, dos por encima de la media para este periodo, mientras que las precipitaciones fueron un 62% inferiores a lo habitual -hay que remontarse a 1981 para encontrar un verano igual de seco-. Un cóctel explosivo que se articuló en forma de la ola de calor más intensa desde que hay registros en España -con una anomalía de 4,6 grados respecto a los valores medios- durante los peores días de los incendios, entre el 1 y el 20 de agosto.
La orografía orensana, epicentro de los incendios, tampoco ayuda a la extinción de las llamas, con un perfil montañoso y montes de difícil acceso que dificultan el control de los fuegos, generando en cuestión de días los dos incendios más devastadores de la historia de Galicia: el originado en la parroquia de Seadur del municipio orensano de Larouco (con más de 30.000 hectáreas calcinadas tras extenderse por la comarca de Valdeorras) y el iniciado generado tras la unión de los focos de Xinzo de Limia y Oímbra, con un balance de 23.736 hectáreas calcinadas.
Y mientras el debate político gira en torno a la necesidad de mejorar las políticas de prevención o, como propone Pedro Sánchez, un pacto de Estado contra la emergencia climática, las zonas rurales, principales castigadas por los incendios, continúan abandonándose paulatinamente. Aquellos que en su día mantenían los montes limpios de maleza gracias a su ganado y establecían las franjas de contención se enfrentan a un infierno burocrático que, sumado a la devastación del fuego, los invita a irse de los pueblos. Un abandono cuyo reflejo en el descuido del monte y fincas agravará la intensidad de los futuros incendios, hasta que algún partido o político decida abordar con valentía un problema tan clave como ignorado.
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