Los criterios y técnicas del pasado «no valen» para detener futuros incendios
Los protocolos informativos para evitar incendios accidentales permitirían reducirlos y proteger a las poblaciones
La actividad económica, otra barrera ante el fuego: «Que el monte valga más por lo que produce que por lo que arde»
Detenida una presunta incendiaria en Carballo (La Coruña) por 11 fuegos forestales
Santiago
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónAunque todavía es pronto para conocer con precisión el alcance real de la oleada de incendios en Galicia, mientras los principales incendios comienzan a estabilizarse, el rastro de cenizas de las más de 88.000 hectáreas calcinadas dejan una huella imborrable en terrenos, viviendas, industrias ... y negocios. Además de las ayudas a los afectados, la recuperación del paisaje es otra de las tareas pendientes tras poner coto al avance de las llamas en la Comunidad, aunque tal y como advierten a ABC catedráticos de Ingeniería Forestal, son varias las reflexiones y actuaciones que deben adoptarse para evitar que Galicia vuelva a sufrir veranos con incendios de la capacidad destructiva del de 2025.
No existe una fórmula mágica, y son muchos los factores a tener en cuenta. El catedrático de Edafología y Química Agrícola en la Universidad de Santiago de Compostela (USC), Agustín Merino, pone de relieve la necesidad de reducir los incendios provocados por negligencias o descuidos, ya que en muchos casos podrían ser evitados si se contase con más información al respecto. «Se está hablando mucho del abandono, por así decirlo, técnico. Es decir, el abandono del área, de la superficie. Yo también quiero destacar que hay un abandono de la población», afirma el catedrático.
-
El pueblo de Orense que se dio por perdido y se calcinó
José Luis Jiménez
En este sentido, señala que se están empleando prácticas para el control de la biomasa que resultaron efectivas en un pasado pero que, a día de hoy, en un contexto de despoblación donde la cantidad de terrenos sin desbrozar es muy superior, pueden suponer hasta un peligro. En sus palabras, se trata de educar para convivir con el fuego, ya que existen zonas donde los incendios vuelven de forma recurrente y, no contar con protocolos informativos para la población que los vive en primer a persona, sería similar a abandonarlos a su suerte.
Por otra parte, el catedrático del Departamento de Producción Vegetal y Proyectos de Ingeniería, Manuel Marey, subraya la importancia de desarrollar actividades económicas «compatibles con el riesgo de incendios» que permitan fijar población y riqueza. Ya sea agricultura, ganadería o silvicultura adaptada para que no sea un vector de rápida combustión -sin matorral y con tangencia de copas entre árboles-, todas ellas contribuyen o pueden contribuir a reducir la cantidad de biomasa presente para romper la «continuidad horizontal y vertical» del fuego.
«Si algo tenemos que aprender de estos incendios es que, lo que establecimos en el pasado, basado en unos criterios afortunados o no, no nos va a valer para el futuro», asevera Marey. En definitiva, la mejor prevención no es limitar los usos del terreno y poner trabas hasta el punto en que los ganaderos, agricultores y demás habitantes del rural optan por abandonar los montes a su suerte, sino facilitar su asentamiento para que puedan reducir el riesgo de los mismos gracias a su actividad.
«Tenemos unos suelos con unas características muy favorables para la producción vegetal. El resultado es que tenemos mucha biomasa, un terreno que necesita mucha gestión y no podemos dejar abandonado», sintentiza el catedrático, advirtiendo que no se puede proteger «con un decreto» que «impida toda actividad allí». «Lo que hay que hacer es generar actividad, no máquinas desbrozando sin sentido, es ganadería, agricultura, herbicultura... Es decir, que el monte valga más por lo que produce que no por lo que arde».
Más bosques autóctonos
Otro factor a parte de la necesidad de combatir el despoblamiento rural, explica el profesor Agustín Merino, responde a los distintos tipos de flora y su impacto a la hora de servir como combustible o freno natural contra el fuego. Al hilo, el catedrático señala que «el fuego es muy difícil de parar si la vegetación es muy homogénea, como ocurre en los matorrales», al mismo tiempo que «no toda la vegetación es igualmente inflamable». Una combinación que resulta en combustible en zonas donde abunda el matorral, como, precisamente, en aquellas donde ya se produjeron incendios en el pasado y crecieron de forma natural.
«Si en un bosque natural hay 15 o 20 especies, en una zona que se incendia recurrentemente al final hay una o dos especies, con lo cual la propagación del fuego es muy rápida», explica Merino, un factor detrás de que cada año se reaviven los fuegos en áreas como la Sierra de la Culebra (Zamora) o en el sur de la provincia de Orense.
«Un bosque natural del clima atlántico nunca es de una especie, es de muchas especies, con lo cual esa discontinuidad hace que el fuego no progrese tan rápidamente como cuando la vegetación es homogénea», añade el catedrático, destacando también el papel de los bosques ligados a las riberas, que resultan las «principales barrearas de proliferación contra los focos» dentro de los bosques autóctonos.
El futuro tras las cenizas
Una vez controlados y extinguidos los fuegos, las características del mismo definirán la forma en la que se puede restablecer el paisaje ya que, como resalta Merino, no toda la superficie quemada tiene que ser restaurada por la mano del ser humano.
El protocolo establecido se basa en la cartografía para diferenciar las severidades de la quema del fuego, no tanto a la vegetación sino como al propio el suelo, ya que a veces puede resultar indemne pese a perder toda la biomasa si el fuego avanzó muy rápidamente o con el suelo húmedo.
En cualquier caso, la recalificación de suelos quemados tras incendios está expresamente prohibida por ley. Por norma general, durante 30 años, aunque existen excepciones que permiten reducir esta espera para actividades agrícolas, forestales, de pastoreo y caza bajo una serie de circunstancias específicas. Una legislación que para Marey debería de ser motivo de «reflexión», ya que supone un obstáculo más para el establecimiento de estas actividades. Una medida pensada para evitar que los ganaderos no los provocasen para obtener más pastos, pero que responde «al pasado»: la carga sobre el colectivo en vez del individuo que comete el delito, a juicio del catedrático.
Límite de sesiones alcanzadas
- El acceso al contenido Premium está abierto por cortesía del establecimiento donde te encuentras, pero ahora mismo hay demasiados usuarios conectados a la vez. Por favor, inténtalo pasados unos minutos.
Has superado el límite de sesiones
- Sólo puedes tener tres sesiones iniciadas a la vez. Hemos cerrado la sesión más antigua para que sigas navegando sin límites en el resto.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete